Por Roberto F. Campos
De la redacción de Economía
Fotos del autor
La vinculación de turismo y ciencia, y hasta poesía, se puede decir, forman parte de ese escenario cienfueguera.
En una reciente estancia de este escribidor, ese espacio lleno de verdor proporcionó un remanso de descanso, observación, silencio y conocimiento científico y alejó las preocupaciones sobre las dificultades económicas nacionales.
Los expertos consideran al jardín botánico entre los más importantes de Cuba, de ahí que durante Convenciones Internacionales de Turismo de Naturaleza o de la Feria Internacional de Turismo de Cuba (FITCuba), sea escogido para visitas de los asistentes a esos eventos.
El Jardín de 97 hectáreas radica a unos 15 kilómetros de la ciudad de Cienfuegos, llamada Perla del Sur.
Está en áreas aledañas al central azucarero Pepito Tey, en la carretera que conduce hacia Trinidad, una de las primeras siete villas fundadas por los colonizadores españoles.
Se trata del decano de una extensa red de jardines botánicos del país, insisten los guías, con colecciones de rarezas vegetales autóctonas y de otras latitudes.
Esas colecciones están enfocadas a la investigación en mejoras de cultivos y para la exportación a terceros países. Fue declarado Monumento Nacional el 20 de octubre de 1989.
Fundado en 1901, el Jardín cienfueguero posee valiosas plantas, únicas de su tipo en América y otras regiones del Planeta.
Al lugar se entra por una verdadera Avenida de las Palmas, a través de una extensa fila de palmas reales cubanas, símbolo de la nación cubana.
El Jardín Botánico de Cienfuegos lo creó el empresario estadounidense Edwin F. Atkins, quien adquirió a fines del siglo XIX la fábrica de azúcar llamada Soledad del muerto.
Las intenciones de Atkins era instalar un centro de investigaciones botánicas que le permitieran mejorar las variedades de caña de azúcar en sus posesiones y obtener otras más productivas.
Bajo su patrocinio, se constituye el jardín botánico con el nombre de Harvard Botanical Station for Tropical Reserarch and Sugar Cane Investigation (Estación Botánica de Harvard para la Investigación Tropical y de la caña de azúcar). Poseía entonces una extensión de 4,5 hectáreas y sus especialistas procedían de los Estados Unidos.
Veinte años después se plantaron árboles, arbustos y especímenes traídas desde diversos puntos del planeta.
En 1919, el propietario azucarero traspasó la dirección del jardín a la Universidad de Harvard, cuyos representantes lo abandonaron en 1960.
A partir de aquel momento, la importante instalación botánica se integra al Ministerio de la Industria y de la Universidad Marta Abreu, de la antigua provincia de Las Villas y en la actualidad sus destinos los rige el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Cienfuegos.
El siete de las hectáreas del jardín son de bosque natural preservado y alberga más de mil 417 especies, de ellas unas 500 son únicas.
Ejemplares representados en plantas de 670 géneros de 125 familias, arbóreas en su mayoría. Según sus especialistas, el 70 por ciento de los ejemplares de la institución botánica es de especies foráneas, procedentes de Asia, África, Oceanía y América.
En el conjunto de sus variedades casi todas únicas, aparecen la colección de orquídeas, con más de 400 especies, la de bambúes (23) y la de palmas, 280.
La pluralidad de las palmas cuenta con especies muy raras, como La salchicha, Pata de elefante, Árbol que camina, Trampa de mono, nombres dados por los visitantes antes las diferentes formas que adopta la planta.
Esa extraordinaria colección de palmas – de África tropical hay una que florece cada 25 años – es considerada una de las 10 más completas e importantes de América y el mundo, confesaron.
La siembra en cuadrículas permitió al Jardín Botánico cienfueguero sobrevivir a las inclemencias del clima tropical cubano.
Numerosos fenómenos naturales afectaron su amplia gama de plantas. En 1903 sobrevivió a una helada, algo atípico en el clima nacional, mientras que en 1911, 1935, 1996 y 2001 fuertes huracanes dejaron sus huellas en las plantaciones, pero todas fueron recuperadas.
Cubanos y turistas extranjeros visitan el Jardín Botánico en busca de esa joya del verdor nacional, cuya fama y experiencia científica, dado el rigor en el manejo de las plantas, rebasa las fronteras nacionales.
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