Trapos sucios
Guayaquil, Ecuador (Prensa Latina) Cuando yo era más chica que un árbol de manzano, solía contemplar en mi cuarto mi cuerpo desnudo. Era una niña que pasaba horas mirándose en el viejo espejo ovalado de cerezo de mis abuelos. Miraba con desconcierto la aureola rosada de mis tetillas, mis lánguidas piernas que se abrían al mundo, mi pequeño sexo pulposo como un mango verde.