miércoles 5 de febrero de 2025

Tribus urbanas, más allá de la rebeldía juvenil (+Foto)

La Habana (Prensa Latina) Pertenencia y diferenciación son necesidades de los jóvenes, que hacen de las tribus urbanas un espacio atractivo de convivencia a pesar de asociárseles de manera simplista con la rebeldía, la delincuencia, el desinterés profesional o la marginación.

Por Verónica Núñez Lastres*

Colaboradora de Prensa Latina

A los 12 o 13 años los adolescentes se sienten inclinados a buscar un ámbito de relación social extrafamiliar, sobre todo el formado por personas de la misma edad, lo que conduce a un distanciamiento del entorno de crianza, explicó en el artículo “Tribus urbanas” Gabriel Galdó Muñoz, catedrático de Pediatría de la Universidad de Granada.

En su búsqueda de identidad, quienes “nadan contra la corriente” encuentran su lugar con otros jóvenes que se perciben de la misma manera; forman grupos consolidados donde sus miembros comparten gustos, estilos de vida o ideologías y tienen un sentido de la camaradería.

Muchos de nosotros pensamos que somos los raros y que estamos solos, hasta que descubrimos que existe una comunidad donde están desde quienes solo conviven hasta los que organizan eventos o proyectos, confesó a Prensa Latina Yoel Salazar, fundador y director del grupo friki cubano Echando Humo.

ENTENDER A LAS TRIBUS URBANAS ES CLAVE

Carlos Feixa, doctor en Antropología social por la Universidad de Barcelona, explica en su investigación “Generación XX. Teorías sobre la juventud en la era contemporánea” que la segunda mitad del siglo XX presenció la irrupción de la juventud, ya no como sujeto pasivo, sino como protagonista.

A partir de 1960 aproximadamente fue notoria la aparición en las grandes ciudades de diferentes grupos juveniles que compartían ciertas características: la vestimenta, el gusto por la música, ciertas prácticas sociales o una estrambótica combinación de todas las anteriores.

Al mismo tiempo, estas agrupaciones, aparentemente distantes entre sí, tenían en común su alejamiento de las normas comunitarias habituales o de lo considerado “políticamente correcto”. Utilizaban vestuario extravagante, se rapaban y teñían el cabello en cortes inusuales, se tatuaban, escuchaban música alternativa y algunos eran de pensamientos políticos anarquistas.

Los expertos definieron este fenómeno social como tribus urbanas, subculturas, contraculturas, grupos sociales o bandas. Hasta el momento, son numerosas y sus nombres o características varían en dependencia de la fuente consultada.

El psicólogo español Nahud Montagud, por ejemplo, enumera 20 tribus principales en un artículo para el sitio web Psicología y Mente: Hippies, Góticos, Raperos, Hipsters, Emos, Punks, Heavies, Rastafaris, Frikis (Otakus, Gamers y Geeks), Skaters, Rockabillies, Swaggers, Muppies, Pokemones, Reggaetoneros, Grunges, Skinheads, Pijos, Hip-Hop, Chonis y Canis.

La línea divisoria entre estas clasificaciones llega a ser difusa y controversial. Un skater puede ser friki o a un reggaetonero le puede gustar también el Hip-Hop.

Para algunos de sus integrantes, las etiquetas son una forma eficaz de diferenciarse entre sí, pero otros lo perciben como una manera de reforzar el aislamiento interno de los grupos y generar conflictos si sus miembros poseen gustos variados.

Constanza Caffarelli, antropóloga y autora del libro “Tribus urbanas, cazadores de identidad”, explica que las subculturas en la actualidad se prefieren analizar tomando en profundidad los contextos geográfico, social y económico, dada las repercusiones que estos pueden tener en los patrones de comportamiento de la muestra.

UNA TRIBU URBANA NO ES UNA PANDILLA DELICTIVA

Si bien las tribus urbanas se consolidaron en sus inicios como formas de protesta al rechazo comunitario por un comportamiento y estética que no encajaba en los patrones convencionales, rebelarse contra el sistema no necesariamente implica comportamientos delictivos.

Un testimoniante anónimo en el artículo “Las tribus urbanas y la discriminación; una revisión desde el etiquetamiento” de los investigadores Yered Mata y José Luís Carpio, realizada en 2022, narró cómo al ir a una entrevista de trabajo en traje y zapatos normales, pero teniendo el cabello rapado y tatuado, sintió la mirada del rechazo.

Yo entiendo que buscan algo presentable, pero mis tatuajes no se ven con ropa formal; creo que piensan que estuviste o estás involucrado en el crimen organizado, opinó el entrevistado, un chileno miembro de la tribu urbana Skinhead o Cabeza rapada.

El rechazo a lo diferente es un accionar común en las comunidades, donde asocian el aspecto de estos jóvenes con comportamientos antisociales e incluso con la pertenencia a una pandilla, una imagen lejana de la realidad en muchos casos.

Las pandillas realizan ataques violentos, en ocasiones, para evidenciar su presencia, mientras las tribus urbanas son agrupaciones generalmente pacíficas…, señaló Juan Pablo Pérez Mejía, por entonces presidente del Comité de Estudios y Estadística sobre la Ciudad de México, en el informe “Tribu urbana ¿Cultura o moda?” publicado en 2010.

Pérez Mejía añade que una banda o grupo cholo suele congregar a jóvenes de clases y barrios bajos de las urbes; en una subcultura la clase deja de ser una barrera para quienes se agrupen.

RECHAZO NO, CONVIVENCIA Y RESPETO MUTUO

La adolescencia y juventud son etapas de la vida donde la búsqueda del “quien soy en realidad” choca frecuentemente con “la opinión de los demás”.

Un balance entre ambos influye en la construcción de la personalidad, en parte gracias a agruparse con quienes comparten los mismos intereses.

Lo cierto es que las subculturas forman parte de la sociedad, aunque intenten distinguirse de ella. Su estudio permite comprender aspectos importantes de la sociedad en las que se encuentran, como señalan los investigadores Mata y Carpio.

En lugar de diabolizar a estos grupos, se debe reconocer su existencia como una forma alternativa de vida que no necesariamente implica un daño a personas ajenas a las tribus en cuestión.

Las subculturas ofrecen a los jóvenes, y en especial a los del sexo masculino, un lugar para construir una identidad que difiera de los marcos definidos por los adultos que les ofrecen la escuela, el trabajo, el sexo y la posición o clase, comparte en su investigación “Culturas juveniles globales” la socióloga y profesora Pamela Nilan, de la Universidad de Newcastle (Australia).

Es la posibilidad de encontrar una nueva vía de expresión, un modo de alejarse de la normalidad que no satisface y, ante todo, la ocasión de intensificar sus vivencias personales y encontrar un núcleo gratificante de afectividad, apoyo y cohesión con los otros, subraya el especialista Galdó Muñoz.

Debemos dejar que los jóvenes ejerzan su derecho al reconocimiento y a expresarse como ellos lo deseen, siempre y cuando se dé dentro de un contexto de respeto a los derechos de los demás y de modo pacífico, concluyó Pérez Mejía.

arb/mml/vnl

*Estudiante de Periodismo

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