Por Luis Casado*
Colaborador de Prensa Latina
Lo mío no es oponerme a lo que Arancibia expone, sino tomar un par de asuntos que sin lugar a dudas reclaman un detenido examen y más de algún prolijo comentario. Prolijo no en su acepción de ‘largo y dilatado en exceso’, ni de ‘impertinente y pesado’, sino en la de ‘cuidadoso y esmerado’.
Para comenzar, Mario Draghi, “economista altamente reputado en el contexto europeo”, no es sino un economista de los que abundan. Un funcionario bancario, promovido a altas funciones gracias a su obsecuente aplicación de las reglas impuestas por el pensamiento único: el neoliberalismo.
Un vistazo a su carrera… -presidente del Consejo de Ministros de Italia (2021-2022), presidente del Banco Central Europeo (2011-2019), director ejecutivo del Banco Mundial (1985-1990), y vicepresidente para Europa de Goldman Sachs (enero 2002-enero 2006)-, me exime de la obligación de ofrecer pruebas de su adhesión al neoliberalismo.
Esto no importa sino en la medida en la que las sugerencias en materia económica del Mario Draghi de hoy, no son sino remedios caseros para los desastres generados por las políticas económicas propiciadas por el Mario Draghi de ayer. O de antes de ayer.
Draghi nunca se opuso -por ejemplo- a la imposición de la independencia del BCE. Independencia de los pueblos de la Unión Europea. El BCE se mueve a su aire (o más bien al aire que le imponen los mercados) sin tomar cuenta de los intereses ni de la opinión de los 450 millones de ciudadanos de la Unión Europea.
Acuñar moneda -históricamente- fue considerado un símbolo de la soberanía de una región, de un país o de un… soberano. La construcción de la Unión Europea al margen de la aprobación de sus ciudadanos, e incluso en contra de su voluntad democráticamente expresada, ha sido la norma.
En el año 2005, para dar un ejemplo, los ciudadanos franceses votamos contra el Tratado de Maastricht (o Tratado de Roma II) que establecía una Constitución Europea que se situaría por encima de la nuestra, aplastando nuestra propia soberanía.
De ahí en adelante, los gobiernos franceses elegidos cada cinco años no dispondrían de poder ninguno en materias en las que la Nación Francesa “le cedía sus competencias” a un areópago de burócratas nombrados a dedo, del cual Mario Draghi formó parte.
En realidad, la Nación Francesa rechazó ceder su soberanía en el mentado referéndum de mayo 2005: el NO obtuvo el 54,68 por ciento de los sufragios, o sea 2.641.238 más votos que el SÍ. Resultado sorprendente si se toma en cuenta que los partidarios del SI se beneficiaron de un 71 por ciento de las intervenciones en TV entre el 1 de enero y el 31 de marzo del 2005.
No obstante, cuando el pueblo expresa una voluntad contraria a la de los poderosos, queda el recurso del método: el Tratado de Maastricht fue oportunamente remplazado -en los mismos términos- por el tratado de Lisboa.
En febrero 2008 Nicolas Sarkozy hizo aprobar una revisión constitucional por el Parlamento, episodio vivido como una traición por los franceses que habíamos votado NO.
En esas condiciones, afirmar que Mario Draghi es “una persona que hace opinión pública en el ámbito europeo y cuyas ideas y proposiciones tienen alta incidencia en las altas esferas políticas y económicas”…, parece una enormidad.
Sería más apropiado decir que Mario Draghi es un commesso obediente, rendido y sumiso a intereses superiores. En la UE no son escasos: Macron es uno de ellos. Ya he tenido la ocasión de precisar que en siete años de su presidencia (2017-2024) las principales 500 fortunas francesas pasaron de poseer el 20 por ciento del PIB galo a más del 45 por ciento.
Sergio Arancibia retiene -muy oportunamente- que el informe Draghi subraya la pérdida de competitividad y de productividad de la UE frente a China y a EEUU.
Draghi conoce el tema, él, que asistió de manera imperturbable a la desindustrialización europea, operada en el altar del lucro mediante la deslocalización de la producción hacia… China y Asia, en donde los salarios eran y son notablemente más bajos y la rentabilidad mucho más alta.
Este proceso de deslocalización no fue otra cosa que un esquive temporal a un fenómeno ineluctable descrito por Karl Marx en el siglo XIX: la baja tendencial de la tasa de ganancia.
Como dice Aziz Krichen en su libro Un mundo muere, otro se levanta -Ensayo sobre el desarreglo del imperio yanqui-, mientras queden reservas de mano de obra miserable en el mundo… habrá un respiro temporal. Luego… ya se verá.
La pérdida de competitividad frente a los EEUU es otro tema. Gracias a los acuerdos de Bretton Woods los Estados Unidos ostentan el inimaginable privilegio de emitir la moneda planetaria: el dólar. En la materia los EEUU. son extremadamente productivos.
Como dice Emmanuel Todd, “los EEUU viven a expensas del mundo exterior”. Su déficit comercial anual con China es del orden de los 270 mil millones de dólares, mientras el déficit comercial con Europa es superior a los 400 mil millones de dólares.
El imperio paga emitiendo papelitos verdes… Pueden permitírselo porque la UE se transformó en un protectorado. A tal punto que Donald Trump anuncia que la “protección” yanqui habrá que pagarla.
EEUU- un imperio decadente e hiper endeudado-, controla la Unión Europea desde el punto de vista económico, financiero, monetario y militar. El BCE no osaría subir o bajar sus tasas de interés, ni emitir los cientos de miles de millones de euros que pudiesen financiar un relance económico, sin obtener previamente el asentimiento de la FED.
Entretanto, las más reputadas empresas tecnológicas europeas son adquiridas por inversionistas yanquis que pagan “en monnaie de singe”, o sea, con los papelitos verdes sin respaldo.
Otra vía de agua del barco que se hunde: “la dependencia energética, incrementada en la medida que se prescinde, aún cuando sea muy parcialmente del gas ruso”.
La UE se vio imponer por los EEUU las sanciones que supuestamente ella misma debía imponerle a Rusia. El descuelgue de la energía barata rusa -gas, hidrocarburos, uranio…- le permitió a EEUU desbarrancar la industria alemana y europea. ¿Cuál fue la reacción europea sino la de un vasallo obediente?
La suspensión de Rusia del sistema de pagos Swift no hizo sino acelerar la caída de la influencia del dólar, y el nacimiento de nuevas formas de pago internacional. Mientras los países del Brics impulsan la creación de otra unidad de cuenta para transacciones internacionales.
¿Cuál fue el debate al respecto en la Unión Europea? Ninguno. Ni siquiera un gesto de malhumor ante el desastre anunciado. Los cientos de sanciones contra Rusia -económicas, comerciales, financieras, culturales, deportivas, militares, fronterizas…- se volvieron contra sus impulsores.
Momento en el que conviene referirse a “la industria armamentista y la seguridad, tema que adquiere cada día más importancia en la medida en que no se puede ya confiar plenamente en la OTAN…”.
Sorpresa. ¡¿Alguna vez se pudo confiar en la OTAN?!
La OTAN, como lo comprendió clara y tempranamente Charles de Gaulle, no era y no es sino un ministerio de colonias en el que las colonias financian el colonialismo.
La lista de compras de armamento yanqui por parte de los Estados europeos no sólo es larga como un día sin pan. Además es establecida en EEUU por las grandes corporaciones que constituyen lo que el mismo Roosevelt bautizó como el complejo militaro-industrial que controla la política imperial. ¿Dónde está, o estuvo, el debate europeo en cuanto a estas estratégicas cuestiones de defensa?
De ahí el título que le di a esta nota: La irrelevancia para América Latina de los debates europeos.
No es mala leche. Es simplemente empirismo puro, un principio de realismo, son los hechos, los porfiados hechos.
La Unión Europea no juega ningún papel relevante, ni en la guerra de Ucrania, ni en la agresión israelí contra Palestina y el mundo árabe-musulmán. Ni siquiera en la lenta pero segura separación de África de los intereses de los imperios coloniales que fueron sus amos.
Ni en las cuestiones comerciales, sector en el que sufre, como China, Rusia, Cuba, Venezuela y tantos otros países, los diktats del imperio: the new protectionism.
Finalmente, en materia de democracia, la UE muestra dos facetas convergentes: el significativo y persistente aumento de la influencia del neofascismo, y la banalización del irrespeto hacia el voto ciudadano.
Los dos últimos ejemplos no reconfortan: el triunfo de la extrema derecha en Austria, que suma ese país a la inestabilidad política creciente. El desprecio de Macron en Francia ante la victoria de la izquierda y el rechazo a sus políticas de favoritismo al gran capital. Macron perdió tres elecciones al hilo… y concluyó nombrando al gobierno más derechista de la Vª República.
¿Qué lecciones pueden sacar los países de América Latina de los debates europeos? En mi modesta opinión… ninguna. Por la sencilla razón que -principio de física fundamental- de la nada… no sale nada.
arb/Rmh/lc
*Nació en Chile. Es ingeniero del Centre d’Etudes Supérieures Industrielles (CESI-París). Ha sido profesor invitado del Institut National des Télécommunications de Francia y Consultor del Banco Mundial. Su vida profesional, ligada a las nuevas tecnologías destinadas a los Transportes Públicos, lo llevó a trabajar en más de 40 países de los cinco continentes. Como empresario del sector de las tecnologías de la información, fue premiado por la Cámara de Comercio y de Industria de París (Innovación tecnológica-2006). Editor de “Politika” en Chile, ha publicado varios libros en Chile y Europa, en los que aborda temas económicos, lingüísticos y políticos.