miércoles 26 de noviembre de 2025

COP30­: hacia dónde va el clima global

Brasilia (Prensa Latina) Aun cuando las luces de la COP30 se apagaron en Belém, capital del amazónico estado brasileño de Pará, persisten tensiones sobre ambición climática, finanzas y geopolítica que decidirán si el Acuerdo de París avanza o se estanca.

Por Osvaldo Cardosa

Corresponsal jefe en Brasil

Las palabras exclusivas concedidas a Prensa Latina por Alexandre Prado, líder de Cambio Climático del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF-Brasil), permiten releer el resultado del foro más allá del ruido diplomático del último día de la XXX Conferencia de Naciones Unidas sobre el Clima (COP30), el 21 de noviembre.

Su visión describe un proceso tenso, imperfecto, pero políticamente decisivo para entender hacia dónde se moverá la arquitectura climática global durante los próximos dos años, cuando se reanude la negociación de los puntos más delicados.

Prado sostiene que, frente a la percepción pública de estancamiento, las decisiones centrales sí se tomaron.

El llamado Global Mutirão (Esfuerzo planetario), que articula la transición justa, y la inclusión formal del Mecanismo de Transición Justa representan avances que Brasil buscó posicionar desde el inicio del proceso.

Sin embargo, admite que la agenda contenía 145 asuntos, un volumen que inevitablemente empujaría temas hacia 2026. No se trató, afirma, de “patear la pelota”, sino de priorizar lo inaplazable.

Uno de los momentos más críticos llegó con la objeción europea a la cuestión siete, un choque que expuso la fragilidad del liderazgo climático del bloque y la ausencia de Estados Unidos en discusiones clave.

Para Prado, Europa salió “más pequeña de lo que llegó”, especialmente por no acompañar con mayor ambición la agenda de financiamiento.

El desacuerdo sugiere que el viejo continente enfrenta dificultades para sostener simultáneamente su discurso científico y su capacidad de aportar recursos en un escenario geopolítico cada vez más inestable.

La tensión volvió a asomar en la plenaria, cuando países como Colombia, Panamá y Suiza denunciaron que el texto final “negaba la ciencia”. Prado rechaza esa lectura: la meta de 1,5 grados Celsius permanece explícita, y el conflicto real sigue siendo el financiamiento para implementar lo que la ciencia exige.

Más que una fractura del Sur Global, observa un juego constante por protagonismo regional que se repite en cada COP.

JUSTICIA SOCIAL FRENTE A COMBUSTIBLES FÓSILES

El contraste entre el avance del Mecanismo de Transición Justa y la ausencia de un acuerdo para eliminar combustibles fósiles revela diferentes niveles de negociación.

Recuerda Prado a Prensa Latina que la discusión sobre hidrocarburos tradicionales ni siquiera estaba en la agenda oficial de 2024, pues fue bloqueada en la ciudad alemana de Bonn y pospuesta. A su juicio, avanzar en justicia social es indispensable para atacar las causas estructurales de la crisis climática, desde la desigualdad histórica hasta la vulnerabilidad de los países más pobres frente a eventos extremos cada vez más frecuentes.

Brasil intentó impulsar dos hojas de ruta: una libre de combustibles fósiles y otra para eliminar la deforestación.

No prosperaron por falta de maduración previa. Es imposible —señala el especialista— construir acuerdos con más de 190 países sobre temas inéditos en apenas 15 días.

La diplomacia brasileña no falló; sorteó presiones geopolíticas intensas y consiguió avances importantes en un tablero global, en el que cada hora altera el equilibrio.

Triplicar el financiamiento para adaptación hasta 2035, pero alcanzar solo 120 mil millones de dólares anuales, está, además, muy por debajo de lo que la ciencia reclama: entre 500 mil millones y un billón cada año.

El líder de Cambio Climático de WWF-Brasil atribuye el desajuste a una disputa geoeconómica profunda y al retraso histórico en financiar la adaptación, pese a que los desastres climáticos se multiplican.

La metáfora de la “manta corta” se vuelve inevitable. Cuando los recursos no alcanzan, los que quedan descubiertos son los países más pobres.

En otra arista, el Fondo Bosques Tropicales Para Siempre no reposiciona solo a Brasil, sino a todos los países de selva tropical.

Resulta la primera vez que grandes bloques forestales diseñan una propuesta conjunta de financiamiento, capaz de introducir un nuevo paradigma de conservación basado en la permanencia, razona Prado.

El desafío ahora es captar recursos suficientes durante el próximo año, algo aún políticamente incierto.

La suspensión de la plenaria ordenada por el embajador André Corrêa do Lago, presidente de la COP30, lejos de mostrar debilidad, fue, según Prado, una demostración de respeto al proceso multilateral.

Escuchar las objeciones en público reafirmó la credibilidad de Brasil como anfitrión y fortaleció su imagen de país dispuesto a procesar tensiones sin autoritarismo.

De acuerdo con el estudioso del clima, el choque entre ambición climática y geopolítica fósil está lejos de resolverse. Arabia Saudita y otros productores seguirán empujando para dilatar decisiones estructurales mientras culpan a los consumidores, y estos responsabilizan a los productores.

El 2026 será un año decisivo. Se requerirá transformar diálogos políticos en propuestas concretas, algo que no ocurrió en Belém.

AMAZONIA, PUEBLOS INDÍGENAS Y LO QUE FALTÓ

Brasil sí aprovechó la COP en la Amazonia para elevar la voz de pueblos indígenas y ampliar su presencia en las negociaciones.

Lo que faltó, admite Prado, fue concretar la hoja de ruta para eliminar la deforestación en 2030, una meta ya prevista que podría haber madurado este año.

Ahora se necesitará una “hoja de ruta 2.0” con solo cuatro años para cumplir el plazo.

Pese a que el texto final recibió críticas, el investigador considera que el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva cosechó una victoria del multilateralismo: un acuerdo más robusto que el de 2023, con avances en mitigación, género y justicia climática.

No es lo que exige la ciencia, pero es sustancialmente mejor que un fracaso sin consenso.

Actualmente Brasil deberá concentrarse en cuatro frentes: implementar el Mecanismo de Transición Justa, operar el Fondo de Bosques Tropicales, afinar las hojas de ruta y destrabar temas cruciales del Acuerdo de París como el mercado de carbono y el programa de trabajo de mitigación.

Para Prado, el desafío es evitar que el Global Task Force (Fuerza de Tarea Global) se vuelva un acuerdo simbólico. La tarea empieza ahora, fuera de los reflectores de Belém.

arb/ocs

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