El analista político uruguayo Jorge Capelán refirió a la sección Escáner de Prensa Latina que, en principio, su definición etimológica representa el deseo de los pueblos de la región: justicia social, empleo, bienestar e identidad, pero la nación suramericana enfrenta también la tozudez de Estados Unidos.
Según el experto, Washington mantiene en el poder, desde hace varias décadas, “élites extremadamente corruptas y criminales” y la preservación, muchas veces a sangre y fuego, de ese sistema de dominación cuenta con la ayuda de la maquinaria burocrático militar y los sucesivos gobiernos norteamericanos.
De ahí que las iniciativas asociadas al impulso de acuerdos de cese de las hostilidades, tienen siempre el mismo destino que los convenios suscritos en 2016 entre el gobierno colombiano de Juan Manuel Santos (2010-2018) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias-Ejército del Pueblo (FARC-EP).
“Fueron desnaturalizados, incumplidos o boicoteados durante los cuatro años del mandato de Iván Duque y, en paralelo, cientos de líderes sociales y excombatientes guerrilleros resultaron asesinados por las fuerzas militares o paramilitares de 2018 hasta la actualidad”, añadió el académico cubano Luis Suárez.
¿Qué significa entonces la paz para Colombia? “un propósito común de sectores mayoritarios de la sociedad, especialmente en aquellas comunidades que padecen de manera directa los impactos de la guerra y del ejercicio de la violencia”, aseguró a Escáner Jairo Estrada, profesor de Ciencia Política.
Para el coordinador académico de la Maestría en Estudios Políticos Latinoamericanos de los Universidad Nacional de Colombia y director de la Revista Izquierda, la paz a la que aspiran no solo implica el silencio de los fusiles, representa también reformas políticas, económicas y sociales.
Esos cambios, aplazados históricamente, contribuirían, a su juicio, a la democratización del país, la garantía del buen vivir y el bienestar de la población, anhelos ahora más tangibles gracias a la llegada del gobierno progresista de Gustavo Petro.
“El nuevo ejecutivo manifestó, desde la propia campaña electoral, la voluntad y decisión de emprender ese camino mediante una política denominada como Paz Total. Dentro de los pasos iniciales estuvo la reanudación de las conversaciones con el Ejército de Liberación Nacional (ELN)”, recordó.
La guerrilla, por intermedio de su máximo comandante Antonio García y de la comisión negociadora, manifestó su decisión de actuar en el mismo sentido, preliminarmente en La Habana y ahora con el anuncio oficial del comienzo de las conversaciones, desde la primera semana de noviembre en Venezuela.
Según Jaime Cedano Roldan, periodista, analista político, escritor y militante del Partido Comunista Colombiano (PCC), la paz forma parte del ideario de los partidos, movimientos sociales y personalidades presentes en el Pacto Histórico y planteada en el discurso de Petro, del pasado 7 de agosto.
“Dialogaré con todos y todas, sin excepciones ni exclusiones. Este será un gobierno de puertas abiertas para todo aquel que quiera dialogar sobre los problemas de Colombia. (…) Se llame como se llame, venga de donde venga. (…) El diálogo será mi método, los acuerdos mi objetivo”.
El especialista, radicado en Sevilla, España, y autor del libro Paz en Colombia, crónicas de ilusiones, desencantos y viceversas, evocó los avances sobre el tema durante el gobierno de Santos, si bien entonces “la negociación con el ELN era vista, especialmente por ellos mismos, como secundaria”.
IZQUIERDA Y DIÁLOGO POSIBLE
Capelán advirtió cómo la llegada de Petro al poder hizo más factible al diálogo con la depuración de las Fuerzas Armadas, el impulso de una reforma fiscal—un poco más progresista— y el restablecimiento de las relaciones dañadas con países como Cuba, Venezuela y Nicaragua.
“Como indicó el primer comandante, Antonio García, una cosa es negociar con un gobierno progresista y otra muy diferente es negociar con el Estado que detenta el poder real. No obstante, el uribismo todavía tiene sus resortes fundamentales, aunque pierda varios a pasos acelerados”, señaló.
Esa primera acción, consideró, responde a la propia credibilidad del mandatario ante el fuerte movimiento que lo llevó al máximo puesto de la Casa de Nariño y en segundo término demuestra el alcance de ciertos acuerdos básicos, en un contexto en el cual Washington enfrenta una grave crisis de hegemonía mundial.
Oscar Borge, abogado, máster en Democracia y Gobierno por la Universidad Autónoma de Madrid y máster en Tecnología de la Comunicación, reconoció que, tras el triunfo del actual presidente, Colombia abrió una puerta al proceso de diálogo, aunque sus capacidades estarán “fuertemente limitadas”.
“Es un país con una institucionalidad construida durante más de un siglo por las fuerzas conservadoras; enfrentarse a ello será un enorme reto, ya lo vivió el expresidente Santos, mismo que no se le puede acusar de progresista, un presidente de derecha que tuvo un momento de lucidez y sufrió un costo político tremendo al ir contra esas fuerzas”, detalló.
Suárez añadió a la visita realizada a Cuba por el canciller colombiano, Álvaro Leyva Durán, quien, dos décadas antes desempeñó un papel positivo en el inicio de los frustrados diálogos y acuerdos entre la FARC-EP y la administración de Andrés Pastrana, en el periodo 1998-2002.
Indicó, asimismo, el impacto enormemente negativo que tuvo en la conclusión y el cumplimiento de estos últimos acuerdos, el multimillonario Plan Colombia aprobado por el gobierno estadounidense presidido por el demócrata William Clinton y continuado por su sucesor republicano George W. Bush.
El académico añadió, igualmente, la inexactitud del demócrata Barack Obama para quien los “acuerdos de paz firmados en el 2016 por el ejecutivo colombiano habían sido fruto de las exitosas políticas bipartidistas contra el narcoterrorismo, desplegadas hacia esa nación por las administraciones antes mencionadas”.
Para el doctor en Ciencias Sociales, resultaría un contrasentido que el primer mandatario de las fuerzas de izquierda en ocupar la presidencia de ese país durante la historia republicana no empezara su gestión con la búsqueda de soluciones negociadas a algunas de las causas objetivas y subjetivas de la guerra civil.
Contienda desplegada en la nación suramericana desde hace cerca de seis décadas, si tomamos como puntos de referencia la fundación de las FARC-EP y el ELN, en los primeros años de la década de 1960.
Sumado a ello, “Petro militó de manera destacada en las filas del Movimiento 19 de abril (M-19), la primera organización político-militar colombiana que aceptó el desafío de llegar a un acuerdo de paz con el gobierno presidido entre 1986 y 1990 por el liberal Virgilio Barco”.
¿QUÉ GANA COLOMBIA CON LA PAZ?
Cedano Roldán puntualizó que el proyecto de transformaciones sociales, económicas y políticas “solo podrá avanzar de manera exitosa si tiene como sustento los avances de la paz total y el país, con mayor número de muertos por violencia política a nivel planetario, se transforme en una potencia de vida”.
Por su parte, Borge consideró que la nación suramericana gana todo, en especial cierra un capítulo significativo, o más bien, libros de confrontación y, para explicarlo, mencionó de manera metafórica la obra El coronel no tiene quien le escriba, del Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez.
“Colombia ha sido ese coronel que espera la carta con su merecida pensión por los servicios prestados. La paz es esa carta que nunca llega. Colombia es también la esposa del coronel que pregunta: ¿Qué vamos a comer? Mientras llega la paz. Todo está por ganar”, sentenció.
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