Por María Julia Mayoral
De la redacción de Economía
Sin embargo, empresarios, gobiernos nacionales e instituciones multilaterales miran con entusiasmo las potenciales de la IA como herramienta para construir la siguiente revolución industrial y liderar el impulso económico en los tiempos venideros.
De acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía AIE), los “data center” representan de uno a tres por ciento de la demanda global de electricidad y la proporción aumentará.
No obstante, la ausencia de estadísticas históricas fiables sobre la cantidad de energía consumida por dichas instalaciones abre un abanico muy amplio de incertidumbres relacionadas con el ritmo de implantación y complican las predicciones.
Según ejemplificó la AIE, en Estados Unidos hay grandes oscilaciones en cuanto a los pronósticos de las consultoras, los bancos de inversión y la industria sobre los niveles de consumo de la IA, con previsiones para los centros de datos que van desde el cuatro hasta 10 por ciento de la electricidad total en 2030.
A escala global, los centros de datos consumieron en 2022 unos 460 Terawatt-hora (TWh) y de aquí a 2026 la cifra podría ascender a más de mil TWh, lo cual equivale a más de un tercio de la electricidad total generada por el conjunto de las centrales nucleares el año pasado.
Para alimentar su compleja electrónica, necesitan mucha energía y en la mayoría de los lugares sigue proviniendo de la quema de combustibles fósiles.
El consumo de electricidad de Amazon, Microsoft, Google y Meta aumentó más del doble de 2017 a 2021, hasta alcanzar unos 72 TWh, indican estadísticas divulgadas por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
Dados los patrones consumistas prevalecientes, las instalaciones que albergan servidores de IA acrecientan los desechos de equipos eléctricos y electrónicos; además, emplean grandes cantidades de agua, que cada vez escasea en muchos sitios del planeta, sopesó el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma).
También dependen de minerales críticos y elementos raros que a menudo se extraen de forma insostenible, abundó el organismo en una nota técnica, la cual dio continuidad al informe “Navigating New Horizons – A Global Foresight Report on Planetary Health and Human Wellbeing”.
Mientras tanto, evaluaciones de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) revelaron que 2024 va camino de convertirse en el año más cálido jamás registrado.
Para la responsable de la OMM, Celeste Saulo, las lluvias y crecidas sin precedentes, la rápida intensificación de los ciclones tropicales, los mortíferos episodios de calor, la sequía implacable y los devastadores incendios forestales “son, lamentablemente, nuestra nueva realidad y un anticipo del futuro”.
Todavía hay mucho desconocimiento sobre el impacto ambiental asociado a la IA, pero “algunos de los datos que tenemos son preocupantes», aseveró la directora de transformación digital del Pnuma, Golestan Radwan.
En opinión de la experta, “necesitamos asegurarnos de que el efecto neto de la IA en el planeta sea positivo antes de implementar la tecnología a gran escala”.
Formas rudimentarias de IA han existido desde la década de 1950, pero la tecnología evolucionó a un ritmo vertiginoso en años recientes por los avances en la potencia informática y la explosión de datos, que son cruciales para entrenar modelos de IA, recordó la entidad de Naciones Unidas.
El Pnuma, por ejemplo, utiliza la IA para detectar cuándo las instalaciones de petróleo y gas ventilan metano, un gas de efecto invernadero impulsor del cambio climático.
Avances como esos, juzgó la institución, fomentan la esperanza de que la IA pueda ayudar al mundo a abordar al menos algunos aspectos de la triple crisis planetaria del cambio climático, la pérdida de naturaleza y biodiversidad, y la contaminación y los desechos.
Pero la mayoría de las implementaciones de IA a gran escala se alojan en centros de datos, incluidos los operados por proveedores de servicios en la nube, lo cual puede tener un alto y negativo costo medioambiental a la luz de las tendencias actuales.
Los productos electrónicos ubicados en dichas instalaciones, ilustró el Pnuma, dependen de una cantidad asombrosa de molienda: fabricar una computadora de dos kilogramos (kg) requiere 800 kg de materias primas.
Los microchips, usados para alimentar la IA, necesitan elementos de tierras raras que a menudo se extraen de formas destructivas para el medio ambiente, evidenció el informe “Navigating New Horizons”.
Tampoco debería soslayarse la generación de residuos eléctricos y electrónicos, porque con frecuencia contienen sustancias peligrosas, como mercurio y plomo, abundó el análisis.
Asimismo, los centros de datos utilizan abundante agua durante la construcción y, una vez en funcionamiento, para enfriar los componentes eléctricos podría consumir seis veces más agua que Dinamarca, un país de seis millones de habitantes, vaticinó el Pnuma.
Esto, precisó, representa un problema porque en la actualidad una cuarta parte de la humanidad carece de acceso a agua potable y saneamiento.
Distintos Estados adoptaron legislaciones propias para atenuar el impacto ambiental de la IA, pero políticas como esas son escasas y desarticuladas entre sí, valoró Radwan.
“Los gobiernos, comentó, se apresuran a desarrollar estrategias nacionales de IA, pero rara vez tienen en cuenta el medio ambiente y la sostenibilidad. La falta de barreras ambientales no es menos peligrosa que la falta de otras salvaguardas relacionadas con la IA”, agregó.
Frente a las perspectivas de lucrativos negocios, compañías transnacionales están considerando la posibilidad de utilizar tecnologías nucleares avanzadas, como los reactores modulares pequeños (SMR, por siglas en inglés), para obtener fuentes de energía limpia, fiable y flexible.
En algunas regiones, el camino hacia la implantación de la energía nucleoeléctrica avanzada puede pasar por grandes firmas del sector tecnológico industrial que son las usuarias finales, consideró la directora de la División de Energía Nucleoeléctrica del OIEA, Aline des Cloizeaux.
Esas empresas necesitan el tipo de energía limpia y estable que puede proporcionar la energía nuclear avanzada, y, al mismo tiempo, pueden ayudar a superar los obstáculos a la implantación que dificultan la llegada de dichas tecnologías al mercado, razonó el organismo.
La financiación de proyectos nucleares de nueva construcción sigue siendo un desafío en varios mercados ante los elevados costos de capital y los extensos plazos de construcción.
De ahí, el nuevo horizonte de posibilidades para abaratar inversiones en infraestructura energética mediante los SMR y los micro reactores, aunque se trate de un desenvolvimiento que, como regla, excluye a países del Sur Global, donde millones de habitantes carecen todavía de hasta de una sencilla bujía incandescente en sus hogares.
Por estimaciones del Grupo Banco Mundial y el Banco Africano de Desarrollo, unos 600 millones de personas en África subsahariana no tienen acceso a la electricidad; ello los obliga a depender de la leña y el carbón vegetal o de generadores costosos y contaminantes para cocinar, calefaccionar sus viviendas y mantener las luces encendidas en sus casas y negocios, apreciaron los dos entes financieros.
En general, redondearon, en el continente africano vive casi el 83 por ciento de la población carente de electricidad en la Tierra y la falta de energía asequible, confiable y sostenible continúa retrasando el progreso de las personas y las empresas.
De continuar la dinámica observada, resulta poco probable que logre concretarse el Objetivo de Desarrollo Sostenible número siete (ODS 7), el cual estableció el compromiso de garantizar el acceso universal a energía asequible, fiable, sostenible y moderna para 2030.
Frente a las enormes ventajas y los desafíos asociados a prometedoras tecnologías como la IA, sería conveniente exponer que si la inteligencia humana sigue fallando, el colapso planetario será inevitable.
La crisis climática se convierte rápidamente en un “asesino de economías”, dijo el secretario ejecutivo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, Simon Stiell, en la sesión inaugural de la conferencia COP 29 en Bakú, la capital de Azerbaiyán.
“Saquemos la enseñanza de la pandemia (la Covid-19), cuando miles de millones de personas quedaron afectadas porque no se tomaron oportunamente las medidas coordinadas y quedaron destruidas las cadenas de suministros. No repitamos ese error”, recomendó.
Una energía pura y barata debe constituir la base de las economías, significando más puestos de trabajo, menos sofocante contaminación en las ciudades y más ciudadanos sanos y empresas prósperas, sintetizó.
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