Por Lemay Padrón Oliveros
De la redacción de Deportes
Sin nada que perder, porque sucediera lo que sucediera en los Juegos Olímpicos de París era ya una leyenda del deporte mundial, el pinareño salió con casi 42 años como si tuviera 20, en plan arrasador contra quienquiera que se le pusiera enfrente.
La ausencia de su gran rival en los últimos años, el turco Riza Kayyalp, no le dejaba un camino de rosas hacia su quinta corona olímpica, porque había otros de calidad en su peso, pero todos sabían que, si en la balanza el gigante de ébano hacía el grado, había que batirse por la plata y los bronces.
En Beijing, quise tirarme una foto con el ruso Alexander Karelin pensando que me estaba inmortalizando con el mejor luchador de todos los tiempos, sin saber que ahí mismo estaba naciendo la impronta del mejor de todos.
Tampoco quise calentarme demasiado con el pronóstico de Sport Illustrated, porque además de que no es la lucha el deporte fuerte de esa prestigiosa revista a la hora de aventurarse a adivinar los podios de cada cita bajo los cinco aros, el ídolo de Herradura estuvo perdido todo el ciclo.
En mi casa no tengo ninguna medalla de bronce, respondió cuando alguien quiso pincharlo con esa pregunta haciendo referencia a lo que la publicación le había reservado.
Quiso el destino que la final fuera algo así como un “sparring”, con el hombre con quien entrenó durante más de una década en el habanero Cerro Pelado, pero solo él sabe todos los sacrificios que tuvo que hacer, sobre todo en estos últimos meses.
Por cierto, Yasmany Acosta parecía tan feliz como él de ser testigo de primera mano de uno de los hechos más impresionantes de la historia olímpica.
Además, completó su hazaña nada menos que ante el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), el alemán Thomas Bach, quien mandó a retrasar la final para poder llegar a tiempo, porque no quería perderse ese momento histórico, y luego lo tuvo de invitado especial en la clausura.
Se trata nada menos que del único deportista en la historia en ganar títulos en cinco Juegos Olímpicos, el más longevo en subir al podio en la lucha con sus casi 42 años y, por supuesto, el único gladiador con cinco oros.
En cada presea hay un pedacito para muchas personas, desde el propio Yasmany hasta todos los demás que sudaron con él en los entrenamientos, de los difuntos Pedro Val y Gustavo Rollé, que allá por el año 2000 me aseguraron que ese moreno llegaría bien lejos, de los médicos y fisioterapeutas que han trabajado con él durante toda su carrera, de su último preparador Raúl Trujillo y, por supuesto, de sus familiares, que han sido su principal acicate y apoyo a lo largo de estos más de 30 años, desde que pisó un colchón por primera vez.
Esas zapatillas que quedaron en el centro de la Arena Campo de Marte representan mucho más que un retiro un ascenso al Olimpo eterno de los Dioses.
De Mijaín qué más se puede decir. Si la antigua Rodas tenía su coloso, en el municipio pinareño de Herradura hay que poner algo similar a la entrada, para mantener viva la estampa del mejor gladiador de todos los tiempos.
EL RESTO
De lo mejor del año en este deporte estuvo sin dudas esa plata de Yasmany Acosta, primera presea olímpica en la historia de la lucha chilena.
El nacido en Cuba ya tenía preseas importantes en su carrera, pero esta sin dudas ocupará el puesto preponderante.
No menos histórica fue la plata de Lucía Yépez, primera también para este deporte en Ecuador.
A Yépez, también con prestigio ganado en otros eventos internacionales, solo la pudo parar la japonesa Akari Fujinami en la final de la división de hasta 53 kilogramos.
Impresionante resultó el suelo galo la actuación de Japón, que terminó como líder del medallero general sumando los tres estilos, gracias a ocho medallas de oro, una de plata y dos de bronce, bien distanciado de sus más cercanos escoltas: Irán (2-4-2) y Estados Unidos (2-2-3).
Fue esto lo más sobresaliente durante 2024 de la lucha, que sin lugar a dudas extrañará a la mole antillana de la greco.
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