El nuevo buque insignia de la Armada británica de 65 mil toneladas y su grupo de ataque integrado por ocho barcos de apoyo, un submarino y cinco escuadrones aéreos, visitaron más de 40 países durante los siete meses que estuvo en el mar el año pasado, pero su destino principal fueron las disputadas aguas del Mar de China Meridional.
Según anunció el primer ministro conservador británico, Boris Johnson, al despedir a la flota en mayo pasado en Portsmouth, uno de los objetivos del viaje era demostrarle a Beijing que el Reino Unido cree en el Derecho Internacional del Mar, y que estaba dispuesto a “vindicar ese punto.”
Con el portaaviones aún de maniobras en las inmediaciones de China, Londres, Washington y Canberra sorprendieron al mundo en septiembre pasado con el anuncio de un pacto militar tripartito que amenaza con desestabilizar la geopolítica en toda la región del Pacífico.
Conocida como Aukus, por el acrónimo en inglés de Australia, Reino Unido y Estados Unidos, la alianza fue forjada en secreto, a espaldas de la Unión Europea (UE), y en particular de Francia, que perdió un contrato multimillonario previamente sellado con los australianos para el suministro de submarinos convencionales.
A la avalancha de críticas vertidas desde París y los llamados de alerta hechos por China, Johnson ripostó que esos tres países son aliados naturales, y que la nueva asociación será cada vez más vital para defender sus intereses alrededor del mundo y proteger a sus ciudadanos en casa.
La secretaria general de la Campaña para el Desarme Nuclear, Kate Hudson, consideró, sin embargo, que el anuncio sobre el nacimiento de Aukus fue cuidadosamente planeado para distraer la atención sobre la derrota sufrida por Estados Unidos en Afganistán.
En un artículo publicado en el sitio electrónico de la organización pacifista Stop the War, Hudson también apuntó que al igual que en ocasiones anteriores, el Reino Unido se montó en el carro estadounidense con la esperanza de obtener ganancias con la producción de los reactores nucleares para los submarinos australianos y tratar de potenciar su nuevo perfil como potencia global post-Brexit.
Más allá de la pesadilla estratégica creada por Aukus, hay muchas más cosas que no están claras aún, advirtió la activista, tras señalar que el Tratado de No Proliferación Nuclear establece claramente que el intercambio de esa tecnología solo puede tener fines pacíficos.
Carrera armamentista y gastos militares
En el plano doméstico, el Reino Unido también se sumó recientemente a la carrera que mantienen las grandes potencias para desarrollar misiles hipersónicos, porque, como expresó al diario Times el jefe del Estado Mayor Conjunto británico, Tony Radakin, “no los tenemos, y debemos tenerlos”.
Las aspiraciones británicas en el terreno militar tras la ruptura con la UE ya las había esbozado Johnson en noviembre de 2020, cuando presentó al Parlamento lo que definió como la mayor reorientación estratégica de la nación desde la Guerra Fría.
Unos meses después, se publicó el informe que cataloga abiertamente a Rusia como la mayor amenaza para el Reino Unido y a China de ser un peligro sistémico para la seguridad económica, y contempla un incremento de más de 32 mil millones de dólares del presupuesto militar británico.
En el plano nuclear se decidió también prescindir del tope inicial de 180 ojivas fijado para la década actual, y elevarlo a 260, porque según el gobierno conservador, el cambiante entorno de seguridad y el amplio rango de amenazas tecnológicas y doctrinarias así lo justifican.
Para la organización pacifista británica Peace Pledge Union (PPU), ese incremento sin precedente del presupuesto militar desde la guerra de Corea en la década de 1950 del siglo pasado, convirtió al Reino Unido en el cuarto país que más dinero invierte en armamentos y el sector castrense en general.
Esto demuestra el predominio de un pensamiento militarista, promovido en parte por la influencia que tienen los jefes militares y las compañías fabricantes de armas dentro del Gobierno, aseguró a Prensa Latina el director de Comunicaciones y Campaña del PPU, Symon Hill.
De acuerdo con el activista, el Partido Laborista tampoco hizo mucho por oponerse al incremento del presupuesto de defensa, hecho que atribuyó al temor de recibir una mala publicidad en la prensa de extrema derecha.
Hill también consideró indignante que el gobierno decidiera aumentar los gastos militares en momentos en que el país se enfrentaba a la pandemia de Covid-19.
Esta enfermedad ha sido un recordatorio mortal de que las fuerzas armadas no nos pueden salvar, por lo que, en vez de prepararnos para la guerra, necesitamos trabajar mancomunadamente con otras naciones en el enfrentamiento de los peligros que amenazan a toda la humanidad como son las pandemias, la pobreza y el cambio climático, sentenció.
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