Para una niña enfermiza que constantemente debía acudir a centros asistenciales de salud, los portadores de la bata blanca representaban los salvadores que a golpe de talento y profesionalidad curaban sus males, a la vez que plantaban la semilla de la Medicina.
Esa pequeña creció y es hoy la directora del hospital provincial Comandante Faustino Pérez, de Matanzas, y responde al nombre de Taymí Martínez Naranjo, aunque para la mayoría de las personas doctora es la palabra con la que la llaman al iniciar una conversación.
Entregada y desinhibida en su profesión, pero cautelosa ante las preguntas del periodista, Martínez Naranjo abrió sin temor el baúl de los recuerdos para entregarnos su historia, marcada por la entrega a la salud cubana.
“Al ingresar en el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas de Matanzas (Ipvce) Carlos Marx, siempre tuve claro que mi única opción de estudios universitarios sería la Medicina, aquellos encuentros recurrentes en centros de salud me dieron la idea de lo que quería estudiar”, cuenta a Prensa Latina.
Para ella no hubo nunca alternativa y al terminar el Ipvce obtuvo la carrera, con lo cual comenzaría una nueva etapa en su vida, que exigió una gran dedicación al estudio, mucha más que la mostrada hasta ese momento, pero pese a lo complejo del principio, logró adaptarse de a poco.
La residente en la barriada de Pastorita, en la ciudad de Matanzas, evoca que los primeros encuentros con la Medicina le permitirían conocer del mundo de la cirugía general gracias en buena medida al apoyo de la doctora Eglys Rodríguez, primera mujer neurocirujana de la provincia.
“Me atraía la cirugía y al ingresar por vez primera a un salón de operaciones nació el amor al observar todos los procedimientos y el trabajo que se hacía, a partir de ese instante la cirugía general llegaría para quedarse en mi labor profesional”, rememora.
APRENDIZAJE EN TIERRAS LEJANAS
Los estudios avanzaban para la futura galena y a las puertas de la graduación viene un primer gran reto, al cumplir misión internacionalista como interna de sexto año en el estado de Bolívar, en Venezuela, al frente de 20 jóvenes también internos, como parte del Segundo Internado Profesionalizante perteneciente a la misión Barrio Adentro I.
Durante su estancia de un año en tierras venezolanas, Martínez Naranjo confiesa que el saberse la opción para las personas que allí residían demandó una enorme responsabilidad, si bien el trabajo era muy bonito, pues atendían niños, embarazadas, adultos y hacían lo que hiciera falta.
“En Venezuela cumplí el sueño de todo estudiante de ejercer como doctor, quería hacer todo perfecto y la emoción se palpaba en cada jornada, pero siempre con la idea de la gran responsabilidad que asumíamos en nombre de la medicina cubana”.
Tras la experiencia vivida en 2010, llega el 2011 con la primera meta alcanzada, al obtener el título y formar parte del movimiento Mario Muñoz, compuesto por los estudiantes más integrales y con mejores resultados.
Con pasos bien firmes dentro de un camino largo y comprometido, la joven ya forjaba un nombre entre sus colegas, gracias a una profesionalidad que le permitía enfrentar retos personales y laborales tal vez impensados.
“Luego de mi graduación me vinculo un año al trabajo en un área de difícil acceso, ubicada en Sabana Grande y Hato de Jicarita, perteneciente al municipio de Unión de Reyes, con una población de 200 pacientes; debido a la lejanía del sitio viajaba a mi casa cada 15 días”, relata.
“Nunca antes había sacado agua de un pozo, montado en una bicicleta ni realizado muchas cosas que hice en aquella zona, pero lo vivido siempre ayuda a tener diferentes puntos de vista, sensibilidades y asumí el trabajo con responsabilidad pues para ser médico hay que aprender de la vida y ayudar a los demás sin importar circunstancias”.
La oportunidad de cumplir misión regresa en 2012 y nuevamente por el período de un año se traslada a Venezuela, específicamente al estado de Miranda, y al regresar a Cuba trae consigo además de nuevos conocimientos el mayor tesoro: su hija.
“En Venezuela comencé la especialidad de Médico General Integral (MGI), la cual concluí tan pronto regresé a Cuba, mientras iniciaba posteriormente la residencia de cirugía general cuando mi hija tenía apenas 11 meses”.
Con una formación como MGI y cirujana general, el trabajo en el hospital Comandante Faustino Pérez fue convirtiéndose en un hogar, sin saber que llegaría un día en que sería la “madre” de esa familia.
Joven doctora dirige hospital en Cuba
DE NAVEGANTE A TIMONEL
El 2020 golpeaba muy duro en el mundo, con la Covid-19 como un verdugo que cobraba vidas por doquier y Matanzas no escapaba a tal panorama, entonces llegó otro reto para la doctora Martínez Naranjo: la dirección del hospital Comandante Faustino Pérez.
“Las máximas autoridades del territorio hablaron conmigo sobre la dirección del hospital, dije que sí; el centro se encontraba batallando contra la Covid-19 y cada galeno hacía su trabajo, y aunque resultó complejo recibí el apoyo de mis compañeros”, recuerda sobre aquellos momentos.
A partir del 12 de julio de 2020 tomó responsabilidades como directora en funciones y de forma oficial el 14 de noviembre asumió el mando de una instalación que lleva el peso de la carga asistencial de la provincia y que durante la pandemia constituyó epicentro de combate contra el coronavirus.
Existen pensamientos populares que afirman cómo las batallas más fuertes se les dan a los mejores guerreros y tal pareciera que la vida profesional de Martínez Naranjo está marcada por ese sentir, al enfrentar en agosto pasado otro episodio delicado tras los sucesos acontecidos durante el incendio en la Base de Supertanqueros.
“Esos días resultaron bastante complicados: la lucha por salvar las vidas de los heridos, la atención a familiares, la prensa y estar ocho días durmiendo en la oficina sin ir a casa y alejada de mi hija.
“Pese a lo atípico del panorama solo cumplía con mi deber, es reconfortante el amor y el aprecio del pueblo, pero siempre digo que no me considero con el calificativo de héroe, pues estudié y ejerzo lo que amo: salvar vidas”.
Con 35 años vividos, los deseos de hacer de una niña y la madurez de una encumbrada catedrática, la doctora asegura que mucho se habla de los jóvenes de la Cuba de hoy, en la mayoría de los casos para mal, sin saber que la juventud actual tiene lenguajes y discursos diferentes que no ponen en riesgo los valores y la moral.
“Cada generación es diferente, los jóvenes actualmente vienen sin prejuicios y con amor hacia todos sin importar orientaciones sexuales, religiosas, culturales… y particularmente los vinculados a la medicina continúan con los mismos deseos de hacer y de luchar por mantener a la salud en Cuba como un logro de la Revolución”, afirma.
Taymí Martínez Naranjo confiesa, ya con la soltura de un diálogo que dejó al desnudo gran parte de su vida, que la salud se mantendrá siempre como un estandarte si sabemos mantener el asesoramiento de personas con experiencia y la retroalimentación con los jóvenes, pues estos imprimen siempre una sensibilidad que cura.
Encargada de dirigir un centro con dos mil 700 trabajadores que diariamente atiende más de mil personas, la galena anhela realizar su doctorado y el segundo grado en cirugía general, pero por ahora pospone esos otros retos para guiar al hospital y llevar cada día a su niña de ocho años a la escuela.
La vida lleva por caminos impensados y así le sucedió a esta doctora, quien de niña paciente se convirtió en una joven directora de hospital.
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