Por Boris Luis Cabrera
De la redacción de Deportes
Ese prodigio brasileño creció a la sombra del Rio de Janeiro Country Club, donde la magia del tenis se entrelazó con los sueños de su infancia. Con la raqueta en mano desde los cuatro años, aprendió a bailar entre golpes potentes y delicados para forjar poco a poco un carácter tan audaz como su juego.
Desde sus primeros pasos en el circuito juvenil, Joao se destacó con una luz propia. En 2023, al conquistar el Abierto Junior de Estados Unidos y coronarse campeón mundial de la categoría, se convirtió en el primer brasileño en culminar la temporada como número uno de los juniores.
Con cada partido, su destreza y sensibilidad en la pista se fundieron en una sinfonía de talento y anunciaron al mundo la llegada de una nueva estrella.
Su etapa en el circuito juvenil fue preludio de la grandeza que se avecinaba y pronto los ecos de su éxito resonaron en los vestuarios de los torneos internacionales.
No pasó mucho tiempo para que su brillo trascendiera las canchas infantiles y se apreciara en el escenario profesional. Con comodines que abrieron la puerta al ATP, Fonseca debutó en el Rio Open de 2023, en el cual, pese a la inexperiencia, demostró que su potencial era insaciable.
En 2024, con tan solo 17 años, rompió barreras al vencer a Arthur Fils en un partido en el que su derecha, implacable y fulminante, resonó como un trueno en la cancha.
Su racha se expandió en el Challenger de Lexington, con su primer título sin perder un set, y en las Next Gen ATP Finals de Jeddah, donde, entre aplausos y vítores, emergió invicto e igualó a otras leyendas jóvenes.
La magia de Fonseca no se limitó a los torneos de nivel secundario. En el inicio de 2025, en el abismo de emociones del Abierto de Australia, el joven prodigio sorprendió al mundo al derrotar en primera ronda al noveno cabeza de serie, el ruso Andrey Rublev, en un partido durante el cual cada punto parecía esculpido con la precisión de un reloj suizo.
Con ese triunfo se convirtió en el primer adolescente en derrotar a un top 10 en sets corridos en un evento de Grand Slam.
«No ha estado mal», bromeó después del partido y provocó la risa del público y dijo que su característica es ir a por los puntos en los momentos importantes y que el talento no es nada sin el trabajo duro.
Aunque la experiencia y el nerviosismo se asomaron en su siguiente enfrentamiento contra Lorenzo Sonego, el joven mostró su temple, aprendiendo en cada error y afianzando su determinación.
Pero fue en el Torneo de Buenos Aires donde Joao Fonseca grabó su nombre en letras de oro. En una atmósfera cargada de pasión, entre cánticos y banderas, el joven brasileño se enfrentó al local Francisco Cerúndolo, un rival emblemático del circuito argentino.
En un duelo que se desarrolló con la intensidad de una ópera y la sutileza de un soneto, superó a su adversario con marcadores de 6-4 y 7-6 (7/1).
«Esta semana fue de ensueño. El cielo es mi límite; quiero ganar Grand Slams y ser el número uno del mundo. Todo es posible con humildad y perseverancia», declaró con la voz firme y el corazón henchido de sueños
Sus palabras, impregnadas de esperanza y determinación, se convirtieron en el himno de una generación que ve en él el futuro del tenis sudamericano.
Las redes de ese mundillo vibraron al unísono con elogios de grandes tenistas como el español Carlos Alcaraz, número tres del ranking mundial, quien dijo que lo del carioca fue insólito, habló de su potencial enorme y aseguró que pronto veríamos grandes cosas de él.
Incluso Rublev, tras su derrota en Australia, había reconocido el talento arrollador del brasileño y admitido que enfrentarse a él era un reto que pocos podían imaginar.
Esas declaraciones, junto con las estadísticas que muestran un salto desde el puesto 660 hasta el 68 del escalafón universal en solo unos meses, confirman que ese fenómeno no es efímero, sino el preludio de una carrera que promete reescribir la historia del llamado deporte blanco.
Más allá de las victorias y los números, lo que define Fonseca es su calma casi sobrenatural. Con una rutina diaria de meditación y respiración, el joven afirma que nació con el don de la calma y que enfrenta cada partido con una serenidad que le permite ver más allá de la presión.
Esa tranquilidad se ve reflejada en su estilo de juego: una agresividad controlada, una combinación de potencia y precisión, y una capacidad innata para reinventarse en cada situación.
Su admiración por la leyenda suiza Roger Federer, a quien considera un ídolo, le ha llevado a experimentar con estilos y técnicas, aunque siempre con una esencia auténtica y sin miedo a cometer errores.
Expertos y aficionados coinciden en que está destinado a convertirse en uno de los grandes del tenis mundial. Algunos ya lo visualizan en la élite, en competencia con los más grandes o incluso con posibilidades de ser el número uno del planeta.
Su ascenso meteórico y su capacidad para absorber el calor de la presión le auguran un futuro lleno de títulos y récords. La próxima meta, dicen los analistas, es consolidarse entre los 25 mejores del mundo y, de allí en adelante, alcanzar la cima.
Cada golpe de su raqueta, cada partido disputado, es una epopeya de su vida, porque siente este deporte, lo respira y lo transforma en arte.
Con la mirada fija en el horizonte, el joven tenista carioca nos invita a soñar, a creer que el futuro está escrito en la pasión, en la constancia y en el coraje de aquellos que se atreven a desafiar los límites.
Su historia es el testimonio de que el talento, cuando se nutre de pasión y disciplina puede transformar el destino. Desde los humildes comienzos en las canchas de tierra batida de Río, hasta la consagración en el majestuoso escenario de Buenos Aires, su viaje es un poema épico de superación y fe en el futuro.
En cada victoria resuena la promesa de un nuevo amanecer para el tenis brasileño y mundial. Fonseca es la encarnación de un sueño que apenas comienza a desplegar sus alas en el firmamento deportivo, y mientras el mundo observa con asombro y admiración, él sigue caminando, con el corazón en la pista y el cielo como límite.
Así, entre el murmullo del público y la vibrante energía de las canchas, el nombre de Joao Fonseca se escribe con tinta de oro, anunciando la llegada de un titán en ciernes, listo para iluminar el deporte con su pasión y su espíritu
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