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domingo 29 de septiembre de 2024
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Aïta marroquí renueva sus acordes

La Habana (Prensa Latina) La primera mujer rapera del Magreb, Widad Mjama, combina su música con la legendaria canción protesta del folclore marroquí, la aïta, que sume sus raíces en los ambientes rurales del país.

Por Daimarelys Pérez Martínez

De la redacciòn de Cultura

Cantada por las cheikhats, quienes trascendieron como mujeres libres alentadoras de levantamientos contra las injusticias desde tiempos remotos, ahora la aïta se renueva con acordes del rap de Mjama.

En lugares campestres, hombres y mujeres en otros tiempos no se mezclaban, por tanto, cuando ellas eligieron ser artistas se encontraron completamente al margen, recordó la rapera.

Creo que esta expresión toca los límites de la aceptación de ciertas cosas y representaciones de lo femenino, y una mujer fuerte siempre da miedo, por partida doble, comentó Mjama.

La rapera rinde este homenaje atraída por esas cantantes, transmisoras desde el siglo XII de la tradición aïta, y del arte poético y musical ancestral de marroquì.

Son las cheikhas guardianas de una gran parte de nuestro ADN y de la tradición oral que acogemos, acotó.

Esa estrella marroquí del género urbano transita entre tradición y contemporaneidad, acompañada por el productor tunecino y compositor de mùsica electrónica Khalil Epi, un hábil intérprete de loutar y mandole, indicó el periodista José Luis Vargas en el sitio de internet Al Punto Oaxaca.

La rapera dirige el proyecto artístico AÏTA, surgido de esa profunda fascinación por las tradicionales cantoras.

“Aïta mon amour”, la más reciente creación de Widad con su colaborador Epi, representa un ambicioso esfuerzo por sacar esta poesía del olvido y traerla al presente, además de reintroducir el arte tradicional marroquí en la era contemporánea y digital.

Mjama es licenciada en danza clásica y arte dramático por el Conservatorio de Casablanca, ubicado en esa ciudad del oeste de Marruecos.

Se hizo famosa en 2001 como la primera rapera marroquí que surgió de forma destacada en la escena “underground” de esa localidad dominada por los hombres.

A mediados de la década de 2000, Widad amplió sus horizontes académicos y artísticos en Francia, donde obtuvo un máster en ingeniería de proyectos y se incorporò a la escena musical africana.

En 2014, co-fundó el grupo franco-marroquí N3rdistan con su compañero de Thug Gang, Walid Ben Selim, que mezcla electro, sonidos ancestrales y hip-hop, alcanzando con ello un éxito internacional.

“Aïta mon amour” representa un diálogo entre generaciones, en el cual Widad crea una rica narrativa musical a partir de estos añejos poemas. La producción se mantiene fiel al espíritu y la fuerza de sus orígenes, ofreciendo un conmovedor viaje a través de la historia de las Cheikhats.

Lo más triste, por lo menos para mí, asumió Widad, es que, a mediados del siglo XX habían muchas compañías de cantantes exclusivamente femeninas, las cuales brindaban el repertorio de la aïta, declaró la rapera a la publicación mexicana.

Ahora quedan muy pocas y se van marchando una tras otra; es como si perdiéramos un trocito de nosotras mismas y de nuestra identidad, subrayó.

AÏTA, ¿SE PIERDE O RENACE EN LA ERA DIGITAL?

Lo que alguna vez fue revolucionario con relación a lo femenino, pasó a la posteridad como algo lascivo y, en la peor de las historias, si no era así, se convirtió en fuente de infortunio.

Es el caso de la aïta, una forma musical emergida de un grito guerrero ya desde la Edad Media, etapa en la cual algunos cronistas sitúan sus inicios, en coincidencia con la instalación de las tribus árabes beduinas en territorio magrebí.

Aïta significa llamamiento, en el darija o árabe dialectal; también se refiere a un lamento de amor y deseo. De ahí la estigmatización de las mujeres que la cantaron.

La Aïta atrajo romance y rebelión, ambos se fusionaron musicalmente con vigor contra todos los desafueros del poder y los caíds (gobernadores) de turno.

En escenarios diferentes se convirtieron en ofrendas a los santos locales de cada comunidad y aquellas letras acerca de la actualidad de diferentes épocas quedaron grabadas como crónicas imborrables en los miembros de distintas tribus y regiones.

Coleccionista de esta tradición musical, Jamal Zerhouni, junto a su hermano Abidinne, recopila esas piezas.

La aïta era una forma de escribir la historia, ya que de cada acontecimiento importante queda una canción específica, explicó al diario El País este artista.

Así, los jeques se reunían para plasmar algún suceso, como la oposición de la legendaria canción Kherboucha a la autoridad del caíd Aïssa Ben Omar; o redactaban sobre las reconciliaciones entre miembros de diferentes cofradías, apuntó el coleccionista y cantante de aïta Zerhouni.

El músico argumentó a la publicación española que la aïta en Marruecos sigue siendo un marcador temporal la cual expone, en narraciones, diferentes lugares y épocas, así como se transmite oralmente.

Intérprete y estudioso del género, Zerhouni subrayó que este patrimonio cultural, cuyos autores eran nobles de ambos sexos, destaca por su longevidad.

Una curiosidad consiste en que, en ocasiones, quienes las entonaban eran trovadores vestidos de mujer acompañando a las cheikhats, las intérpretes profesionales.

CABARET MARROQUÍ QUE CONVIERTE A HOMBRES EN DIVAS

Señala El País que tal es el caso del grupo marroquí Kabareh Cheikhats que honra a artistas tradicionales al recuperar canciones y bailes vestidos de mujer.

Desde el teatro musical llega esta compañía fundada en 2016 que se ha acercado al género de la aïta para homenajear a esas artistas icónicas.

Liderados por Ghassan El Hakim, son 10 músicos y actores que ponen en escena canciones del folclore del Magreb.

Hoy hacen giras por Marruecos y Europa, maquillados y vestidos de damas con sus mejores caftanes, un atuendo de algodón o seda, un tipo de túnica, con mangas, que llega a los tobillos.

Somos hombres que queremos ponernos vestidos, señaló El Hakim, director de escena, porque ellas son la llave para desembarazarnos de la masculinidad tóxica.

Con nuestros “shows” dulcificamos la relación entre hombres y mujeres en sociedades en las cuales no siempre la gente ha podido vestirse o bailar como le place, puntualizó.

Se trata de una reivindicación de aquellas damas, antaño estigmatizadas, en una sociedad la cual no toleraba que las cheikhas fueran líderes en su tierra.

Aquellas féminas animaban a sus hombres a enfrentar atropellos, pues no podían desprenderse del hábito social de ser nombradas en voz baja.

Eran como velas que alumbraban deshaciéndose, comentó la veterana artista Aïcha en el documental de Ali Essafi  “Blues des shikhats” (2004).

Así llega esta poesía amorosa y subversiva a los cabarets del siglo XIX en Marruecos. Hasta hoy, la aïta y sus intérpretes arden e iluminan al mismo tiempo.

arc/mml/dpm

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