“La adicción a las drogas es el enemigo público número uno de Estados Unidos”, declaró el 17 de junio de 1971 el entonces mandatario norteamericano, el republicano Richard Nixon (1969-1974).
Más de medio siglo después, 100 mil personas murieron por sobredosis (mayormente de opioides) solamente en el periodo entre abril de 2020 y el mismo mes del 2021, dato que supone un récord de fallecimientos por esa causa y un incremento del 28,5 por ciento con respecto a 2019-2020.
Billones de dólares de los contribuyentes estadounidenses y la militarización de las agencias de aplicación de la ley parecerían entonces esfuerzos en vano cuando los estupefacientes arruinan el futuro de miles de personas, especialmente entre las poblaciones negras y latinas.
A lo largo del siglo XX nacieron en el interior del aparato gubernamental estadounidense, diversas instituciones que hasta hoy intervienen en la lucha contra el tráfico de sustancias ilícitas, entre ellas la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés).
Las agencias de aplicación de la ley no lograron reducir el consumo interno, lo cual acentúa la existencia de rutas a través de los países de Centroamérica para el suministro a la gran potencia, indicó la máster en Relaciones Internacionales Heidy Albelo en la revista Política Internacional.
DROGAS Y DELITOS ASOCIADOS, UN NEGOCIO LUCRATIVO
El narcotráfico es una problemática recurrente en Estados Unidos, pero sobre todo un negocio que mueve miles de millones de dólares, comentó a Escáner la profesora del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García de La Habana, Nidia Alfonso.
La estudiosa de las relaciones entre México y su vecino del norte explicó que las sustancias ilícitas entran al territorio estadounidense principalmente por la frontera entre ambas naciones, que es “porosa”, y los traficantes emplean muchas veces túneles y puntos conocidos, incluso por las autoridades.
Innegablemente, apuntó, México es la mayor puerta de entrada a Estados Unidos de la droga procedente de Centroamérica y del sur del continente, lo cual implica para la nación azteca el arraigo de una cultura asociada a lo narco, que se convierte en fuente de ingresos de muchas familias.
Aclaró que a pesar de llegar a Estados Unidos por el sur, el consumo en ese país no se produce única y exclusivamente en los estados fronterizos, sino que existe una ramificación hacia todo el territorio nacional, algo conocido por la DEA, según investigaciones divulgadas en la prensa.
Además, Alfonso subrayó que instituciones financieras relevantes como Bank of America o Citibank fueron acusadas reiteradamente de lavar dinero procedente del narcotráfico, por lo tanto a ese delito están asociados otros que lo hace un negocio aún más lucrativo.
Por ejemplo, precisó la entrevistada, alrededor del ocho por ciento del comercio internacional está dedicado al tráfico de drogas estimulado desde países como Estados Unidos, donde hay un mercado interesado en su consumo y existe un sistema para blanquear esos ingresos.
DEA, INSTRUMENTO MILITAR Y POLÍTICO
Para nadie es secreto que los gobiernos de Estados Unidos han utilizado el tráfico de drogas hacia su propio país como una herramienta para llevar adelante sus intereses de expansión y dominación, de acuerdo con apuntes del investigador social Ricardo Arturo Salgado.
El expresidente boliviano Evo Morales criticó cómo Estados Unidos, el principal consumidor de drogas en el mundo, usa sus certificaciones y memorandos como excusa para intervenir países militar y políticamente, como hizo en Colombia y Afganistán.
Morales se refirió a que en esencia el objetivo de la política antinarcóticos desplegada por Washington, principalmente en América Latina, es un pretexto para “apoyar” con recursos financieros y logísticos a gobiernos derechistas contra cualquier intento de independencia económica o política, o para evitar el triunfo de movimientos progresistas.
En 2005, el entonces presidente de Venezuela Hugo Chávez ordenó la expulsión de la entidad estadounidense debido a que sus agentes apoyaban a los narcotraficantes en vez de combatirlos, además de generar inestabilidad interna en la nación bolivariana.
Actualmente, analistas confirman que la CIA y la DEA (con 92 oficinas en 69 países) mantienen contactos y negocios con los carteles de la droga, y sirven para organizar importantes redes de lavado de activos que llegan hasta Wall Street e involucran al sistema bancario internacional.
El dinero del narcotráfico fluye como “sangre” en el sistema circulatorio del capitalismo mundial; no existe movimiento de narcóticos, trata de personas o tráfico de armas que estos señores ignoren, ni dinero proveniente de ellos que esté fuera de la estructura financiera global, expresó Salgado.
Aseguró que Estados Unidos, el mayor patrocinador del narcotráfico en el mundo, dirige una red ideológica para erigirse en juez mundial contra los narcos que no son sus amigos.
En ese aspecto coincide la profesora Nidia Alfonso, para quien como en muchos otros aspectos de la política internacional, es innegable el doble rasero de la llamada “guerra contra las drogas” de Washington, algo que cataloga como una relación de amor-odio.
Mientras, arman amplias coberturas mediáticas cuando caen grandes capos o figuras políticas vinculadas a tráfico de narcóticos, la demanda estadounidense continúa y otros ocuparán ese lugar.
LA EPIDEMIA DE LOS OPIOIDES
El nombre de Alexander Neville quizás sea desconocido, pues con apenas 14 años resultó víctima de las drogas en Estados Unidos, específicamente del fentanilo, un opioide sintético altamente tóxico ofrecido a jóvenes en formato de píldoras falsas.
Su caso fue divulgado en la prensa estadounidense como ejemplo de las aproximadamente 64 mil víctimas que causaron esos químicos en el país durante 2021, un 49 por ciento más que el año anterior, según el Centro Nacional de Estadísticas de Salud.
Considerada una epidemia más mortal que la Covid-19, la crisis de los opioides es resultado de una fallida “guerra contra las drogas” que no supo en más de 50 años poner freno al tráfico y consumo de sustancias cuyas consecuencias son graves para la salud humana, de acuerdo con analistas.
La DEA asegura que ese tipo de estupefacientes -con un efecto analgésico 100 veces más potente que la morfina o 50 veces más fuerte que la heroína- llega al país desde México como resultado del narcotráfico.
Esas redes asociadas a las drogas parecen vivir hoy una revolución económica gracias al fentanilo que, comparado con productos como la marihuana y la cocaína, es más barato de elaborar, no requiere de grandes terrenos ni mucha mano de obra, solo de químicos poco regulados.
Aunque la crisis de los opioides en Estados Unidos no nació en el mercado ilegal de sustancias nocivas, sino en las grandes empresas farmacéuticas, actualmente utiliza las redes del narcotráfico para ampliar el número de consumidores.
¿UN MAL INCOMBATIBLE?
En la nación norteamericana, aunque no existen carteles famosos como los mexicanos, ni grupos armados que se disputan territorios de cultivo de coca como en Colombia, sí hay organizaciones dedicadas al narcotráfico.
Los propios medios estadounidenses reconocen el fracaso de la estrategia contra las drogas de las sucesivas administraciones, mientras prospera el comercio de sustancias ilícitas, el consumo entre personas de todas las edades y, por tanto, las muertes y los trastornos de salud asociados a ellas.
Los aparentes esfuerzos para frenar esos efectos se vieron completamente socavados por políticas ineficaces centradas en la seguridad pública, según la Institución Brookings con sede en Washington D.C.
Esa organización apunta que la estrategia contra las drogas y el narcotráfico se construyó sobre una base de racismo y xenofobia con el objetivo de vilipendiar a los afroamericanos, los nativos americanos, los inmigrantes asiáticos y latinoamericanos, y otros grupos sociales.
Defensores de los derechos humanos en Estados Unidos manifiestan que el sistema de justicia penal vinculado a las drogas, desde el arresto hasta el juicio, el encarcelamiento y las condiciones posteriores a la liberación, castiga de manera desproporcionada a las personas de color, creando un ciclo de daño en sus comunidades.
Los niveles actuales de tráfico y consumo reflejan la existencia de un compromiso entre poder económico y poder político, lo cuales promueven, aúpan y protegen al narcotráfico desde las altas esferas, sentenció la profesora Nidia Alfonso.
El problema del narcotráfico, como concluyen los expertos, reside en que no constituye un verdadero obstáculo para la Seguridad Nacional de la nación norteamericana, o por lo menos, no uno que pueda desestabilizar o poner en peligro el “sistema capitalista”, sino todo lo contrario, lo nutre.
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