Este país conserva una parte muy importante del arte prehispánico enriquecido con lo heredado de España y Francia desde hace más de 500 años, y más recientemente de su vecino Estados Unidos.
Lo curioso es que, dentro de esa amalgama de cruces e injertos, se distinguen las expresiones culturales y artísticas de las del resto del mundo porque en todas ellas, desde las más comunes hasta las más exclusivas y exóticas, prevalece una mexicanidad ejemplar, incluso en lo religioso.
Aunque nunca antes en este país, como en casi todo el mundo, se habló de una “industria” cultural, y mucho menos creativa, en realidad existió, continúa, evoluciona, se desarrolla y crece.
Esto, desde que las carabelas de Colón llegaron a estos lares y se dieron de bruces con los magníficos colores, casi únicos, y la variedad paisajista y cultural asombrosa de las Américas, en particular del inigualable Caribe.
México forma parte de los troncos principales del continente, norte, sur y Caribe, y su cultura y arte creativo suman esa característica como un valor agregado a la riqueza folclórica y artística autóctona.
Igualmente debido a un desarrollo impetuoso y permanente de esa industria siempre floreciente y ligada a su economía sin que haya formado parte, como ahora, del entramado del Producto Interno Bruto (PIB), ni considerado como un extremo monetario aunque llenara arcas desde tiempos seculares.
NO CONVERTIR LA CULTURA EN MERCANCÍA
En lo entendido como industrias culturales y creativas en los sectores audiovisuales, musical, editorial y de nuevos medios, México tiene el mérito de hacer resistencia plausible a las prácticas que responden a la lógica industrial o de competencia comercial. Hay un esfuerzo evidente de los artistas de no convertir la cultura en mercancía.
Contra esa idea atenta el poder empresarial y la realidad de que México es una potencia indiscutible en el sector. Por ejemplo, en el fonográfico se destaca en la industria discográfica, radio, ópera, conciertos y actuaciones.
Lo mismo ocurre con el turismo cultural con un patrimonio vasto y valioso, como pocos en el mundo tanto en arquitectura pre y postcolonial, museos, galerías, gastronomía, productos típicos, conciertos, actuaciones y artesanías. En los pininos de los audiovisuales jugaron un papel preponderante el cine, la televisión y la radio.
Las artes escénicas y visuales continúan dando mucho que hablar por sus grandes artistas de renombre mundial. Y aunque todo eso se comercializa y monetiza, la esencial principal, la obra creativa, no se pierde y es lo que le da valor y preserva en el tiempo.
POTENCIA EDITORIAL PERO SIN LECTORES
También México es una potencia editorial, solamente superada en la región por Argentina, el mayor productor de libros en Latinoamérica, y lo mismo sucede con la industria gráfica, periódicos, revistas, diarios y literatura.
Lo curioso es que, teniendo esa potencialidad productiva, en México apenas el 1,0 por ciento de la población compra la mitad de libros editados y se lee como promedio 2,8 títulos al año.
Aparece en el lugar 107 de una lista de la Unesco de 108 de los que menos hábitos de lectura tienen. Sin embargo, posee 10 lectores de libros impresos por uno digital, según el Instituto Nacional de Estadísticas en 2017.
La revista Forbes estimó en unos 527 millones de dólares el aporte de las industrias culturales y creativas a la economía de México, alrededor de 3,0 por ciento del PIB, pero la misma fuente estima que su crecimiento se vio estancado en los últimos dos años.
SECTORES PRINCIPALES DE LA INDUSTRIA CULTURAL
Esta industria, sin lugar a dudas la más variada de México, sobresale además por sus servicios creativos como arquitectura, multimedia en toda su extensión -desde publicidad y software hasta contenidos digitales-, codo a codo con diseños que incluyen interiores, gráfico, moda y joyería.
De forma general se puede asegurar que los ítems principales de esa industria son producción cinematográfica, contenido multimedia, diseñadores, realizadores y técnicos de teatros, coreógrafos, músicos, proveedores de servicios para TV, cámaras, luces y sonidos.
Completan el registro edición, distribuidor de libros, programadores de festivales, muestras o redes de teatro o cine, entre muchísimos más, de acuerdo con un largo listado de la Secretaría de Cultura recientemente publicada en https://www.ejemplos.co/20-ejemplos-de-industria-cultural/#ixzz7avbtMCuR.
Para esa institución, la economía cultural y creativa está conformada por un ecosistema de prácticas muy diversas y que aportan, desde sus particulares cadenas de valor, a los intercambios que dan sentido a nuestra vida en común.
La Secretaría mexicana propone para lograr esos objetivos dos líneas estratégicas de acción, centradas en la formación que se compone de un nodo creativo, procesos de capacitación, incubación, certificación y acompañamiento de proyectos sostenibles.
La investigación incluye un observatorio creativo, caracterización del ecosistema cultural y creativo y sus cadenas de valor; medición y creación de indicadores enfocados a la economía cultural y creativa.
Además, lo que denomina Ecosistema Cultural y Creativo para mostrar la importancia de tener una visión completa de la Cadena de Valor de las organizaciones de la esfera en su relación con la sociedad y/o el mercado.
Explica que esas cadenas de valor hablan de los procesos productivo/creativos de los sectores. Ahí se da el intercambio, la relación económica, y dónde es importante poner el foco para impulsar un desarrollo cultural sostenible.
Propone que los análisis a realizar del Ecosistema Cultural y la Cadena de Valor estén a cargo del mayor número posible de agentes en tres esferas -ámbitos de actuación, estructural, y de impulso a los sectores culturales y creativos- y en cinco sectores que son artesanía, diseño gráfico, arquitectura, paisajismo y gastronomía.
Mientras, la Cadena de Valor se compondría de etapas diferenciadas de agregación de cuantía que permitan representar cíclicamente las actividades precisas para un correcto funcionamiento de la relación entre oferta y demanda.
MUCHO TRABAJO PERO TAMBIÉN INSATISFACCIONES
Parte medular de la línea estratégica de investigación de esta industria de la Secretaría de Cultura de México es la de caracterizar el ecosistema cultural y creativo, y analizar esa cadena de valor a fin de conocer su posición en las distintas organizaciones o profesionales y definir los espacios no cubiertos y las ineficiencias.
Es cierto que la Secretaría trabaja arduamente esos temas, pero aún le resta mucho por llegar a que tales objetivos sean comprendidos por los más interesados, en primer lugar los creadores, quienes deben estar muy por encima de los empresarios pues al final de cuentas son quienes manejan la industria de las culturas cuando esta se refiere a comercialización y monetización.
Así lo cree, por ejemplo, el destacado bailarín Isaac Hernández, una de las principales figuras en el país de Danza Contemporánea.
En una posición crítica pero constructiva, como él la califica, cree con toda honestidad que la relación con el gobierno debe mejorar y ser más cooperativa, al considerar que “definitivamente las estructuras no están en su mejor momento, no hay una plataforma o un canal efectivo para poder promover la movilidad social a través de las artes, eso es evidente, y llevo mucho tiempo diciéndolo”.
Agrega que “muchas veces el arte en nuestro país se considera como algo secundario y me gustaría muchísimo que se empezara a considerar como algo fundamental para el desarrollo de nuestro país, el desarrollo de los jóvenes”, indica en entrevista con el diario Milenio (https://www.milenio.com/cultura/isaac-hernandez-el-arte-en-nuestro-pais-se-considera-algo-secundario).
Hernández no quita dedo del renglón, dice Milenio: “Hay que apostarle a las industrias como ruta de cambio. Necesitamos también leyes y considerar un tipo de visa más accesible para el talento creativo mexicano, para que pueda tener acceso a colaboraciones con el mercado americano de las industrias creativas. Hay muchos temas”.
arb/lma