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miércoles 8 de mayo de 2024
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ESCÁNER: Coliseo de Roma, el prodigio de abrir las puertas al pasado (+Audio +Fotos +Video)

Roma (Prensa Latina) El emperador Vespasiano ordenó construir el Anfiteatro Flavio en el año 70 de nuestra era, una obra impresionante que al pasar los siglos abriría eternamente a sus visitantes las puertas del pasado como Coliseo de Roma.
Por:
Oscar Redondo
Corresponsal jefe en Italia

Para su ubicación se eligió un céntrico valle entre las colinas Palatina, Celia y Esquilina, donde anteriormente se encontraba un lago artificial creado a un costado de la Domus Aurea o Casa de Oro del emperador Nerón, cuyo legado pretendía eliminar del recuerdo.

Ese palacio fue demolido, el lago resultó secado, los trabajos para construir la monumental edificación se extendieron durante una década, pero Vespasiano murió pocos meses antes de la terminación, por lo que fue el hijo, el emperador Tito, quien lo inauguró en el año 80 con espectaculares ceremonias extendidas durante 100 días.

Con el nombre oficial se pretendía honrar a la dinastía Flavia, la cual dominó el Imperio Romano entre el 68 y el 96 de nuestra era, sin embargo, el destino quiso que esa obra, construida con el propósito de borrar la memoria de Nerón, fuera bautizada por el pueblo como Coliseo, por su cercanía a una estatua de más de 30 metros de altura de ese emperador.

Desde su inauguración se mantiene como el anfiteatro más grande del mundo, y es sin dudas el de mayor majestuosidad y valor arquitectónico, arqueológico, cultural e histórico, símbolo de la grandeza del Imperio Romano y actual emblema de Italia, en particular de su capital.

La admirable edificación se destinó a brindar de forma gratuita a los habitantes de Roma grandiosos espectáculos como las luchas de gladiadores (munera gladiatoria), simulaciones de caza de animales feroces y exóticos (venationes), así como combates navales (naumachias), para los cuales existía un sistema que posibilitaba inundar el escenario.

Se extiende sobre una superficie de 24 mil metros cuadrados y tiene 189 metros de largo, 156 de ancho y una altura de más de 48 metros, con cuatro niveles capaces de acoger hasta 55 mil espectadores, los cuales podían sentarse en sus gradas, formadas por escalones de ladrillo revestidos de mármol.

El palco del emperador ofrecía la mejor vista de los acontecimientos que se desarrollaban en la arena, y su asiento estaba estratégicamente situado a una mayor altura para simbolizar poder y autoridad.

En el piso más cercano al escenario, o pódium, se sentaban los ciudadanos ilustres, senadores, magistrados y sacerdotes, mientras el último, hecho de madera y llamado maenianum summum in ligneis, se destinaba a los más pobres, y en las zonas intermedias el público se ubicaba por su posición social.

La arena, donde se escenificaban los espectáculos, escondía al hipogeo, como se denominaba el entramado de mazmorras y túneles, con sistemas de ascensores, donde los gladiadores esperaban su momento de gloria o muerte.

Los preparativos se llevaban a cabo en esos sótanos desde los que se abrían trampillas por las cuales aparecían por sorpresa hombres y animales, alzados a la superficie mediante un complejo sistema de cabrestantes con maderas y cuerdas.

Levantada sobre una base de madera, dicha arena medía 76 metros de largo por 46 de ancho. Desde 2014 está en marcha un proyecto, con un costo superior a los 18 millones de euros, para reconstruirla.

Se utilizaron para la construcción del Coliseo bloques de travertino, hormigón, madera, ladrillo, piedra, mármol y estuco. Sus tres primeros niveles, u órdenes arquitectónicos, están formados por 80 arcos enmarcados por semicolumnas, mientras el cuarto se encuentra dividido en paneles con ventanas.

En ese último orden se intercalaban, en la mampostería, soportes de madera que sostenían una inmensa lona (velarium), la cual protegía a los espectadores del sol y la lluvia.

La edificación contaba con 80 puertas de entradas, con bellas columnas que las sostenían, y sus estilos eran distintos en cada piso: toscano en la planta baja, jónico en las intermedias y corintio compuesto en las superiores.

Abrió sus puertas por casi cinco siglos, y los últimos juegos se celebraron allí en el 523, durante el reinado de Teodorico, después de la caída del Imperio Romano de Occidente, ocurrida en el 476 de nuestra era.

Durante esos 500 años, en los que el Coliseo albergó toda clase de combates, murieron allí unos 300 mil hombres y cerca de un millón de animales, según cálculos de analistas.

En la época medieval sirvió como refugio, fábrica y sede de una orden religiosa, que erigió en su interior una iglesia, aunque también fue usado como fortaleza por las familias nobles romanas Frangipane y Annibaldi.

Fue utilizado además como cantera, pues de sus ruinas se extrajeron materiales para construir otros edificios, por lo cual ahora resulta imposible apreciar la belleza de los 100 mil metros cúbicos de mármol empleados originalmente en la construcción.

Esta expoliación continuó hasta que en el 1749 el papa Benedicto XIV lo consagró y convirtió en santuario, en honor a los cristianos martirizados y asesinados allí durante los primeros años de esa religión.

Por otra parte, la estructura del Coliseo sufrió graves daños como consecuencia de varios terremotos, como los ocurridos en 801 y 847, pero en particular por el de gran magnitud que asoló a Roma en 1349, e incluso le produjo serias afectaciones la explosión de una bomba lanzada desde un avión durante la Segunda Guerra Mundial.

Los esfuerzos para su conservación comenzaron en el siglo XIX bajo la dirección del papa Pío VIII, y en 1820 se terminaron varios contrafuertes que son claramente distinguibles hoy en día, sin los cuales el edificio probablemente se habría derrumbado, mientras los proyectos de restauración, iniciados en 1990, aún continúan.

En 1980 la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) lo designó como Patrimonio de la Humanidad, y en 2007 un concurso internacional lo ubicó entre las Siete Nuevas Maravillas del Mundo Moderno, lo cual en ambos casos solo significó formalizar lo que siempre fue un hecho.

El Coliseo es uno de los lugares de mayor interés turístico en Italia y el mundo, con unos seis millones de visitantes anuales, quienes deben pagar entre 16 y 40 euros para acceder al interior; el recorrido incluye los sitios arqueológicos adyacentes del Palatino y el Foro Romano.

El área exterior impacta por su belleza y esplendor, que lo conecta con la ciudad moderna, a la cual aporta un sello de identidad, pero cruzar las puertas, adentrarse en los pasadizos, ver y palpar las ruinas emociona a los espectadores ante esa creación que desde hace dos milenios deslumbra a la humanidad.

arb/ort

Colaboraron en este trabajo:
Amelia Roque
Editora Especiales Prensa Latina
Laura Esquivel
Editora Web Prensa Latina
Alberto Salazar
Jefe de la Redacción Asia
David Reyes
Prensa Latina Televisión
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