miércoles 2 de abril de 2025

Enrique Figuerola y las puertas del Olimpo

La Habana (Prensa Latina) Enrique Figuerola Camué fue el hombre que, en el otoño de 1964, reabrió las puertas del Olimpo a los cubanos, después de una espectacular carrera de 100 metros planos en la Tierra del Sol Naciente.

Por Boris Luis Cabrera

De la redacción de Deportes

«El Fígaro», entró segundo a la meta en aquella cita bajo los cinco aros, solo superado por el estadounidense Robert Hayes, quien igualó el récord mundial con 10.05 segundos.

Aquella medalla de plata, no solo representó la primera presea olímpica para el atletismo cubano, sino que también simbolizó el despertar de una nación en el ámbito deportivo internacional.

Luego de esa gesta, el campo y pista de este país caribeño acumuló hasta ahora 44 medallas, 11 de ellas doradas, y un total de 238 entre todas las disciplinas deportivas, para colocarse en el lugar 16 de la tabla general por países.

Al recibir este mes de marzo el título de Doctor Honoris Causa otorgado por la Universidad de las Ciencias de la Cultura Física y el Deporte (Uccfd) Manuel Fajardo, Figuerola, con 86 años de edad, revivió aquellos días gloriosos y los recuerdos se alborotaron en su mente como un fiero huracán de ideas.

«Recibir este honroso premio ha sido lo más grande que me ha pasado en la vida después de aquella actuación», declaró a Prensa Latina.

«Todo este tiempo he estado pensando en el Comandante en Jefe Fidel Castro, que fue quien comenzó realmente todo este movimiento deportivo», le confesó.

El exatleta, que cuatro años después ganó otro metal plateado en los Juegos Olímpicos de México como integrante del relevo corto, contó que Fidel le pidió ayuda para impulsar el deporte en el país, porque ya lo había visto desde los tiempos de su lucha en la Sierra Maestra y conocía de sus cualidades.

En 1960, en la cita estival de Roma, Figuerola rozó la gloria al finalizar cuarto en la final del hectómetro con un tiempo de 10.44 segundos y al siguiente año, cuando regresó de una gira por los países socialistas, el líder histórico de la Revolución cubana lo estaba esperando para proponerle esa misión, que jamás ha dejado de cumplir.

Minutos antes de comenzar la solemne ceremonia donde recibió el Doctorado en Ciencias del Deporte, el natural de la oriental provincia de Santiago de Cuba, también recordó a su gran amigo y atleta Lázaro Betancourt, desaparecido físicamente el pasado mes de enero.

«Su fallecimiento fue un golpe duro y violento para mí», dijo con la voz quebrada mientras unas lágrimas se asomaron en sus pupilas.

Betancourt, además de dejar su impronta como vallista, formó parte de la comisión técnica de la hoy llamada World Athletics y recibió en 2003 el Botón de Veterano de ese organismo.

Estuvo también entre las personalidades exaltadas en 2005 al Salón de la Fama de la Confederación de Atletismo de Centroamérica y el Caribe y fue coautor de varios libros dedicados al entrenamiento deportivo y a las estadísticas en el atletismo.

«Estoy muy conmovido porque estuvimos juntos todo el tiempo y él era el que iba a decir las palabras previas a mi investidura en esta mañana tan especial para mí», confesó

El nombre de Figuerola, primer ganador de la célebre Encuesta Deportiva Anual de Prensa Latina, resuena en las pistas como el eco de un relámpago que desafía al viento, y sigue marcando hitos imborrables en la historia deportiva de la nación.

Fue además titular en Juegos Panamericanos y Centroamericanos y del Caribe y tuvo el privilegio de ser, durante una década, el hombre más veloz de Cuba, dueño de 29 récords nacionales absolutos.

El seis veces seleccionado el Atleta del Año en Cuba y en dos ocasiones de América Latina, también recuerda como uno de los momentos más felices de su vida cuando Fidel le entregó el trofeo del más destacado de la década, después de retirarse con la edad de 31 años.

Tras colgar sus zapatillas de competencia, no se alejó de las pistas que lo vieron triunfar. Dedicó su vida a la formación de los jóvenes talentos, con quienes compartió su sabiduría y experiencia como entrenador y mentor.

Su legado perdura en cada atleta que, inspirado por su ejemplo, se lanza a conquistar sus sueños con la misma pasión y entrega que él demostró.

El reconocimiento que le dio la casa de altos estudios, no solo celebra sus hazañas como deportista, sino también su incansable labor en pro del desarrollo deportivo y es un tributo a su vida dedicada al deporte, a su compromiso con la excelencia y a su influencia perdurable en la cultura física de la nación.

«Estoy muy satisfecho, es un privilegio haber llegado hasta aquí. Quiero decirles a las nuevas generaciones que para tener resultados hay que tener unidad y ser patriota por encima de todo», concluyó.

Enrique Figuerola es un símbolo de perseverancia, dedicación y amor por su patria, y su historia continúa inspirando a los atletas, recordándoles que, con esfuerzo y pasión, es posible alcanzar la gloria.

Al recibir la ovación en la Sala Magistral de la Universidad del Deporte, después de ser investido por el rector Silvano Merced con semejante reconocimiento, «El Fígaro» sabe que será inmortal en la memoria colectiva de un pueblo.

arc/blc

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