Por Mario Hubert Garrido
Corresponsal jefe en Panamá
Supuestos esfuerzos de la administración de José Raúl Mulino, en sus 17 viajes internacionales para sumar más países suscriptores del Tratado de Neutralidad de la vía interoceánica de 1977, no calmaron el afán del presidente estadounidense, Donald Trump, de retomar el control de la ruta, bajo presunta influencia de China, incluido el posible uso de la fuerza.
Por orden, llegaron al istmo en visitas oficiales y para ejercer mayor presión el secretario de Estado Marco Rubio; su par de Defensa, Pete Hegseth; el jefe del Comando Sur, almirante Alvin Hosley; y la titular de Seguridad, Kristi Noem.
Con alfombra roja y todos los honores posibles en el Palacio de las Garzas (sede del Ejecutivo), las altas autoridades norteamericanas recorrieron el Canal y en conversaciones bilaterales, cada uno con sus propios matices, recordaron a Mulino la orden del inquilino de la Casa Blanca.
Tuvieron resultados palpables, como un acuerdo sobre mayor presencia castrense, continuos ejercicios militares y el paso expedito de sus buques de guerra por la megaobra que une a los océanos Atlántico y Pacífico.

RESISTENCIA, PERO…
Según un comunicado de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP), tras la más reciente visita del embajador del país norteño, Kevin Marino Cabrera, las partes subrayaron el compromiso con mantener un paso seguro, accesible y neutral para quienes dependen de esta ruta.
A punto seguido destacaron que el recorrido del diplomático por las esclusas de Miraflores y Cocolí fue una oportunidad para “reafirmar los lazos históricos entre ambos países”.
Pero en su cuenta en la red social X, Marino Cabrera indicó después que “bajo el liderazgo del presidente Trump, trabajaré para asegurar que los buques del gobierno de Estados Unidos pasen primero y gratis por el Canal, de acuerdo con nuestra responsabilidad de proteger la neutralidad y seguridad del Canal, y defenderlo de la influencia maligna del Partido Comunista Chino y sus agentes en Panamá y en el hemisferio”.
La supuesta influencia de China en la administración de la ruta ha sido desmentida por las autoridades locales y de Beijing de manera insistente, pero sigue siendo el argumento más recurrente para insistir en la intención del magnate republicano de apoderarse del Canal.
En abril de este año, Hegseth, y el ministro de Seguridad de Panamá, Frank Ábrego, firmaron un memorándum de entendimiento que permite la realización de ejercicios militares en las antiguas bases de Howard.
Suscribieron además una declaratoria conjunta con el ministro para Asuntos del Canal José Ramón Icaza, donde se acordaba buscar un mecanismo de compensación para el paso de buques de la armada estadounidense, considerando lo establecido en los tratados de Neutralidad y la Constitución.
Icaza explicó que demandaron servicio en materia de seguridad, ciberseguridad y sostenibilidad ambiental, por lo que la idea es lograr compensar los costos por el tránsito de buques de guerra y los costos de los servicios que demanda el Canal.
Analistas estiman que la pretensión de Washington, de pasar gratis por esa ruta, viola el Tratado de Neutralidad vigente desde el 1 de octubre de 1979, mientras el Ejecutivo tachó de mentira una supuesta injerencia china o de otra nación sobre el Canal, y recalca que la vía acuática es y seguirá siendo panameña.

RECHAZO GENERALIZADO
Líderes políticos e integrantes de la sociedad civil reaccionaron ante tanta injerencia de Estados Unidos, con la firma de un documento en rechazo al memorándum de entendimiento con Washington, considerado lesivo a la soberanía y contrario a la Constitución.
Titulado “Unidad Nacional y Defensa de la Soberanía”, el documento plantea seis demandas al Ejecutivo, entre ellas, que el Gobierno dé marcha atrás al memorándum y que cualquier acuerdo vinculado al Canal, que modifique o transgreda el régimen de neutralidad, pase por la Asamblea Nacional y un referéndum, como lo establece el artículo 325 de la Carta Magna panameña, algo que aún no se cumple.
Por su parte, organizaciones sociales denunciaron la creciente presencia militar estadounidense.
En varias manifestaciones en las calles, integrantes del Frente Nacional por la Defensa de los Derechos Económicos y Sociales (Frenadeso) señalaron que las estadías de esos personajes, sobre todo las del alto jefe del Pentágono, estarían relacionadas con las amenazas de Trump.
Para el colectivo, el Ejecutivo local responde de forma indigna con concesiones en materia migratoria, el proceso de compra-venta al consorcio estadounidense BlackStocks de dos puertos (Balboa y Cristóbal) a cada lado de la vía interoceánica, administrado por una compañía de Hong Kong, y además la salida de importantes acuerdos con China en el marco de la iniciativa de la Franja y la Ruta.
En sus mensajes alertan además de la entrega al Comando Sur de la seguridad cibernética de la ruta fluvial y el ingreso de uniformados norteamericanos en algunos hoteles de la capital, como Le Meridien.
Frenadeso advierte que de esa manera se fraguó un plan con vistas al establecimiento de cuatro bases militares estadounidenses, y precisan que esos enclaves, dos de ellos navales, estarían en Coco Solo (del lado del Atlántico) y Rodman, Balboa (en el Pacífico); uno aéreo en la localidad de Howard (Panamá Pacífico) y el terrestre en la provincia de Darién.
Se trata de una operación a gran escala que, además de tropas numerosas, involucra obras de infraestructura militar e introducción de gran cantidad de armamento, equipos, buques, aviones y helicópteros de alta tecnología.
También el Comité Internacional Antifascista Capítulo de Panamá repudió las políticas expansionistas de Washington hacia el istmo, incluidas las amenazas de apoderarse del Canal.
La agrupación alertó que más preocupante aún es el incremento y la permanencia de tropas estadounidenses en el territorio, en bases militares compartidas, lo cual representa no solo una violación del Tratado de Neutralidad, sino también un desprecio por la decisión soberana de no albergar enclaves castrenses foráneos.

EJERCICIOS MILITARES
Toda esa situación se agravó en los últimos meses con la creciente presencia de buques y aeronaves militares de Estados Unidos en el Caribe, en franca preparación de una ofensiva contra Venezuela. A preguntas de Prensa Latina sobre la postura de Panamá ante tal descomunal despliegue y posible uso del territorio nacional para esos fines, el presidente de la República fue enfático: Panamá no colaborará en ningún acto hostil contra Venezuela.
En su habitual conferencia de prensa semanal (cada jueves) en torno a la militarización del Caribe por parte de fuerzas de Estados Unidos, el mandatario aseveró que su país no tiene nada que ver con eso. “Panamá no tiene vela en ese entierro”, remarcó.
Sobre la declaración de la región como “zona de paz”, acordada en 2014 por la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), Mulino recordó que su Gobierno recibió en la ciudad de Montería, Colombia, la presidencia pro tempore de la Asociación de Estados del Caribe (30 de mayo pasado), en la cumbre de jefes de Estado.
En ese sentido, insistió, “lo que menos queremos es un enfrentamiento en la región, de ningún tipo”. Subrayó que lo único que espera “es que los hermanos de Venezuela recuperen de manera pacífica y sensata su democracia y su libertad”.
La aclaración se produce tras meses de entrenamientos militares estadounidenses en suelo panameño y en medio del despliegue militar de Donald Trump en el Caribe, denunciado por Caracas como un intento para sacar a Nicolás Maduro del poder.
Sobre el tema, Mulino recordó que Panamá sirve periódicamente de escenario de ejercicios militares multinacionales, como es el caso del Panamax, el entrenamiento multinacional enfocado en fortalecer la defensa del Canal que se realiza anualmente.
En la edición de Panamax 2025, que culminó en septiembre, participaron helicópteros y unidades del Comando Sur de Estados Unidos y fuerzas especiales panameñas.
Estos ejercicios, que comenzaron en agosto y terminarán en 2026, aumentarán de intensidad con el paso de los meses.
Otras maniobras tienen lugar principalmente en el Darién, al que el presidente definió como “un lugar apto y muy idóneo para ese tipo de entrenamiento de supervivencias en la selva”.
El despliegue estadounidense actual representa la operación militar más masiva en el Caribe desde la invasión de Panamá en 1989, señalan analistas.
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