En el siglo VIII antes de nuestra era el monarca Numa Pompilio, segundo de los siete reyes previos al surgimiento de la República, dio en su honor el nombre de ianuarius (enero) al primer mes después del solsticio de invierno.
Los antiguos romanos veneraban a un número de divinidades ligadas sobre todo al paso del tiempo y a las estaciones, como es propio de un pueblo que antes de convertirse en un gran imperio, era una comunidad de agricultores y ganaderos como otras tantas en la península itálica.
Con el paso de los años estas se sincretizaron con dioses extranjeros, principalmente griegos, entre ellos, Júpiter, Marte, Venus, Mercurio y en general la mayoría de los más conocidos, que pasaron por un proceso más o menos marcado de mezcla con los cultos de otros panteones.
Es por ello que la mitología romana está conformada por dos partes, la primera antigua y ritualista, la cual representaba las creencias autóctonas, y una segunda tardía y literaria, que se concretó a partir de la fusión de la anterior con varios préstamos, procedentes en su mayoría de la cultura griega.
DIVINIDAD VENERADA
De manera permanente se mantuvo el culto a algunas de las deidades primigenias, entre las que sobresalía Jano, el omnipresente ser divino que velaba por los inicios y los finales, cuyo amparo se pedía para asegurar tras cada salida un feliz retorno.
Considerado Padre de los Dioses, regía todo lo relacionado con el cambio y era fácilmente reconocible por su representación como un ser con dos caras que miraban en direcciones opuestas, imagen de un gran simbolismo.
Jano fue una de las divinidades más veneradas por los antiguos romanos. El culto estaba también asociando con la Luna y el Sol, como dios de los solsticios y padre de la mañana.
Recibió el epíteto de Cerus, o creador, porque se le consideraba el iniciador del mundo, el que moldeaba y controlaba todas las cosas, materiales e inmateriales, quien presidía todos los pasajes y umbrales, tanto de las casas como de las nuevas empresas.
Fue llamado además Consivio, es decir, propagador del género humano, de la civilización e instituciones, de la vida económica, y jugaba un papel importante en la adivinación, en los rituales de buenos deseos.
Era la primera divinidad a la que el pater familias, quien se ocupaba del culto doméstico, dedicaba sus oraciones por la mañana antes de empezar cualquier actividad.
Se pedía su favor en el inicio de un trabajo, al abrir un negocio o antes de proceder a un rito social como el matrimonio o el de la mayoría de edad de los varones, por ser momentos de transición de una condición a otra.
Incluso al rendir culto a otra deidad, se empezaba por invocar el nombre de Jano, puesto que este abría el camino para que los mortales pudieran comunicarse con esos dioses.
Simbolizaba la transición de un estado del ser a otro, en un lento despliegue del pasado hacia el futuro, pero no en el sentido de progreso como ahora lo entendemos, sino en el hecho de que el aquí y ahora es a la vez ayer y mañana, indican los expertos.
CULTOS Y MONUMENTOS EN SU HONOR
Dada su importancia, las ceremonias dedicadas a Jano eran realizadas inicialmente por los reyes y, en la época republicana, pasaron al Rex Sacrorum, sacerdote que suplía las antiguas prerrogativas reales.
Este abría todas las procesiones y ceremonias religiosas, precediendo incluso al Flamen Dialis, sacerdote de Júpiter.
Muchos estudiosos consideran que sus dos caras tienen una carga mística más poderosa que la actualmente conocida.
Es por ello que el misterio que rodea a Jano aún es objeto de investigación, dado su hondo significado e influencia, por la imagen de dos rostros que representaba todas las formas de transición y cambio, pero también ejemplificaba el paso del tiempo, mirando al pasado y al mismo tiempo al futuro.
Su culto estaba muy extendido en la antigua Roma y aún quedan numerosos vestigios, entre ellos el nombre del monte Gianicolo o Janículo, donde según la leyenda, Jano creó la actual capital italiana; y un imponente arco bautizado en su honor en esta misma ciudad.
El monumento más antiguo dedicado a esa divinidad en Roma fue el Ianus Geminus, erigido en el Foro Romano. Su construcción se atribuye al propio fundador del reino, Rómulo, o a Numa Pompilio, su sucesor, el mismo que le dio el nombre de aquel al primer mes del calendario.
Su ubicación exacta se desconoce, pero todo indica que, aunque originalmente se encontraba en la zona del Argiletum, fue destruido y posteriormente reconstruido en la plaza del Foro Transitorio por Domiciano, de ahí que sus restos se encuentran bajo la visitada Via dei Fori Imperiali, del centro histórico capitalino.
Otro templo dedicado a Jano se ubicaba en el Foro Olitorio, bajo las laderas occidentales del Campidoglio, y fue edificado por el cónsul Gaio Duilio durante la primera Guerra Púnica, en el 260 antes de nuestra era.
Restos del mismo, incorporados a la iglesia de San Nicola in Carcere, fueron encontrados en 1929 durante la demolición de un barrio ubicado entre el Campidoglio y el río Tíber.
Especialmente marcada era la asociación entre ese dios y el de la guerra, Marte, de ahí que cuando los antiguos romanos emprendían sus campañas militares se abrían en sus templos las denominadas Puertas de Jano, para asegurar la victoria.
INFLUENCIA PRESENTE
El culto a ese dios se extendió en el tiempo, aún luego de que el cristianismo pasó a ser la religión oficial, y se mantuvo oculto en las raíces más profundas de las creencias del pueblo.
En el 537 de nuestra era, cuando Roma estaba asediada por los ostrogodos y todo se creía perdido, según cuenta en sus crónicas el historiador Procopio, desconocidos abrieron en la noche las Puertas de Jano, cerradas desde el 390 por el emperador Teodosio, quien prohibió los cultos paganos. Los atacantes fueron derrotados.
En difíciles tiempos como los que vivimos, se recuerda la importancia que en épocas antiguas tuvo esa divinidad de los cambios y los buenos augurios.
Una imponente escultura de cuatro metros de altura en honor a ese dios se erigió en la central ciudad toscana de Subbiano, y fue inaugurada en septiembre de 2020 en medio de los momentos más complejos de la lucha contra la pandemia de la Covid-19, que afectó en Italia a más de 25 millones personas y causó 185 mil muertes.
Por fortuna para la humanidad Jano, con sus dos rostros -el del anciano venerable capaz de explorar las experiencias del pasado y el del joven, de mirada firme-, que desde el presente apunta con nuevas ideas y bríos hacia el futuro, seguirá discretamente abriendo nuestros años.
arb/ort