Para enfrentar el complejo propósito del 13 al 29 de agosto, fui designado para acompañar al colega Fausto Triana y las historias quedaron para siempre en nuestras memorias.
El vuelo de ida junto a un grupo de deportistas de Cuba fue largo, agotador, con aburrida escala obligada en Palma de Mallorca para reabastecimiento de combustible, y pérdida de equipajes que incluso, algunos nunca llegaron.
Atenea y Febo, mascotas del magno evento, y la eficiente gestión para la acreditación, hicieron olvidar el azaroso viaje. Ya estábamos en la capital olímpica con credencial al cuello.
LA PRENSA
La popularidad de los Juegos se esparció rápidamente, alcanzó índices sin precedentes con 3,9 mil millones de telespectadores superior a los 3,6 mil millones de Sídney 2000; las imágenes fueron transmitidas por 300 canales a 220 países con una cobertura de 35 mil horas, una difusión récord.
La ciudad vivía una euforia colectiva, se dieron vacaciones obligatorias, toda Atenas estaba volcada a garantizar la calidad de la cita; estrenaba metro, línea rápida del tren urbano, anillos viales, nuevas construcciones olímpicas.
Sus milenarios sitios históricos fueron remozados con iluminación especial para las noches, la Acrópolis relucía gallarda desde lo alto del Monte Sagrado.
Una mañana deambulando con el colega Triana nos percatamos que con la credencial olímpica podíamos acceder gratis a la Acrópolis; de inmediato nos sumergimos en aquel manantial de riqueza milenaria.
ORGÍA GUSTATIVA
El intenso y estresante ajetreo periodístico de cubrir cinco o seis deportes al unísono con sus diversas disciplinas diariamente, y un presupuesto personal limitado impedían disfrutar a plenitud la exquisitez de la comida mediterránea griega.
No obstante, al final de cada jornada a la medianoche o frecuentemente pasada esta las fondas de barrio a las que acude el pueblo de bolsillo más modesto brindaban un ambiente de placidez y deliciosa comida familiar.
En ellas, hacía mis orgías gustativas: un trozo de “Mouzakás” (Pastel tradicional elaborado al horno con capas de berenjenas, patatas, carne picada y bechamel), o “Souvlaki” (Brochetas de carne de cerdo o de ternera sobre la brasa) para una cena más pesada.
O para una ligera, entonces, “Spanakopita” (Empanada de espinacas y queso feta), o “Tiropita” (Empanada de queso “feta” de finísimo hojaldre, llamado “filo”), o el siempre salvador, sustancioso y bien cargado “Gyros” (sándwich típico griego).
Y todo, siempre, acompañado cada medianoche por “Salata Joriátiki”, la exquisita ensalada griega, hecha de tomate, pepino, pimiento verde, cebolla, aceitunas y queso “feta”, aliñada con aceite de oliva, sal y orégano. Sin lugar a dudas, la Reina de la mesa helénica.
LOS HITOS
En el ruedo competitivo hubo hitos imperecederos, así como revelaciones y decepciones que recogen para la posteridad los anales deportivos.
Los griegos quisieron recrear la historia y restauraron de manera capital el estadio Panathenaiko, donde se celebró en la antigüedad la primera olimpiada.
En esta edición moderna se reeditó la competencia de lanzamiento de bala y el cierre de la maratón.En la reluciente mole de mármol se coronó campeona la cubana Yumileidi Cumbá, luego de la descalificación por dopaje de la rusa Irina Korzhanenko.
Entre los primeros jalones estuvo el debut de la lucha femenina, el récord de ocho medallas -seis de oro- del debutante nadador norteamericano Michael Phelps (19 años), y las seis de la holandesa Leontien Ziljaard-van Moorsel, cuatro de ellas doradas, la primera ciclista en la historia con tantos títulos.
LAS REVELACIONES
Aparecieron nuevas estrellas, como la corredora jamaicana Verónica Campbell (22 años), con doblete dorado en 200mts y la posta de 4×100; el chino Liu Xiang (21), una centella en los 110mts con vallas, o la gimnasta gala Emilie Le Pennec, de sólo 16 años quien le regaló a Francia el primer cetro olímpico en ese deporte.
Atenas 2004 coronó a la legendaria kayakista alemana Birgit Fischer, con doble oro en K-4 500 y K-2 500. Lo impresionante de esta especialista del canotaje es que debutó a los 18 años en los Juegos de Moscú 1980 con metal dorado; 42 años después -ya con 60 a cuesta- consiguió otros dos galardones y se convirtió así en la primera mujer de cualquier deporte, en ganar ocho medallas de oro, en seis diferentes Juegos.
En gesta redentora, después de su frustración en Sídney 2000, el marroquí Hicham el Guerrouj conquistó las medallas de oro, en mil 500 y cinco mil metros planos, proeza que ningún atleta pudo lograr desde los memorables Juegos de París 1924, cuando el finlandés Paavo Nurmi, consiguió la gran hazaña.
El judoca japonés Tadahiro Nomura triunfó por tercera vez consecutiva en la categoría de 60kg, hazaña que hasta la fecha ningún rival ha podido igualar.
La jabalinista cubana Osleidys Menéndez enmudeció el majestuoso “Spyros Louis” con un descomunal disparo de 71,53mts en su primer tiro para clavar nuevo récord olímpico y marcar el mejor registro del año.
Fue una actuación tan contundente que la atleta antillana le sacó seis metros a la medallista de plata Steffi Nerius de Alemania (65,82 m), en lo que aún resulta la mayor ventaja en esta disciplina en la historia de los Juegos Olímpicos.
La alegría también llegó a la República Dominicana: en otra hazaña de un atleta centroamericano. Félix Sánchez se proclamó campeón en los 400 metros vallas con marca de 47,63, lo cual representó la primera medalla de oro olímpica de un atleta dominicano, en toda su historia.
LAS DECEPCIONES
Hubo desencantos, pero no tan grande como el fracaso del “USA Dream Team”, plagado de estrellas de la NBA. La revelación de un quinteto argentino conducido por la magia de Manu Ginóbili lo venció 89-81 y mandó a los afamados que se creían dorados a llorar a las duchas en la semifinal. Ulteriormente, los gauchos se vistieron de oro.
De hecho, esa derrota cambió la historia de la liga norteamericana y la forma de hacer la selección. Después de la debacle, Jerry Colangelo, llamado el Señor Lobo por la federación estadounidense, cogió las riendas del programa, impuso nuevas y férreas reglas; no han vuelto a perder.
Colangelo tomó una decisión crucial: el que quisiera jugar en ella debería comprometerse a estar tres años en la selección, lo que cubriría un ciclo olímpico y mundialista. En esa exigencia está el germen de la NBA moderna.
Entre otras decepciones estuvo el de la saltadora y corredora Marion Jones, quien posteriormente admitió dopaje y le retiraron todos sus títulos olímpicos.
Y qué decir del desencanto del brasileño Vanderlei de Lima quien lideraba la maratón con la ilusión de coronarse en el Panathenaiko.
Pero la infortunada acción de un estrafalario sacerdote irlandés quien quería demostrar que la seguridad en los Juegos no era perfecta, se le abalanzó, lo empujo hacia el público, sacándolo de la competencia momentáneamente.
De Lima logró reincorporarse con la ayuda de los espectadores y continuar la marcha, pero ya le habían adelantado el italiano Stefano Baldini, a la postre ganador, y el norteamericano, de origen eritreo, Mebrahtom Keftzighi.
ALDABONAZO DORADO DE SUDAMÉRICA
El mismo día, el sábado 28 de agosto de 2004, Argentina hizo historia en los anales olímpicos: obtuvo las preseas de oro en fútbol y básquet. Los “Coronados de Gloria”, tituló la revista argentina El Gráfico para exaltar el hito dorado del quinteto de baloncesto y del once de fútbol en Atenas 2004.
La victoria en semifinales del plantel liderado por Ginóbili sobre el “USA Dream Team” fue alucinante, después en la final remató a Italia en el estadio OACA Olympic Indoor donde alzó el cetro olímpico.
El equipo del DT Marcelo Bielsa saldó la deuda histórica del balompié gaucho en Atenas 2004. Ganó la ansiada corona olímpica con una campaña brillante; los albicelestes liderados por Carlos Tévez se recibieron de dioses.
Para América Latina otro sorprendente y encomiable jalón histórico: el chileno Nicolás Massú, a quien la prensa de su país calificó de “gladiador del tenis latinoamericano”, escribió una verdadera epopeya al conquistar sendas medallas de oro, al ganar en menos de 24 horas dos títulos en una misma edición de las Olimpiadas, en individuales y en dobles acompañado por Fernando González.
Por países, Cuba se mantuvo al frente de Latinoamérica, con nueve cetros dorados, siete plateados y 11 bronceados, aunque fue evidente la merma en las de oro, respecto a la cita de cuatro años antes de Sídney 2000.
Lo mismo sucedió con México que rebajó su cosecha a tres de plata y una de bronce. Por último, Colombia y Venezuela retornaron con un bronce cada una.
Cubrir unos Juegos Olímpicos, como otras citas multideportivas no solo brinda la posibilidad de vivir una experiencia sin igual, enriquecedora, sino también conocer y relacionarte con deportistas, hombres y mujeres de historias admirables, de enorme capacidad para el sacrificio, apreciable modestia, nobleza y la inmensa mayoría de respetable humildad.
Tras el cierre, se impuso apresurada recogida sin tiempo para la nostalgia, y al aeropuerto. Partimos de regreso en el último grupo de la delegación cubana.
Pero Hermes, el dios griego de los viajeros, no nos acompañaba, el moderno Airbus sufrió un desperfecto en pleno vuelo sobre el Mar Mediterráneo, los pilotos tuvieron que volar a la altura mínima posible hasta que hicimos inesperada escala técnica forzada en Barcelona.
Allí pernoctamos y pasamos el día siguiente mientras ingenieros y expertos de la casa aseguradora ponían a punto la nave para la larga travesía transatlántica.
Atenas quedó muy distante geográficamente, no así las memorias que perduran cercanas, casi palpables.
ft/mh
(*) Editor jefe de la redacción de noticias en lenguas extranjeras de Prensa Latina.
Este trabajo contó con la colaboración del periodista Jhonah Díaz González y la webmaster Wendy Ugarte.