Por Roberto Castellanos
Corresponsal jefe de Prensa Latina en Egipto
Aunque aún es muy pronto para celebrar la paz, este año ocurrieron importantes acontecimientos que permiten a la población mirar hacia el futuro con ilusión.
El diálogo entre el rebelde grupo Ansar Allah (conocido como el movimiento hutí) y Arabia Saudita, que apoya al gobierno de Yemen, fue un paso claro en esa dirección.
En abril una delegación saudita aterrizó en Saná, la capital yemenita, ocupada por los insurgentes, para dialogar directamente con sus líderes en septiembre, un equipo de estos últimos visitó Riad.
Aunque en ninguno de los dos encuentros hubo acuerdos y ambas partes manifestaron sus diferencias, fijaron posiciones y fue la primera vez que se reunieron desde el inicio del conflicto.
Otro rayo de luz es el mantenimiento de la tregua alcanzada en abril de 2022, respetada por las partes, aunque en los últimos meses se reportaron incidentes menores.
Varios acontecimientos ofrecieron este año motivos para el optimismo, incluido el intercambio de prisioneros negociado por enviado especial de la ONU, Hans Grundberg, y la Cruz Roja, y la reanudación de los vuelos desde y hacia Saná, paralizados en 2016.
El levantamiento de los bloqueos marítimos y aéreo de las zonas controladas por los hutíes permitió la entrada de productos vitales para millones de civiles, incluidos alimentos y combustible.
La evacuación de más de un millón de barriles de petróleo del oxidado buque Safer, frente a las costas de la nación, fue otro paso en la dirección correcta y evitó una catástrofe ecológica de grandes magnitudes.
Sin embargo, aún es pronto para vislumbrar una solución pacífica que permita compartir el poder a los hutíes y al Ejecutivo reconocido por la comunidad internacional.
Este último está representado por una dirección colegiada llamada Consejo de Liderazgo Presidencial, integrada por varias figuras clave en Yemen.
Tras años de combates, muertes y desconfianza, se necesita mucho trabajo para conseguir la esquiva paz en ese empobrecido país, donde más de dos tercios de sus habitantes necesitan ayuda internacional para sobrevivir.
CRITICA SITUACIÓN HUMANITARIA
Tanto la ONU como diversas organizaciones no gubernamentales celebraron esas señales positivas con el fin de mitigar la crisis humanitaria de Yemen, el país más pobre de la península Arábiga.
Recientemente, la ONG Save the Children alertó que la ayuda humanitaria a esa nación disminuyó 62 por ciento en cinco años, una situación que pone en peligro la vida de millones de personas.
Save the Children explicó que los programas para proteger a los infantes yemenitas recibieron solo 7,5 por ciento del dinero necesario en 2023 y 9,6 por ciento del total necesario para la educación.
En similar sentido se pronunció el Programa Mundial de Alimentos, que enfrenta una profunda crisis de financiación para sus operaciones en el país, lo cual podría afectar a 4,4 millones de personas que dependen de sus raciones de comida.
Según la ONU, dos tercios de la población de Yemen, 21,6 millones de personas, incluidos 11 millones de menores, necesitaron asistencia humanitaria y protección en 2023.
El Comité Internacional de la Cruz Roja estimó que más de 20 millones de yemenitas, de una población de 31 millones, carecen de acceso a atención médica básica y 16,2 millones están amenazados por la falta de alimentos.
La directora regional del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Adele Khodr, denunció que casi 11 mil niños murieron o resultaron heridos durante la guerra.
Mientras, la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios cifró en 500 mil el número de menores que sufre desnutrición aguda.
A fuego lento, los yemenitas y actores regionales e internacionales cocinan la necesaria paz para ese empobrecido y destrozado país, donde las necesidades diarias se acumulan desde hace nueve años.
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