Por Juan Carlos Díaz Guerrero
Corresponsal jefe en Venezuela
Quizás su madre Alia Halabi de Saab, aún viva, y su padre fallecido Nemer Saab, en homenaje a sus antepasados libaneses y siendo el menor de cinco hermanos, decidieron nombrarlo Tarek porque vieron en él la “estrella brillante” que guía el camino en la oscuridad, como dice el libro sagrado del islam, El Corán.

El 2025 tiene un significado muy especial al celebrar sus 45 años de vida literaria, homenaje que recibió y sigue celebrando en Ferias del Libro y en cuanta actividad literaria haya, sin dejar de cumplir con sus obligaciones como Fiscal General de la República Bolivariana.
En medio de la vorágine intelectual y política, Saab dialogó gustosamente con Prensa Latina sobre su vida poética y revolucionaria, fraguada desde su nacimiento el 10 de septiembre de 1962 en El Tigre, estado de Anzoátegui, norte de Venezuela.

“Desde niño tuve sueños, no solamente con la cultura”, evocó, y recordó su ingreso a los cinco años al kindergarten (preescolar,) en 1967, donde “fui desarrollando de una manera rápida una visión del mundo muy hogareña y en unidad familiar enorme”.

Particular gratitud siente por su padre trabajador, su “gran ejemplo”, y también su madre, quienes moldearon en él el carácter del trabajo, además de “todos los vecinos de la cuadra”, también de origen árabe.
De aquella primera experiencia escolar recuerda el salón de clases de kindergarten a sexto grado, en la escuela Simón Bolívar, donde encontró “un mundo aparte” al convivir con hijos de venezolanos, la mayoría, pero también con niños de origen árabe, libaneses, sirios, portugueses, italianos, españoles, griegos y chinos.

“Era impresionante esa escuela”, cuyos dueños eran españoles, al igual que de las librerías Tixi y Minerva, esta última donde “se vendía literatura y no solo útiles escolares; todos los libros que se comercializaban en España y América Latina, de las editoriales más importantes, estaban en esas librerías”.
Obviamente, haber nacido en los años 60 del siglo pasado fue “vital y crucial, y no hubiera sido quien yo soy hoy si no nazco en El Tigre y a principio de esa década, en 1962”, expresó con orgullo.
Esa etapa de la niñez lo marcó para siempre porque en el Callejón Zulia del antiguo casco de El Tigre, aparte de los compañeros de clases, “veía a los pintores y escritores de la Casa de la Cultura Simón Rodríguez, junto con sus novias, caminar frente al local de mi padre, ir por toda la calle Bolívar”.
Pero no solo eso, en sus andanzas de barrio eso le llamaba la atención y “yo los seguía, porque tenían el pelo largo, barba, las mujeres las veía como muy hermosas, usaban trenzas en la frente y sandalias”, algo que influyó después en su personalidad y vida como amante del rock and roll.
Era esa la música que se escuchaba y todo eso de alguna manera lo hizo también entrar “en la contracultura hippie, dejarme crecer el pelo, irme a estudiar Letras al estado de Mérida” donde sus primeras novias fueron de origen hippie también, “o sea, roqueras sobre todo”.
Como casi todos escuchaba muchísimo en la radio AM y FM esa música de la época, “particularmente a los Beatles”, pero también veía hare krishnas caminar con sus tamborcitos repartiendo volantes de esa filosofía oriental, que de alguna manera también lo impactó en el momento de leer el Tao Te Ching (uno de los tres libros clásicos del taoísmo filosófico”.
Desde muy joven tuvo sus primeros vínculos con la política al militar en el Partido de la Revolución Venezolana (PRV-Ruptura) del comandante guerrillero Douglas Bravo, el cual tenía frentes culturales y de derechos humanos.
Gran influencia adquiere su vida en los años 60 y 70 del siglo pasado con el llamado al “pacifismo y el No a la guerra”, y sus primeros contactos con el Movimiento de la Nueva Trova cubana en las voces de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, pero también con el cantautor venezolano Alí Primera.
Evoca con pasión que llegó a ver en vivo y directo al Cantor del Pueblo en el cine Plaza, de El Tigre, estando en el Liceo, y 1983 en la Universidad de los Andes (ULA), estudiando letras, vio a Silvio Rodríguez en la Plaza de Toros de Mérida, y esas letras de canciones “eran poemas”.
Para el naciente poeta, la contracultura hippie “era poesía, una forma de vida, una manera no violenta de ver el mundo, amar el paisaje enormemente”, por lo que siempre amó las sabanas de Guanipa, los ríos, el mar Caribe de Puerto La Cruz, Lechería y la cordillera de los Andes.
“Yo viví en el páramo de Mérida, concretamente en un sector conocido como El Valle, y todo eso impactó enormemente en mi visión del mundo, en las imágenes poéticas que me rodearon desde niño, desde joven y que me siguen rodeando como adulto”, explica.
Otra etapa de su vida comienza en 1983, cuando renunció a la ULA en Mérida y se traslada a Caracas a estudiar Derecho en la Universidad Santa María, y “me conecto con una corriente de la contracultura de los años 60 que fue un movimiento literario conocido como la Bit Generation”, fundado en los años 40 en Estados Unidos.
Asiduo visitante de las librerías caraqueñas, por primera vez lee su primer libro de la generación Bit “Los vagabundos del Dharma”, novela de Jack Kerouac de 1958, que lo inspira en la búsqueda de otros títulos de esa corriente, aunque con anterioridad ya en El Tigre había leído textos sobre budismo.
Confiesa que fue a estudiar a Mérida bajo esa influencia y no quiso “ni medicina, ingeniería, arquitectura y ni siquiera Derecho”, aunque inicialmente estuvo en la disyuntiva si decidirse por esta última y “me fui por Letras”.
VIDA LITERARIA
La capital le proporciona “una noción más fuerte” de lo que es la literatura y comienza a escribir su primer libro Los ríos de la Ira entre su natal Mérida y Caracas, donde logra culminarlo en 1986 “porque tenía más de 200 páginas”.
“Eso marcó toda mi vida hasta ahora, cuando tengo publicado 17 libros entre poesía, crónicas de viaje, ensayos literarios y discursos políticos, aunque el gran volumen de mi obra literaria es de poesía”, afirma.
Entre su vasta obra literaria destaca Los Ríos de la Ira (1987); El Hacha de los Santos (1992); Príncipe de Lluvia y Duelo (1992); Ángel Caído Ángel (1995-1999); Cielo a Media Asta (2001 Argentina, 2003 Venezuela y Cuba); Memorias de Gulan Rubani y otros poemas (2008) y Un tren viaja al cielo de la medianoche (2021-2025).
Aparte de sus 17 libros editados y traducidos a cinco idiomas, el llamado por Hugo Chávez poeta de la Revolución bolivariana tiene 36 ediciones y reediciones de esos textos, muchas de ellos en el extranjero.
Este año para coronar su aniversario 45 de vida literaria, circuló su poesía “Antología Poética” en Egipto en idioma árabe, la cual saldrá también en Italia, y ya está editada otra antología poética que cubre de 1984 al 2025 y que fuera publicada en Rusia por la Universidad de San Petersburgo, en Argentina y México.
También este año circularon otros tres libros de su autoría como la reedición de Los Ríos de la Ira, la antología Soñando el largo viaje y su más reciente poemario, Un tren viaja al cielo de medianoche, a los que se sumarán otras compilaciones que saldrán para el 2026 en América Latina y Cuba.
Para Saab, ese recorrido literario y el impacto de lo vivido en los años 60, 70 en su niñez y juventud primera “persiste ahora en pleno 2025”, cuando tiene 63 años.
Su impronta entre Mérida y Caracas, haber viajado a Curazao con 12 años, conocer a los primos hermanos mayores que él y amantes del rock and roll, le indujeron una visión muy cercana a sus valores “en la manera de ver el mundo como lo veo siempre, buscando la espiritualidad, la conexión con el débil, el desarrollo de la empatía y humano, y el aprendizaje sin fin”.
“Siento que en este momento he logrado superar varias etapas que estuvieron en mis inicios en mis primeros libros”, alega, y opina que ha estado avalado y valorado por reconocidos críticos literarios nacionales y extranjeros.
ENCUENTRO CON FIDEL CASTRO
El Fiscal General de Venezuela recuerda con orgullo “el gran momento” en que el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, lo invita a visitar Pakistán, a conocer los campamentos de médicos cubanos que atendían a las víctimas del terremoto ocurrido en Cachemira, en octubre de 2005.
Ese personal de la salud socorría a los refugiados y víctimas del terremoto que mató a 100 mil personas, y allí “dicté, durante ocho noches y madrugadas, dos libros, Los niños del infortunio y Memorias de Gulan Rubani”, rememora.
Si no voy a Pakistán, no hubiera sido posible escribir esos libros porque “están inspirados en lo que vi, niños huérfanos, abuelas enlutadas, sin hijos, padres y esposos enloquecidos por lo ocurrido, fue una elegía al dolor y al mismo tiempo a la fe y a la esperanza, además de un momento muy importante en mi literatura”.
A juicio del defensor de los derechos humanos, Los niños del infortunio es de los libros más conocidos, mencionados y citados por mucha gente porque “tuve un espaldarazo de Fidel Castro que lo presentó en el Palacio de Convenciones de La Habana frente a médicos cubanos”.
Esa fue la primera vez que se mostró ese título y “luego, junto con Chávez y Fidel, lo presenté el 2 de febrero del 2006 en la XV Feria del Libro de La Habana”, en un trabajo de edición que le llevó ocho madrugadas e igual número de noches de enero de ese año para que fuese impreso.
Esas cosas, asevera, abarcan a un ser humano que en todo ese tiempo ya era congresista, constituyente, diputado, gobernador del estado de Anzoátegui; “¡imagínate tú la responsabilidad que implicaba!, y luego Defensor del Pueblo y Fiscal General y seguir publicando antologías, escribiendo, es una cosa increíble”.
Este hombre multifacético reconoce con orgullo que, a pesar de ser un padre de familia con tres hijos, dos de ellos varones, y ocupar múltiples cargos con responsabilidades de Estado desde 1998, “nunca he dejado escribir, de leer y a donde voy me acompaña un morral de libros”.
“Yo leo así sea una página al día, dos, tres, cuatro páginas de varios libros, escribo algo, un verso, dos, siempre ha sido, para mí una eternidad, nunca lo he de ver de otra forma, y por ello siento y creo que eso va a ser hasta el último respiro de mi vida”, testifica.
Si desde niño su conexión con la poesía y la literatura fue “un modo de vida mágico”, los versos, los libros y la investigación han sido inseparables, con una “poética coherente que se mantiene con un tono lírico alto, que se va depurando”.
“Yo creo que eso es algo grande que me ha llevado a cada día comprometerme más en ser un poeta, un escritor y rendirle honor a Hugo Chávez que me bautizó como el poeta de la Revolución”.
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