miércoles 5 de noviembre de 2025

Laika, la perra que abrió el camino al espacio para la humanidad

Moscú (Prensa Latina) En noviembre de 1957, a pocos días de celebrarse el aniversario 40 de la Gran Revolución Socialista de Octubre fue lanzado al espacio el Sputnik 2 con una pequeña perra moscovita llamada Laika, el primer ser vivo enviado a la órbita terrestre.

Por Germán Ferrás Álvarez

Corresponsal jefe en Rusia

La vida del animal terminó pocas horas después del lanzamiento del segundo satélite del programa espacial soviético a la órbita, pero el vuelo cambió para siempre la ciencia y abrió el camino al espacio estaba abierto.

Como conocemos, a bordo iba la perra Laika, el primer ser vivo en orbitar la Tierra, lo que cambió para siempre la comprensión de la humanidad sobre las posibilidades de la vida en el espacio.

En realidad, esa noticia ocultaba una historia diferente: la de un animal víctima de la carrera tecnológica. Durante la Guerra Fría, ingenieros soviéticos recibieron una orden del gobierno: preparar el lanzamiento de un satélite con un ser vivo a bordo en el plazo de un mes. Un plazo casi imposible, pero el proyecto se completó.

Muchos se preguntan, ¿Por qué un perro? Los perros ya viajaban al espacio mucho antes que Laika. Desde principios de la década de 1950, científicos soviéticos realizaron decenas de vuelos suborbitales, con el envío de animales a altitudes superiores a los 100 kilómetros.

Esas misiones ayudaron a comprender cómo reacciona el cuerpo a la aceleración, la ingravidez y la radiación.

Para el vuelo orbital se eligieron perros sin raza, sencillos, resistentes y ya acostumbrados al ruido de la calle. Se prefirieron las hembras por su temperamento tranquilo y sus características fisiológicas, que les permiten permanecer en espacios reducidos durante períodos más prolongados.

Laika fue encontrada en las calles de Moscú. Pesaba solo seis kilogramos y estaba extraordinariamente tranquila. El científico, Vladimir Yazdovsky, quien supervisó el rescate, recordó posteriormente que quería hacer algo bueno por ella, y que tenía muy poco tiempo.

CARRERA ESPACIAL Y LANZAMIENTO APRESURADO

Tras el lanzamiento del primer satélite el 4 de octubre de 1957, el mundo entero hablaba de la ciencia soviética. El entonces líder soviético, Nikita Jrushchov, pidió un segundo satélite con un ser vivo a bordo, para el Día del aniversario de la Revolución de Octubre.

Los diseñadores no tuvieron tiempo de crear otro sistema de soporte vital, por lo que muchos componentes se fabricaron prácticamente sobre la marcha.

El sistema de control de temperatura no estaba diseñado para vuelos de larga duración. Cuando una de las etapas del cohete no se separó, la carcasa se sobrecalentó y la temperatura en la cápsula superó los 40 grados Celsius.

Unas horas después de entrar en órbita, los sensores dejaron de transmitir señales: Laika había muerto por sobrecalentamiento.

El mundo no se enteró de esto hasta décadas después. Durante mucho tiempo, las fuentes oficiales afirmaron que la perra había vivido varios días y muerto sin sufrir. Fue solo en 2002 cuando el científico, Dmitri Malashenkov, reveló la verdad: el sistema de refrigeración había fallado y Laika había muerto en la cuarta órbita.

Pese a la tragedia, la misión Sputnik 2 aportó una cantidad ingente de datos científicos. Los sensores implantados bajo la piel de Laika transmitieron a la Tierra su pulso, respiración e incluso su actividad cerebral. Esas fueron las primeras mediciones de los parámetros fisiológicos de un organismo vivo en vuelo orbital.

Los científicos observaron por primera vez cómo responden el corazón y el sistema nervioso a la ingravidez y a la fuerza G. Los datos de Laika les permitieron calcular los límites de resistencia del cuerpo y desarrollar sistemas de protección para futuros cosmonautas.

Además, el equipo del Sputnik 2 registró fluctuaciones inusuales en la radiación de fondo y más tarde se descubrió que esas eran las primeras evidencias de la existencia de los cinturones de radiación de la Tierra.

El experimento de Laika sentó las bases para las posteriores misiones biológicas. Ya en 1960, Belka (Ardilla) y Strelka (Flecha) viajaron al espacio, permanecieron un día en órbita y regresaron a salvo a la Tierra. Su éxito demostró que el vuelo humano era posible.

La cabina de Belka y Strelka albergaba decenas de otros seres vivos: ratones, plantas, insectos. Esos experimentos propiciaron el desarrollo de protocolos de protección radiológica, sistemas de nutrición y adaptación psicológica. Tan solo un año después, Yuri Gagarin realizó el primer vuelo espacial tripulado.

El destino de Laika marcó un punto de inflexión no solo en la ciencia, sino también en la ética. Su sacrificio desató un debate mundial sobre la humanidad de la experimentación animal. Con posterioridad, se introdujeron normativas que restringían el uso de animales en la investigación, tanto en la URSS como en otros países.

En 2008, se inauguró en Moscú un monumento a Laika: una figura de bronce de la perra sobre un cohete. Su imagen también forma parte del monumento «Conquistadores del Espacio».

Hoy, simboliza no solo el descubrimiento científico, sino también un recordatorio: el progreso no debe costar la vida de quienes no pueden elegir.

El vuelo de Laika se convirtió en el primer experimento biológico orbital de la historia de la humanidad. Dio lugar al desarrollo de sistemas de soporte vital, protección contra la radiación y monitorización corporal que todavía se utilizan en los programas espaciales tripulados actuales.

No regresó a la Tierra, pero abrió el camino a miles. Su historia nos recuerda que la conquista del espacio no solo comenzó con ingenieros y astronautas, sino también con quienes lo dieron todo por ella.

arc/gfa

RELACIONADOS