Por Oscar Redondo
Corresponsal jefe en Italia
Tras su mayor erupción, ocurrida hace unos 40 mil años, emanaron más de 680 kilómetros cúbicos de magma y algunos científicos aseguran que ese evento significó la desaparición del Hombre de Neandertal y su reemplazo por el Homo Sapiens.
Su magnitud fue muy superior a la de su vecino Vesubio, ubicado a apenas 40 kilómetros al este, que en el año 79 de nuestra era sepultó bajo las cenizas a las ciudades de Pompeya, Herculano y Estabia, con la muerte de más de 16 mil personas.
Los científicos tienen un registro de actividad de dos mil años en los Campos Flégreos, y en los pilares del templo romano de Serapis de la ciudad de Pozzuoli, ubicado en el medio de la caldera, se aprecian agujeros hechos por moluscos, lo cual revela que alguna vez estuvieron bajo el agua.
El último despertar de los Campos Flégreos ocurrió hace 486 años, en 1538, un tiempo relativamente breve en términos geológicos, y provocó el surgimiento de una nueva montaña en la bahía napolitana, algo que expertos del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología (INGV) consideran probable que se repita en cualquier momento.
Una de las enigmáticas profecías de Nostradamus expresa que afectarían a Italia, por estos tiempos, “los vientos solares de Tauro en los que la tierra temblará fuertemente, el gran teatro lleno se arruinará, el aire, el cielo y la tierra se oscurecerán”, lo que muchos relacionan con ese supervolcán.
Actualmente la zona de donde se ubica comprende los barrios napolitanos de Agnano y Fuorigrotta, la superficie de Pozzuoli, Bacoli, Monte de Procida y Quarto, así como las islas Flégreas de Isquia, Procida y Vivara, donde habitan cientos de miles de personas.
“Estas áreas pueden ver las únicas erupciones que pudieran tener efectos catastróficos globales comparables con impactos de enormes meteoritos”, dijo Giuseppe De Natale, director de investigación del INGV en Campania.
Los pobladores de Nápoles, urbe muy cercana a ambos volcanes, sigue con mucha atención las previsiones científicas, pero tres veces al año se mantienen muy atentos a una ceremonia religiosa donde el arzobispo de la Catedral Metropolitana, o Duomo, extrae de una caja fuerte una ampolla que contiene sangre de San Genaro solidificada.
Ese rito se realiza el sábado previo al primer domingo del mes de mayo, se repite el día 19 de septiembre, en la fiesta de San Genaro, así como cada 16 de diciembre.
Si al girar la ampolla esa sangre se vuelve líquida, esto se considera una señal de buen augurio, de la protección del Santo Patrón, para que se cumpla “el deseo de paz en nuestras vidas en esta ciudad, en nuestra tierra”.
Con ello se aleja de las mentes de los napolitanos la cercanía de los latentes peligros que podrían acabar con sus vidas.
El pasado 20 de mayo se intensificó la actividad sísmica en esa área, lo cual puso en alerta a todo el país, luego de que a las 19:51 hora local de ese día un enjambre sísmico, aún en curso, registró hasta las 0:31 del día siguiente aproximadamente 150 terremotos, el más fuerte de los cuales fue de magnitud 4,4 en la escala de Richter.
Esta situación llevó a la realización de una reunión interministerial de urgencia en el Palacio Chigi, sede del Gobierno, donde el titular de Protección Civil, Nello Musumeci, señaló que “debemos estar preparados para cualquier eventualidad”.
Tras esa cita del 22 de mayo, realizada en presencia de la primera ministra, Giorgia Meloni, Musumeci apuntó que “la comunidad científica dice que los temblores pueden durar un mes, un año, evolucionar o extinguirse”; horas después, en la mañana del 23 de mayo, otro sismo ocurrió con magnitud de 3,6 en la escala de Richter.
“Se necesitarán más de 500 millones de euros para hacer seguros los Campos Flégreos, donde se construyeron miles de edificios”, dijo, y habló sobre la puntualización de un plan de evacuación de los pobladores, pues “quien eligió vivir allí sabía que era una zona difícil, que presenta peligros”.
“Necesitamos una convivencia vigilante con el peligro” al que “sólo recordamos cuando la tierra tiembla” expresó, y anunció que “se prevé destinar recursos financieros para proteger la llamada zona roja, la más peligrosa, con mil 250 casas que se consideran de alto riesgo sísmico y dos mil 750 de riesgo medio”.
El actual ciclo de actividad sísmica de los Campos Flégreos está asociado con la presión debajo de la superficie de la caldera pero “no sabemos exactamente su profundidad, que podría ser de entre cero y 3,5 kilómetros”, comentó De Natale en declaraciones a medios informativos.
La primera posibilidad, y potencialmente la más peligrosa, es que podría tratarse de una “intrusión de magma proveniente de la cámara ubicada a unos ocho kilómetros de profundidad”, consideró el científico.
La segunda y más probable, añadió, es la de una gran desgasificación creada en la cámara de magma, pero “el problema son las rocas”, pues las menos profundas “no pueden soportar altos niveles de presión”, por lo que, si esta aumenta demasiado, podría ocurrir una fractura completa y causar la erupción del volcán.
“Es difícil estudiar estas enormes erupciones potenciales, muy raras pero muy catastróficas, y esta es una de las áreas más importantes, pero también más desafiantes de la vulcanología”, aseveró el especialista.
De Natale vaticinó que la próxima erupción de los Campos Flégreos podría ser similar a la de 1538, pero debido al crecimiento demográfico, su impacto en esa área, que está en la actualidad densamente urbanizada, sería mucho más destructivo.
El 4 de mayo, el arzobispo Domenico Battaglia, tras girar la ampolla con la sangre de San Genaro, hizo a las 18:38 hora local el anuncio de su conversión al estado líquido. Pese a los malos augurios, en Nápoles y toda Italia los fieles católicos, aunque no solo ellos, respiraron algo aliviados al sentirse protegidos, una vez más, por el Santo Patrón de esa ciudad.
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