jueves 30 de enero de 2025

El Jubileo, la esperanza y la transformación del mundo (+Fotos)

Vaticano (Prensa Latina) Al iniciar el XXVII Jubileo de la Iglesia católica, el papa Francisco pronunció una homilía, en la cual llamó a transformar el mundo, desfigurado por la lógica de la ganancia, plagado de pobreza, esclavitud y conflictos.

Por Oscar Redondo

Corresponsal jefe ante la Santa Sede

En la tradicional misa de Nochebuena del pasado 24 de diciembre, tras la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro que marcó el comienzo del Año Jubilar, el Sumo Pontífice expresó que “la esperanza es incompatible con la vida tranquila de quien no alza la voz contra el mal y las injusticias cometidas contra los más pobres”.

El 9 de mayo de 2024, Francisco entregó la bula de convocación a esa festividad católica y decidió como su tema “Spes non confundit”, frase en latín referida a “la esperanza que no defrauda”, una espera anhelosa de alcanzar lo deseado, y que “sostiene el camino de nuestra vida incluso cuando parece tortuoso y agotador”.

La esperanza, según expresó ese día “nos hace soñar con una nueva humanidad y nos da coraje para construir un mundo fraterno y pacífico, cuando parece que no vale la pena el esfuerzo”.

“La sociedad en la que vivimos lo necesita, muchas veces inmersa sólo en el presente e incapaz de mirar hacia el futuro, y lo necesita nuestra época, los pueblos, las naciones, que afrontan el futuro con ansiedad y temor, mientras las injusticias continúan, los pobres son descartados y las guerras siembran muerte, añadió.

También necesitan esperanza los jóvenes, a menudo desorientados pero deseosos de vivir plenamente y los mayores, porque la cultura del despilfarro ya no sabe respetar y escuchar”, aseveró.

El Obispo de Roma hizo entonces otro llamamiento para la condonación en el Año Jubilar de la deuda de los países pobres, y a la creación con los gastos bélicos de un fondo para abolir el hambre, así como a que los estadistas asuman un compromiso de paz porque, “¿es demasiado soñar que las armas dejarán de causar destrucción?”.

Francisco pidió traer y sembrar esperanza, durante el Jubileo, “en el sufrimiento que se clava en el alma; en las largas y vacías jornadas de los prisioneros, en las estrechas y frías habitaciones de los pobres, en los lugares profanados por la guerra y la violencia”.

Este XXVII Jubileo, que se extenderá hasta el 6 de enero de 2026, es una celebración con raíces profundas narradas en el Antiguo Testamento, el cual describe que, según la tradición judía, cada cinco décadas se decretaba un año de paz, de reconciliación, en el que se liberaba a los esclavos y se devolvían las tierras confiscadas.

En el contexto cristiano, la primera de estas festividades católicas fue instituida en el año 1300 por el Papa Bonifacio VIII, como un tiempo para el perdón y la renovación espiritual.

Tras concluir esa celebración inicial y sus plazos fueron fijados por ese pontífice cada 100 años, pero a raíz de una petición de fieles romanos, hecha al Papa Clemente VI en el año 1342, el período se redujo a cinco décadas.

En 1389 Urbano VI fijó el ciclo cada 33 años, y convocó un Jubileo para 1390 pero, tras su muerte, el mismo se llevó a cabo durante el pontificado de Bonifacio IX.

El último en celebrar un Jubileo de cinco décadas fue el Papa Nicolás V en 1450, ya que Pablo II redujo el período a 25 años y, a partir de entonces, los jubileos ordinarios se efectuaron en esos intervalos regulares.

El 29 de noviembre de 1998, el papa Juan Pablo II proclamó el Gran Jubileo del año 2000 con la bula Incarnationis Mysterium, y como parte del mismo realizó varias peregrinaciones y gestos simbólicos no incluidos en las prácticas habituales, como la petición de perdón por el martirologio de los cristianos asesinados en el siglo XX.

Con la bula Misericordiae Vultus del 11 de abril de 2015, a solo tres quinquenios del anterior, el papa Francisco declaró un Jubileo extraordinario dedicado a la misericordia, convocado en ocasión de celebrarse el 50 aniversario del fin del Concilio Vaticano II.

Entre los momentos de mayor significado de los Jubileos se destacan las aperturas de las Puerta Santas de las Basílicas Papales de San Pedro, San Pablo de Extramuros, San Juan de Letrán y Santa María la Mayor.

Dichas puertas, que se sellan al final de estas fiestas y se reabren únicamente para las siguientes, tienen una marcada importancia pues, según la fe católica, “cruzarlas representa un signo tangible de conversión y un camino hacia la salvación, un acto simbólico, que va acompañado de oración, reflexión y participación en los sacramentos”. El peregrinaje a Roma y a la Santa Sede es una de las prácticas más comunes en estas fechas, durante las cuales tendrán lugar cientos de ceremonias litúrgicas, encuentros de oración, misas solemnes en las basílicas vaticanas, audiencias con el Papa, procesiones, vigilias, así como eventos especiales sobre diversos temas.

Sin embargo, “un Jubileo que se reduzca al turismo no sirve, eso me da miedo”, expresó el Sumo Pontífice en una entrevista, de ahí que decidió que muchas diócesis en todo el mundo abran Puertas Santas en catedrales y santuarios designados, para permitir que los fieles vivan la experiencia jubilar dentro de sus comunidades locales.

Como un hecho inédito en la historia de la Iglesia católica, Francisco abrió el pasado 26 de diciembre la Puerta Santa de la cárcel romana de Rebibbia, un gesto con el que transmitió el mensaje de que “en los malos momentos uno piensa que todo se acabó, que nada se puede resolver, pero la esperanza nunca decepciona”.

El 24 de diciembre pasado, al iniciar este Jubileo, el Santo Padre llamó a que “pensemos en las guerras, en los niños ametrallados, en las bombas contra escuelas y hospitales”, e instó a los fieles y personas de bien de todo el mundo a que “nos indignemos ante las cosas que están mal y tengamos el coraje de cambiarlas”.

arc/ort

 

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