jueves 9 de octubre de 2025

Figura viva, de cuando Guevara empezó a ser Che en Guatemala (+Fotos)

Ciudad de Guatemala (Prensa Latina) Su pequeña cama, la mesita que utilizó para escribir cartas, poemas, un libro, el parque frecuentado, fotos, pinturas: la figura y pensamiento del argentino-cubano Ernesto Guevara recorren las mismas calles y permanecen en Guatemala.

Por Zeus Naya

Corresponsal jefe en Guatemala

Cuando aún no era el Che, el 24 de diciembre de 1953, con 25 años, se hospedó en la habitación 21 de la céntrica Pensión Meza, en esta capital, a donde llegó con la intención de entender el proceso encabezado por Jacobo Árbenz (1913-1971).

Según contó Myrna Torres a medios argentinos del luego Guerrillero Heroico, este arribó a la tierra del quetzal en compañía de Gualo García, un estudiante platense al que conoció en Guayaquil, Ecuador, y que lo convenció del viaje.

Tres días después, concurrieron al Instituto de Fomento de la Productividad (Infop) con una carta de recomendación para su director, el licenciado Núñez Aguilar, quien estudió en Argentina, precisó la maestra y periodista chapina.

Recibidos con amabilidad, añadió Torres, los encargaron a una economista peruana exiliada en Guatemala, Hilda Gadea (a la postre novia y su primera esposa), la cual les enseñó el funcionamiento de la institución y presentó a varios de sus integrantes.

En el Infop, describió, Guevara se ocupó de la producción del chicle, un árbol emparentado con el caucho, del que se extraía la materia gomosa que reemplazarían más adelante por sustancias sintéticas.

PENSIÓN MEZA

El artista visual y promotor cultural guatemalteco César Augusto Samayoa tuvo la deferencia de llevarnos a conocer la Pensión Meza, Monumento Nacional, en donde repasó detalles del lugar y de la estancia de poco más de nueve meses de Guevara.

Constatamos un cuarto pequeño, entonces el más económico, sin baño ni ducha, con los muebles originales y algunos cuadros sumados con el tiempo que evocan al devenido político. También el “Hasta la Victoria Siempre” en una pared.

“Todos los que vienen aquí tienen ese imán, la historia de esta casa, por supuesto, por ese huésped particular argentino-cubano, y por qué no decir de Latinoamérica”, aseguró el reconocido experto en obras de la plástica.

En las lecturas compartimos que el joven médico, decidido en principio a ocuparse de los enfermos de lepra, tras su tercer viaje por Latinoamérica, se hizo habitual en donde vivía Torres para conversar con su padre Edelberto, un respetado intelectual nicaragüense.

Este rememoró que el argentino vivió en su casa una temporada porque andaba mal de plata (dinero), igualmente durmió en el suelo de la Casa de la Cultura y en el de la Casa de la Juventud Comunista.

De acuerdo con los relatos, una noche Guevara se encontró aquí con varios asaltantes del cuartel Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, Cuba (del 26 de julio de ese año), entre ellos, Antonio “Ñico” López, Armando Arencibia, Antonio “Bigotes” Darío López y Mario Dalmau.

Los revolucionarios cubanos, quienes lograron escapar tras el fracaso de la acción, lo impresionaron por el entusiasmo y admiración que profesaban a Fidel Castro, líder del movimiento que tomó en paralelo la fortaleza del Moncada, en Santiago de Cuba.

Entre las anécdotas de Torres, observamos, Guevara entabló amistad con Ñico, con quien se asoció para aprovechar la veneración por el Cristo Negro de Esquipulas y lanzarse a vender esa imagen tallada por calles de la urbe.

En concreto, coincidieron diferentes entrevistados antes, el cubano empezó con el apodo, por las veces que el argentino utilizaba esa palabra: a todo el mundo le decía “che vení” y “che qué hacé”.

ETAPA FORMATIVA O GÉNESIS DE UNA LEYENDA

Analistas calificaron de formativa esta etapa para el argentino, pues comprobó dolorosamente la violencia de la que es capaz el capitalismo cuando amenazan sus intereses (para ese momento la reforma agraria y las bananeras).

Su maestro fue un norteamericano llamado Harold White, exprofesor de la Universidad de Colorado, quien vivía en Guatemala, explicó Torres (su mejor amiga).

 

No sólo asistió a sus clases y compartió encuentros personales, sino que además tradujo un libro de las ideas marxistas de este junto con Gadea, subrayó.

“Intercambio ignorancia con un gringo que no habla ni papa de castellano, ya tenemos idioma propio y nos entendemos a las mil maravillas”, escribió Guevara a su hermana el 15 de enero de 1954.

El asunto es que escribe unos artículos furibundos antiyanquis y lee a Hegel (filósofo alemán) y yo no sé para qué lado patea, remarcó.

Gracias a las interminables pláticas que sostuvieron se crea entre los dos una estrecha relación que culmina con la llegada de White a Cuba tras el triunfo de la Revolución de 1959, señaló un reporte del diario local Prensa Libre.

Al sobrevenir la intervención militar planeada y financiada por Estados Unidos contra Árbenz, “hubo un bombardeo en la zona 1 de la capital, hieren a una familia, incluida una niña y la llevan al sanatorio en donde Ernesto Guevara estaba atendiendo gente”, puntualizó el investigador Jorge Molina.

Él se había involucrado ya en la lucha de esa forma (como médico) y esa niña muere ahí de un balazo. Y eso le cambia la vida, enfatizó, citado por la revista Viernes, del Diario de Centro América.

Después escribe una carta a su tía Beatriz y le dice “estaba en aquellos momentos en Guatemala, la Guatemala de árboles, entonces me di cuenta de una cosa fundamental, para ser médico revolucionario o para ser revolucionario lo primero que hay que tener es revolución”, expuso Molina.

Durante el golpe de Estado se le asignó una guardia nocturna, se le entregó una ametralladora y el nicaragüense Rodolfo Romero le enseñó a usarla, reveló, por otra parte, Torres.

El padre de ella y Gadea fueron a prisión, mientras el Che, como muchos opositores en peligro, se vio conminado a asilarse en la embajada argentina, enfatizaron testimonios.

Cuando un avión enviado solidariamente por el presidente Juan Domingo Perón (1946-1955) recogió a todos para llevarlos de regreso a Argentina, Guevara rechazó la posibilidad y partió hacia México con un salvoconducto.

Allí mantuvo relación con chapines exiliados, José Manuel Fortuny, Alfonso Bauer Paiz, y Julio Roberto “El Patojo” Cáceres, el cual resultó más tarde uno de sus hombres de confianza, hasta que de La Habana viró a pelear en su tierra, contó el escritor Paco Ignacio Taibo II.

Las experiencias del Che durante la última etapa de la Revolución en Guatemala se convirtieron en lecciones aprendidas, fundamentales en su formación, que lo acompañarían hasta su partida física, acotó el profesor argentino Claudio Pérez.

arb/znc

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