Por Lianet Arias Sosa
Corresponsal jefa en México
Si bien los anuncios del mandatario eran esperados el 2 de abril, impactó su magnitud y alcance: tarifas universales del 10 por ciento y un impuesto mayor en el caso de decenas de naciones, entre estas, aliadas cercanas, como Israel, Japón o la Unión Europea.
En opinión de la especialista del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, Berenice Ramírez, “estamos entrando a una fase nueva después de un libre mercado donde se pusieron reglas para que la mundialización tuviera un crecimiento importante”.
Ahora avanza hacia “un sistema proteccionista que trata de reforzar y volver a poner a la economía norteamericana en el centro del poder económico, cuando ya hay cambios, principalmente el ascenso de China en la parte de Asia”, dijo la investigadora titular en diálogo con Prensa Latina.
Las bolsas tuvieron un respiro siete días después, cuando el gobernante cedió, según analistas, ante la turbulencia en el mercado de bonos, y decretó una pausa de tres meses a los gravámenes más altos, aunque mantuvo el universal del 10 por ciento y los elevó para las importaciones desde China.
En medio de la incertidumbre, las “guías” en los diarios “para no perderse” con los impuestos de Trump y los intentos por decodificar el “quita y pon” de las tarifas, solo dos países superaron indemnes o al menos sin aranceles adicionales el régimen establecido el 2 de abril: Canadá y México.
Hasta ese momento, los socios comerciales de Washington en el tratado de libre comercio de Norteamérica, conocido aquí como T-MEC, habían “acaparado” junto a China las amenazas del republicano, incluso antes de que este asumiera el cargo el 20 de enero.
Específicamente a sus vecinos los acusó de “no hacer lo suficiente” para impedir el paso de migrantes y de drogas, con énfasis en el fentanilo, causante de una crisis de salud cuyos culpables la Casa Blanca prefiere señalar afuera, abordando poco los motivos internos.
Datos de instituciones estadounidenses, como la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza, le quitan la razón al mandatario al revelar una disminución del flujo de migrantes y de sustancias ilícitas desde México, mientras en el caso de Canadá los números siempre fueron bajos.
En su alocución el 2 de abril, Trump cargó contra el T-MEC, pero mantuvo exentos de aranceles los productos amparados por el acuerdo, a través del cual fluye la mayor parte del intercambio de ambos países con Estados Unidos, si bien otros sectores mantienen impuestos.
ORÍGENES DE UN TRATADO
En 1947 el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) estableció las reglas para una gran parte de los intercambios en el orbe, pero cuatro décadas después daba signos de insuficiencia ante niveles de comercio más complejos.
El sitio oficial de la OMC ofrece algunas pistas para entender el momento: avanzaba la globalización de la economía, el comercio de servicios (no abarcado por las normas del GATT) era de gran interés para los países y las inversiones internacionales se habían incrementado.
En medio de esta realidad, que conduciría a la creación en 1995 de la Organización Mundial del Comercio (OMC), asomaban otros vínculos.
Según la profesora titular de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, Mariana Aparicio, justo en este marco tuvo lugar la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan).
En su constitución inicial, no era un acuerdo tripartito, sino que Canadá logró cerrar un tratado con Estados Unidos y entonces la nación latinoamericana “alzó la mano” y manifestó su interés en rubricar también un documento semejante, relató Aparicio en diálogo con Prensa Latina.
Cuenta que así se llegó a una negociación de tres partes en la cual -a juicio de la especialista- Estados Unidos funge como bisagra: existen vínculos muy fuertes Canadá-Estados Unidos y México-Estados Unidos, y una relación “bastante complicada, un poco lejana” entre México y Canadá.
Pese a promesas como una menor migración y niveles de vida en México más cercanos a los de sus vecinos del Norte, estudiosos del tema señalan que el acuerdo no trajo tal bonanza e impactó devastadoramente en el sector agrícola.
El gran perdedor “de la globalización y de la toma de decisión del Estado mexicano, por supuesto, fue el campo, un campo que se dejó abandonado”, apunta Aparicio, al agregar que la soberanía alimentaria fue perdiendo cada vez mayor terreno.
De la mano del período neoliberal (1982-2018), signado por el afán privatizador, el crecimiento económico fue pobre y la “ventaja competitiva” de México resultó nada más y nada menos que la existencia de salarios bajos para atraer inversiones.
El inicio en 2017 del primer mandato de Donald Trump fue un punto de inflexión en el trayecto del acuerdo, al cual el gobernante consideró “el peor tratado comercial en la historia”, “culpable” además de la pérdida de empleos en los estados del cinturón industrial de su país.
Según Ramírez, la puesta en vigor del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), que sustituyó al Tlcan en 2020, mantuvo la misma línea del libre mercado, pero incorporó aspectos como comercio electrónico y amplió las reglas del contenido de origen de cada mercancía.
La experta menciona igualmente una revisión más sistemática, el respeto a las normas laborales, principalmente en el sector automotriz, y acuerdos de buenas prácticas en medio ambiente, una cuestión que en su opinión sigue violando Canadá con la minería a cielo abierto fuera de su territorio.
ÚNICO ACUERDO CON VIDA
Al propinar su golpe al comercio mundial, Trump aprovechó también el 2 de abril para sostener que el T-MEC constituye “el peor acuerdo comercial jamás hecho” (¿déjà vu?), pese a que lo rubricó él mismo, y pidió el apoyo del Congreso para terminarlo.
Es un discurso fuerte, pero en las acciones existe una excepción para México y Canadá: hay un montón de cosas que hacen que en los hechos ambos “sean como un puercoespín: no te lo puedes ‘comer’ así porque tiene púas”, ilustró a La Jornada el analista Marcos Arias.
Más de tres décadas después de la firma del primer acuerdo entre estos países, nadie niega una de sus consecuencias más claras: la altísima integración de las economías en un área que representa el 30 por ciento del producto interno bruto a nivel global.
En febrero pasado, el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, usaba el ejemplo de un solo pistón para exponer estos vínculos: “Cruza ocho veces la frontera, se imaginan eso, empieza la fundición en Ontario y México le da el terminado y finalmente se vende en Estados Unidos”.
La nación latinoamericana, además, desplazó a China en 2023 para erigirse el principal socio comercial de su vecino del Norte, de modo que un gravamen aquí no solo tendría consecuencias de peso para México, sino también para Estados Unidos.
Voces a un lado y otro de la frontera advierten que el impacto fundamental de las tarifas generales de Trump a las mercancías de México, de haberlas aplicado, habría sido sobre millones de familias de Estados Unidos, que verían los precios dispararse en una amplia variedad de productos.
No sorprende, entonces, que el llamado “Día de la Liberación” (para otros, “Día de la Inflación” o “locura arancelaria”) Trump haya echado por la borda 14 tratados de libre comercio con varias naciones del mundo, pero dejara casi intacto el T-MEC.
Tampoco asombra si se considera la relación que ha logrado construir con el errático vecino el gobierno de México y especialmente la presidenta Claudia Sheinbaum, cuya sagacidad, temple y cordura han sido elogiadas por diplomáticos, gobernantes y representantes de infinidad de sectores.
A ello se suman los resultados de la administración en áreas como la seguridad, con 17 mil personas detenidas por delitos de alto impacto y más de 140 toneladas de droga incautadas en seis meses, así como la caída en la entrada de fentanilo a Estados Unidos.
Con un saldo de momento favorable a su país, Sheinbaum optó, sin embargo, por continuar impulsando el Plan México, negociar mejores condiciones frente a los gravámenes al acero, el aluminio y los autos, y promover posibilidades de complementariedad hacia el sur del continente.
A las puertas de una revisión del T-MEC el próximo año y más allá de la defensa del acuerdo, del cual dependen millones de empleos, la nación aspira a construir un camino de certezas en tiempos de incertidumbre, caos y un impredecible socio comercial.
arb/las