Pero cuidado, porque hace precisamente cuatro décadas la humanidad se enfrenta a la emergencia y reemergencia de padecimientos infectocontagiosos, algunos controlados y casi olvidados y otros nuevos, ya que los cambios en la manera en que las personas habitan el planeta ofrecen a los virus y las bacterias múltiples posibilidades de desarrollarse.
Cada día surgen nuevas dolencias a un ritmo sin precedentes, y nada indica que esa tendencia se invertirá, por la fuerza que cobran las llamadas enfermedades emergentes y reemergentes favorecidas por múltiples factores sociales, económicos, culturales, medio ambientales y sanitarios.
Así, los grandes brotes (dengue, cólera, ébola y Covid-19, por solo mencionar algunos) del presente siglo hicieron añicos los supuestos acerca de la vulnerabilidad del mundo respecto a las enfermedades nuevas y reemergentes.
También la mayoría de los expertos pensaban que los patógenos exóticos que tanto sufrimiento causan en el mundo en desarrollo nunca amenazarían a los países ricos, con su alto nivel de vida y sistemas de salud avanzados.
Considerado por los expertos un concepto joven, el de enfermedades emergentes y reemergentes surgió a inicios de la década de 1980 por una sobrevaloración de la erradicación de la viruela y el control de enfermedades infectocontagiosas mediante vacunas y antimicrobianos.
Otro elemento de gran peso fue el reconocimiento del VIH (virus de inmunodeficiencia humana) y el inicio de la epidemia del Sida en 1982.
Ambos son tomados como referencia, porque con anterioridad hubo cierto abandono de los programas de vigilancia, control y vacunación al dirigirse la atención a las enfermedades no trasmisibles, abordadas hasta entonces sin un interés sanitario internacional.
Comenzó entonces lo que epidemiólogos, microbiólogos, sociólogos, administradores de salud y autoridades sanitarias denominaron transición epidemiológica de las enfermedades infecciosas, clasificadas en 1992 por el Instituto de Salud de Estados Unidos como una amenaza microbiana.
Ante la alerta emitida por esa institución y por la prevalencia registrada, cinco años más tarde la Organización Mundial de la Salud declaró a 1997 como Año de Lucha Contra las Enfermedades Nuevas y Reemergentes, para llamar la atención y generar conciencia respecto al nuevo panorama epidemiológico.
Lecciones para el presente y futuro
La literatura médica recoge que en los últimos 25 años aparecieron más de 30 nuevos microorganismos causantes de enfermedades espectaculares y mortíferas, en tanto muchas dolencias comunes reaparecen y se propagan con rapidez después de períodos de supuesto control.
Entrevistado por Prensa Latina para su sección Escáner, el jefe del Departamento de Enfermedades no Trasmisibles del Ministerio de Salud Pública de Cuba, el doctor Salvador Tamayo, aseguró que la aparición de estas enfermedades constituyen una lección para el presente y el futuro de la salud pública internacional.
Al respecto desestimó abandonar la vigilancia epidemiológica, ya que las afecciones infectocontagiosas no se pueden descuidar como lo probó la pandemia de la Covid-19, pues sus brotes son una amenaza constante.
“Hay que vigilarlas y prevenirlas con el mismo énfasis con que se atienden aquellas llamadas no trasmisibles, pues no estaban erradicadas ni controladas, y nunca será así, por las causas, condiciones y factores que las generan”.
Tamayo significó que la infectología es una disciplina dinámica con un quehacer multidisciplinario, algo que corrobora una frase del prestigioso científico e inmunólogo estadounidense Anthony Fauci, quien afirmó en 2022:
“La aparición de nuevas infecciones y el resurgimiento de las antiguas son en gran medida el resultado de las interacciones humanas con la naturaleza y de su invasión. A medida que las sociedades se expanden en un mundo cada vez más interconectado y la interfaz humano-animal se ve perturbada, se crean oportunidades, ayudadas por los cambios climáticos, para que surjan agentes infecciosos inestables, salten entre especies y, en algunos casos, se adapten para propagarse entre los humanos”.
Tal reflexión explica por qué las arbovirosis trasmitidas por vectores que fueron manejadas como enfermedades tropicales, hoy aparecen en altitudes altas y frías o en regiones bajas como Argentina, significó el galeno cubano.
Para muchos científicos los viveros más probables para nuevas enfermedades eran las selvas de África y las hacinadas ciudades de Asia, sin embargo, apareció el síndrome respiratorio de Oriente Medio, o MERS, en Arabia Saudita en 2012, un entorno desértico y árido con la variante de que fueron los camellos y no las aves los que lo transmitieron.
Como esos otros brotes, el Ébola en África Occidental le reservó a la comunidad médica internacional varias sorpresas, cuya comprensión aportó conocimientos y ayuda al mundo a prepararse para enfrentar eventos similares en el futuro.
Al abundar en los factores que propician estos males, Tamayo ponderó el consumo de animales provenientes de contextos vírgenes, la pobreza y vida marginal.
También destacó la resistencia antimicrobiana, considerado hoy uno de los problemas sanitarios de mayor envergadura a nivel internacional, lo que explica el surgimiento de algunas bacterias y gérmenes que en su modificación genética producen manifestaciones clínicas muy letales, de una virulencia y transmisibilidad muy alta.
Aún sin suficiente información probatoria, consideró atinado no desestimar la guerra biológica, a la cual se le dedican millonarios recursos, como un elemento a tener en cuenta entre las causas de las enfermedades emergentes y reemergentes.
De condenable calificó el especialista al movimiento antivacunas, que parece absurdo pero es real y con mucha fuerza en varios países con la promoción mal intencionada de informaciones y criterios científicos falsos, que hace resurgir enfermedades como el sarampión, la rubiola y la parotiditis.
A ello se suma el deterioro de los sistemas sanitarios por la pandemia de la Covid-19, sin distinción de países ricos y pobres, que impiden a más de tres millones de personas acceder a servicios médicos y programas de salud, y la imposibilidad de muchas naciones de alcanzar la cobertura sanitaria universal.
No se puede desconocer tampoco el peso de la zoonosis (enfermedades de origen animal trasmitidas a las personas) que aun cuando no generan brotes o epidemias, representan más del 70 por ciento del reservorio infectocontagioso de nuevas enfermedades emergentes y reemergentes.
Según la Organización Mundial de la Salud, existen 20 causas principales de muerte prematura en el mundo, de las cuales la mitad de ellas son dolencias de etiología infecciosa, siendo las responsables también del 70 por ciento de esos decesos en los países subdesarrollados y constituyen la tercera causa de tales fallecimientos a nivel global.
Razones suficientes para que la humanidad tenga ante sí una amenaza permanente, porque no hay una región en la Tierra que escape de estas enfermedades, y la movilidad de las personas que se da hoy contribuye a su expansión.
arb/crc