Por Yodeni Masó Águila
Corresponsal jefe en Líbano
Sin alcanzar ningún objetivo de los declarados en su guerra contra la Franja, el primer ministro Benjamín Netanyahu intentó saldar una deuda acumulada de fracasos con la Resistencia de Líbano (Hizbulah) y puso en acción más métodos terroristas.
Los primeros nueve meses del año estuvieron marcados por la confrontación transfronteriza y solo en dos ocasiones Israel apuntó a la capital libanesa, para mostrar sus pretensiones de querer ampliar la hostilidad en la región.
El 2 de enero, las fuerzas sionistas asesinaron al vicejefe del Buró Político del movimiento palestino Hamas, Saleh Al-Arouri, y el 30 de julio mataron al comandante de Hizbulah, Fouad Shukr, ambas agresiones contra edificios residenciales en el suburbio sur de Beirut.
Agresión indiscriminada
A mediados de septiembre, Tel Aviv ejecutó una operación terrorista electrónica sin precedentes que cobró la vida de más de 30 personas y cerca de tres mil heridos como consecuencia de la explosión de miles de dispositivos de comunicación, tipo pagers y walkie-talkie, en varias regiones del país.
Jornadas después, el 19 de septiembre, el ejército sionista lanzó una agresión contra un edificio civil en el suburbio sur de Beirut, donde asesinó a más de 50 ciudadanos, incluido 16 miembros de Hizbulah y dos altos comandantes de las tropas élites Radwan.
Netanyahu y su gabinete de guerra decidieron ampliar el círculo de fuego y el lunes 23 de septiembre, sus aviones comenzaron a bombardear a pobladores en localidades del sur, el noreste en la Bekaa y la capital.
El Ministerio de Salud reportó más de cuatro mil libaneses muertos desde octubre de 2023, causados por el agresor israelí que intentó justificar con la falsa narrativa de atacar objetivos militares y armas de Hizbulah.
Intentos de arrinconar a Hizbulah
Desde Nueva York y después de exponer sus planes expansionistas en Naciones Unidas, Netanyahu ordenó el asesinato del líder de la Resistencia, Hassan Nasrallah, y durante casi 24 horas lanzó 80 toneladas de municiones prohibidas internacionalmente sobre barrios residenciales en la zona de Haret Hreik.
El 28 de septiembre, Hizbulah declaró mártir en el camino de la liberación de Al-Quds (Jerusalén) a su secretario general desde 1992.
Miles de libaneses y sirios abandonaron sus casas en el sur y el noreste del país y la solidaridad entre cristianos, chiitas, sunitas y drusos frustró todo plan israelí de promover un discurso sectario entre la población y arrinconar a la Resistencia.
Hizbulah recuperó poder de disuasión
Pese a la pérdida de gran parte de la primera línea de su dirección, Hizbulah recuperó su estructura y eligió a Naim Qassem como su secretario general en la nueva etapa de lucha contra la entidad de ocupación.
La Resistencia puso en acción más misiles y drones, paralizó los asentamientos del norte de Israel, incluido la ciudad portuaria de Haifa, y atacó el centro de Tel Aviv, además de frenar en el campo de batalla la incursión terrestre en el sur.
Tras más de 60 días de agresión por aire, tierra y mar y la incapacidad de eliminar a la Resistencia, Israel aceptó el 27 de noviembre un acuerdo de alto el fuego, bajo supervisión de Estados Unidos y Francia, y en correspondencia con la Resolución 1701 de la ONU, aprobada en 2006.
Israel viola alto el fuego
En medio de la tregua, Israel intentó alcanzar una imagen de victoria y penetró en localidades sureñas a las que no pudo acceder durante los combates con la Resistencia, demolió viviendas e infraestructuras civiles, secuestró a ciudadanos, destruyó carreteras y causó decenas de víctimas.
A inicios de diciembre, el ejército de Líbano comenzó a aplicar su parte del acuerdo (basado en la Resolución 1701) con el despliegue de unidades y desmantelar la infraestructura militar al sur del río Litani.
Transcurrido el primer mes del cese de hostilidades, el número de violaciones israelíes superó las 800 y causó más de 30 muertos y cerca de 40 heridos.
En reiteradas ocasiones, el primer ministro interino Najib Mikati reclamó al comité de seguimiento del alto el fuego, en particular a Washington y París, desempeñar plenamente su papel y presionar al enemigo israelí para que detenga todas las violaciones, la destrucción y abandone los territorios ocupados.
Prolongación del vacío presidencial en Líbano
Un día después de la entrada en vigor del alto el fuego, el titular del Parlamento Nabih Berri convocó a una sesión el 9 de enero con el objetivo de elegir al próximo presidente de la República y dio un plazo de un mes para llegar a un consenso entre los bloques legislativos.
El exministro Sleiman Frangieh renovó su postulación a competir desde una posición de fuerza por la presidencia.
Apoyado por la dupla chiita de Hizbulah y Amal, el líder de la Corriente Marada insistió en un jefe de Estado a la altura de su cargo y con la capacidad de llevar a Líbano a una nueva etapa.
Junto a Frangieh aparecen en la carrera presidencial, el diputado Neemat Frem y el comandante del Ejército Joseph Aoun.
A inicios de 2025, Líbano intentará nombrar al presidente número 14 después de la independencia, en medio de las repercusiones de un año de bombardeos y crímenes israelíes y la continuidad de discrepancias políticas internas e injerencia extranjera.
La nación enfrenta la peor crisis económica de su época moderna como consecuencia del colapso bancario y la pérdida del dinero de los depositantes.
El tema de los desplazados sirios y la seguridad en las fronteras vuelven a centrar los debates políticos internos, tras el derrocamiento del presidente Bashar Al-Assad el 8 de diciembre, la toma de Damasco por la organización terrorista Hayat Tahrir al-Sham y la anexión israelí de más tierra árabe.
Para la próxima etapa, el secretario general de la Resistencia, Naim Qassem, insistió en la prioridad de la implementación del acuerdo al sur del río Litani, la protección de la soberanía libanesa, así como los esfuerzos de reconstrucción y la elección de un presidente de la República.
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