Por Odette Díaz Fumero
Corresponsal en Rusia
Los algoritmos, los drones y los sistemas hipersónicos son los protagonistas de un campo de batalla, en el cual la velocidad de cálculo y el alcance ilimitado valen más que los números de tropas.
En medio de este nuevo contexto, el conflicto ruso-ucraniano demuestra que en la actualidad está cambiando la realidad de las confrontaciones bélicas, mientras se produce una reevaluación de las armas.
A decir del director del Centro de Análisis de Estrategias y Tecnologías en Moscú, Ruslan Pújov, el mundo vive una “revolución de la guerra de los drones”.
Un análisis del Comité Internacional de la Cruz Roja coincide en que “la integración cada vez mayor de tecnologías emergentes está transformando no solo los medios de hacer la guerra, sino también su geografía, sus participantes y sus consecuencias”.
Para el ex jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Rusia Yuri Baluyevski ahora participan en las acciones agresivas una multitud de drones de los más diversos tipos, formas, tamaños y destinos, con lo cual cambia la organización de las tropas, y se devalúan algunos tipos de armas tradicionales y modifican las tácticas de combate.
“Hoy se puede hablar de la desaparición de límites entre las operaciones militares a nivel táctico, operativo y estratégico”, y con ella el concepto mismo de soberanía y defensa nacional, refirió el experto en un artículo publicado en la revista Russia in Global Affairs.
EL LABORATORIO BÉLICO DE UCRANIA
A juicio de los especialistas el conflicto en Ucrania se ha convertido en un espacio de prueba para esas nuevas generaciones de armamento.
El empleo de vehículos no tripulados tipo Lancet, los misiles hipersónicos Avangard y Kinzhal, y los sistemas antiaéreos automatizados S-400, por solo citar algunos, representan la mano derecha del Ejército ruso en operaciones de precisión.
Analistas occidentales reconocen que el frente ucraniano es hoy “el escenario más documentado de la guerra tecnológica moderna”, donde se enfrentan tácticas del siglo XX con recursos del XXI.
Para Moscú, la operación militar especial funciona además como catalizador de innovación: cada misión aporta datos para optimizar algoritmos, sensores y sistemas de propulsión, lo que acelera la maduración de tecnologías que hasta hace poco eran experimentales, explicó el analista militar Dmitri Kornev, fundador y autor del proyecto Military Russia.
A solo dos meses después de comenzadas las confrontaciones con Kiev, en abril de 2022, la Fuerzas Armadas rusas probaron con éxito el misil balístico intercontinental Sarmat, con un alcance de 18 mil kilómetros (km) y una masa al despegue de 208,1 toneladas, equipo que entró en servicio en 2023.
Más cercano en el tiempo los especialistas de la nación eslava desarrollaron el Oréshnik, otro misil balístico de alcance intermedio, utilizado a finales de noviembre de 2024.
La novedosa arma tiene una velocidad de hasta Mach 10, es decir, casi tres km por segundo, y la temperatura de los elementos atacantes alcanza los cuatro mil grados centígrado.
La potencia de un ataque masivo con Oréshnik puede ser equivalente a la de un ataque nuclear: todo lo que se encuentra en el epicentro de la explosión se divide en fracciones y se convierte en polvo.
Durante su presentación el presidente ruso, Vladimir Putin, aseguró que “no hay ninguna posibilidad de derribar esos misiles”, cuyo alcance llega hasta cinco mil 500 km.
Y como si el desarrollo de los antes descrito no fuera suficientes, el jefe de Estado de conjunto con los máximos representantes del Ministerio de Defensa del gigante euroasiático, presentaron recientemente el misil de crucero 9M730 Burevéstnik, un punto de inflexión con una tecnología propulsada por un reactor nuclear en miniatura.
Al respecto, el jefe del Estado Mayor de la cartera castrense rusa, Valeri Guerásimov, acotó que se trata de un sistema “sin precedentes en el mundo”, capaz de mantener un vuelo de alcance casi ilimitado y modificar su trayectoria para evadir radares enemigos.
El Burevéstnik, junto a los misiles hipersónicos Avangard y Kinzhal, representa la apuesta de Moscú por un arsenal que “garantiza la invulnerabilidad estratégica” frente a cualquier escudo antimisiles, según señaló Putin.

NUEVOS VECTORES: DEL CIELO AL ESPACIO
Y mientras Rusia avanza en su complejo militar-industrial, Estados Unidos refuerza sus programas de defensa con misiles de ataque rápido de largo alcance (Lrhw) y vehículos hipersónicos experimentales, lo que revive la lógica de la disuasión nuclear bajo un ropaje tecnológico.
Desde Washington parecen no estar tranquilos con el despliegue de Moscú, tan es así que el presidente estadounidense, Donald Trump, dejó entrever que la presentación de los Burevéstnik constituye la utilización de armas nucleares y en consonancia pretenden reanudar las pruebas nucleares.
Frente a ese escenario, el portavoz presidencial ruso, Dmitri Peskov, recordó que actualmente está vigente una moratoria sobre ese tipo de ensayos y subrayó que, si bien “Estados Unidos es un país soberano y tiene derecho a tomar decisiones soberanas, si alguien se aparta de la moratoria, Rusia actuará de acuerdo con la situación”.
Esas disputan evidencian que el tablero geopolítico se reconfigura, y con ello la competencia armamentística se desplazó del equilibrio nuclear clásico hacia un escenario de innovación acelerada.
Ejemplo de ello es China que consolida su posición con sistemas de inteligencia artificial aplicados al reconocimiento y la ciberguerra, mientras la Organización del Tratado del Atlántico Norte impulsa proyectos de defensa conjunta con Inteligencia Artificial, sensores cuánticos y enjambres de drones autónomos.
Un estudio del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional de España advierte que “la guerra contemporánea se desarrolla en un entorno VICA: volátil, incierto, complejo y ambiguo”, en el cual la superioridad tecnológica determina tanto el resultado del combate como el peso político internacional.
UN FUTURO EN DISPUTA
Para los analistas del tema en el nivel global la automatización bélica plantea interrogantes que superan la táctica militar. ¿Quién responde por las decisiones letales de una máquina? ¿Hasta qué punto los sistemas autónomos pueden sustituir el juicio humano?
En medio de esa paradoja la Organización de Naciones Unidas debatió en múltiples ocasiones la necesidad de establecer un marco legal para el uso de armas autónomas, pero los avances superan la diplomacia.
Cada nuevo desarrollo tecnológico se convierte rápidamente en una herramienta de poder al poner cada día más difusa la línea entre la defensa y la agresión.
El campo de batalla ya no tiene fronteras visibles: se libra en la nube, en los satélites, en las ondas electromagnéticas y en los circuitos de silicio.
La humanidad asiste al nacimiento de una nueva doctrina de guerra dentro de la cual la innovación se confunde con la amenaza, y la seguridad depende, más que nunca, de la capacidad para anticipar lo imprevisible.
arc/odf
 
								





 
															 
															 
															 
															 
															