Por María Julia Mayoral
De la redacción de Economía
En sus “Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo: Tendencias 2025”, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estimó que el déficit global de plazas ascendió a 402,4 millones al cierre de 2024.
Además de los 186 millones de desempleados, el cálculo contempló a 137 millones de individuos con potencial para vender su fuerza de trabajo, pero que muchas veces ni lo intentan ya debido al desaliento.
También reconoció la existencia de otros 79 millones de habitantes en edad laboral, cuyas responsabilidades familiares, como el cuidado de niños y ancianos, les impiden acceder a la ocupación con retribución salarial.
Por las estadísticas de la OIT, la tasa de desempleo internacional se mantuvo en un cinco por ciento en 2024, es decir, similar a la registrada en 2023, aunque el ritmo de crecimiento de las ofertas laborales todavía es demasiado débil para lograr una reducción sustancial de los déficits de trabajo decente.
“Los jóvenes, en particular, soportan tasas de desempleo mucho más elevadas, cercanas a 12,6 por ciento, con pocos indicios de mejora”, consideró el organismo de Naciones Unidas.
Tras los tiempos difíciles de la Covid-19, a esta altura solo hay relativas mejorías globales, al considerar que la informalidad y la pobreza laboral retornaron a los niveles prepandémicos.
No obstante, en la mayoría de los países los salarios reales no han recobrado las pérdidas sufridas durante la crisis sanitaria y el posterior período inflacionario, lo cual se explica en parte por “un cambio favorable a los empleadores en las relaciones de poder del mercado laboral durante el último decenio”, advirtió la OIT.
A juicio de la fuente, el contexto actual es de “enorme incertidumbre económica y social, condicionado por fricciones geopolíticas, crecientes costos del cambio climático y riesgos de deuda soberana sin resolver”.
De lo anterior se deriva que los avances en la creación de trabajo decente continúen siendo más lentos en las naciones de bajos ingresos, lo cual agrava su vulnerabilidad.
Círculo vicioso
Los contingentes de jóvenes que no trabajan, ni estudian ni reciben formación, los llamados Ninis, crecen a escala global, sin soluciones a los problemas estructurales causantes del fenómeno.
Según la OIT, las tasas en los Estados de renta baja aumentaron en 2024, al sumar 15,8 millones de hombres jóvenes (20,4 por ciento) y 28,2 millones de mujeres (37,0), para un incremento de 500 mil y 700 mil, respectivamente, en comparación con el año precedente.
En el nivel mundial, 85,8 millones de varones (13,1 por ciento) y 173,3 millones de féminas (28,2) eran Ninis en 2024, es decir, las cifras subieron en un millón y 1,8 millones, siguiendo el mismo orden, frente a 2023, reveló la pesquisa.
Según el economista Miguel Sánchez Martínez, del Departamento de Investigación de la OIT y coautor del informe, el flagelo responde en buena medida a la falta de oportunidades de trabajo decente y de calidad, así como de alternativas en materia educacional y de formación, sobre todo en las economías en desarrollo.
“Prácticamente se puede resumir en un círculo vicioso, en el cual las personas jóvenes no tienen incentivos para la búsqueda de trabajo, ni encuentran tampoco oportunidades de educación de calidad; están, lamentó, en “una especie de limbo”, ni avanzan, ni van a ningún sitio.
A raíz de la crisis de la Covid-19, los integrantes de ese grupo etario estuvieron entre los primeros en ser despedidos y son los que ahora afrontan más dificultades para encontrar fuentes de sustento salarial, incluso, con títulos universitarios.
Entre los múltiples estudios de casos, una reciente investigación en España señaló que la peor situación laboral de los jóvenes en comparación con el resto de la población, tiene un costo económico nacional equivalente al 2,27 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) y evita la incorporación de 950 mil de ellos al mercado laboral.
Con el título de “Juventud y Empresa”, el informe de la Fundación PwC y el Círculo de Empresarios de la nación ibérica alerta, además, sobre la persistencia de un “gran desajuste” entre las competencias adquiridas por los estudiantes y las demandadas por el mercado laboral, algo bastante frecuente en distintas partes del orbe.
Demasiadas personas, de 15 a 24 años de edad, se desvinculan de la enseñanza y el mercado de trabajo, pero las motivaciones individuales son muy diversas, coinciden académicos y representantes de instituciones internacionales.
Sin embargo, el calificativo de Nini ha incorporado dos implícitos peligrosos, indican análisis promovidos por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), entre ellos, el titulado “Los ni-ni: una visión mitológica de los jóvenes latinoamericanos”, expuesto por la investigadora argentina María del Carmen Feijoó.
El primero de los prejuicios es considerar que esa condición depende exclusivamente de la voluntad de los jóvenes, y, el segundo, pensar que ellos, como ni trabajan ni estudian, tienen una mayor propensión a incurrir en conductas desviadas de los comportamientos supuestamente normales para su grupo etario.
De tal forma, suelen propagarse términos peyorativos como “legión de inservibles”, “cuadrilla de zánganos”, “masas de desempleados prematuros y estudiantes exiliados”, ilustró la profesora.
En otros casos, agregó, se los sindica como integrantes de bandas, carentes de proyectos de trabajo o perspectivas de crecimiento individual.
La decisión de abandonar la escuela o continuar en ella e incorporarse o no al mercado de trabajo, es una cuestión personal, pero no hay decisión subjetiva ajena al marco de las condiciones sociales en las que cada sujeto se inserta, recordó Feijoó.
En su diagnóstico sobre las “Tendencias Mundiales del Empleo Juvenil 2024”, la OIT remarcó que nadie debería esperar un futuro estable cuando millones de jóvenes carecen de un trabajo decente y, en consecuencia, se sienten inseguros e incapaces de construir una vida mejor para ellos y sus familias.
“Las sociedades pacíficas dependen de tres ingredientes fundamentales: estabilidad, inclusión y justicia social y el trabajo decente para los jóvenes está en el centro de los tres”, afirmó el director general del organismo, Gilbert F. Houngbo, en la presentación del texto.
Sin igualdad de oportunidades para acceder a la educación y a empleos decentes, “millones de jóvenes están perdiendo la oportunidad de un futuro mejor”, sintetizó.
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