viernes 18 de abril de 2025

La pesadilla del fútbol chileno

Santiago de Chile (Prensa Latina) La violencia dentro y fuera de los estadios de fútbol en Chile es un fenómeno negativo acumulado por diferentes causas durante más de 30 años, que parece escapar de las manos de autoridades deportivas y de seguridad.

Por Edgar Amílcar Morales

Corresponsal en Chile

Uno de los casos más lamentables ocurrió recientemente en ocasión de un partido por la Copa Libertadores entre el Colo Colo y Fortaleza, de Brasil, cuando un grupo de hinchas provocó una avalancha para ingresar por la fuerza al capitalino Estadio Monumental.

Esto provocó una respuesta desmesurada de Carabineros y, según testigos, un zorrillo, como se les llama a los carros que lanzan gas lacrimógeno para dispersar multitudes, atropelló a dos jóvenes, una mujer de 18 años y un adolescente de 12, ocasionándoles la muerte.

A pesar de la tragedia el juego se inició, pero cuando ya se disputaba la segunda parte del compromiso los aficionados del equipo chileno rompieron una barrera e invadieron el terreno, lo cual llevó a los jueces a dictaminar la suspensión del choque.

De acuerdo con algunas versiones, la acción ocurrió en protesta por las muertes en las afueras de la instalación de los dos seguidores del Colo Colo, si bien la práctica de ingresar por la fuerza a la gramilla es habitual entre estas barras, incluso cuando su equipo va ganando.

UN PROBLEMA DE LARGA DATA

El fenómeno comenzó a manifestarse en los años 80 del siglo pasado, coincidiendo con el final de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), y estuvo focalizado en algunos equipos de la capital, en particular Colo Colo, también conocido como El Cacique, y la Universidad de Chile.

Hace falta, sin embargo, puntualizar que no es un problema único, ni originario de este país, pues años antes varios grupos, como los hooligans, surgieron en el Reino Unido y desde allí se expandieron a Italia, Países Bajos, Polonia, Grecia, Francia y, en menor medida, España.

Una de las tragedias más grandes en el fútbol ocurrió en 1985 en la final de la Copa de Europa, actual Liga de Campeones, en el estadio de Heysel, Bélgica, entre el Liverpool de Inglaterra y la Juventus de Italia, donde murieron 39 aficionados y más de 600 sufrieron heridas.

En América Latina las agrupaciones de aficionados radicalizados comenzaron a surgir desde 1920 en Argentina, donde se creó el nombre de “barras” y una de las primeras fue la “de la goma”, vinculada con el Club Atlético San Lorenzo de Almagro.

La práctica de apoyar al equipo y amedrentar a los rivales se extendió por toda la región y son famosas las torcidas brasileñas, aunque en sus orígenes la violencia extrema no era generalizada.

En Chile el fútbol es el deporte más popular desde hace décadas, los seguidores de los equipos son muy entusiastas y han ido adoptando prácticas comunes en otros países, entre ellas, los cánticos, banderas y el hábito de ubicarse en sectores determinados de los estadios.

Un estudio de la Universidad Andrés Bello señala que entre 1989 y 1994 los hechos de violencia en las canchas chilenas crecieron con intensidad tras la creación de barras en los cuadros más populares del país.

Estos grupos, señala el texto, se instalaron dentro de los equipos, se popularizaron y convirtieron en objeto de culto para algunos, y de escarnio para otros, y pronto a su nombre se sumó un apellido, siendo conocidas ahora como “barras bravas”.

LA GARRA BLANCA Y LOS DE ABAJO

Según el sitio Memoria Chilena, de la Biblioteca Nacional, las primeras surgidas fueron la Garra Blanca, vinculada al Colo Colo, y Los de Abajo, de la Universidad de Chile, que pronto marcaron diferencia con las organizaciones espontáneas de aficionados ya existentes con anterioridad.

Una de esas especificidades fue, lamentablemente, protagonizar actos de violencia dentro y fuera de los estadios con seguidores de otros conjuntos, a tal punto que los juegos entre ambos equipos se convirtieron en eventos de alto riesgo. Posteriormente, indica el estudio, se crearon agrupaciones similares en otros clubes, como Los Cruzados en la Universidad Católica, Los Panzers, de Santiago Wanderers, ahora en la Liga B profesional, o Al Hueso Pirata, del Coquimbo Unido de la región homónima.

Pronto la violencia comenzó a ser la principal protagonista de este deporte y alejó a los aficionados comunes, entre ellos, a quienes acudían en familia a presenciar los partidos, que prefirieron refugiarse en sus casas y seguir las incidencias por la televisión.

Pero las agresiones no sólo ocurrían en los estadios, sino que también al interior de las barras donde fueron surgiendo grupos que disputaban la hegemonía, sobre todo cuando empezaron a aparecer intereses económicos y de otro tipo.

De hecho, el 6 de diciembre de 2000 un acto brutal quedó registrado por las cámaras cuando en una disputa por el liderazgo de la Garra Blanca un sujeto agredió a puñaladas a otro, demostrando que el escenario había traspasado por completo el ámbito deportivo.

Los enfrentamientos entre las barras bravas y el ambiente de inseguridad en determinados recintos llevaron al Estado a intervenir y en 1994 se promulgó la Ley de Violencia en los Estadios, pero su efectividad en la práctica fue escasa.

ESTADIO SEGURO, UN PROGRAMA FALLIDO

Una de las primeras bajas tras los acontecimientos recientes fue Pamela Venegas, a quien el Gobierno pidió la renuncia como jefa del programa Estadio Seguro, creado en 2011 durante la primera administración de Sebastián Piñera para enfrentar la violencia en el fútbol.

Venegas fue nombrada en 2022 y durante su gestión ocurrieron diversos episodios, como la suspensión del clásico universitario en 2023 por el lanzamiento de bengalas entre las barras bravas y los disturbios de la Supercopa de 2024 entre Huachipato y Colo Colo, donde se incendió parte del graderío.

El objetivo fundamental de esta iniciativa era poner freno a los hechos delictuales y de violencia en el fútbol profesional y recuperar los recintos deportivos como lugares de sano esparcimiento, recreación y encuentro entre las familias y los aficionados.

Uno de los puntos clave era el registro nacional de hinchas, que debía llevar cada conjunto para identificar a los barristas violentos e impedirles el ingreso a las canchas, pero los mismos equipos pusieron obstáculos a esta práctica, aún pendiente en el Congreso Nacional.

Ante la inutilidad de Estadio Seguro muchos gobiernos regionales, en coordinación con los equipos locales, están adoptando cada vez con más frecuencia la prohibición de acceso del público de determinados equipos, siendo Colo Colo, Universidad de Chile y La Católica los más afectados.

En este sentido, muchos analistas precisan que la responsabilidad no puede recaer sólo en el Gobierno, y que tanto la Asociación Nacional de Fútbol Profesional y las direcciones de los clubes tienen mucho que hacer para resolver el problema.

UNA REIVINDICACIÓN

Es verdad que las barras bravas llevan el estigma de la violencia y es normal asociarlas con actos delictivos, incluso el tráfico de sustancias prohibidas, y por primera vez el ministro de Seguridad, Luis Cordero, las denominó como “organizaciones criminales”, pero existen otras lecturas que no deben obviarse.

Hay estudios donde se señala que estos grupos, al nacer a finales del período dictatorial en Chile, respondían a la necesidad de sectores populares de reunirse, acompañarse, generar lazos de identidad en base a la confianza, la hermandad y la autogestión.

Aunque no son parte de la movilidad social contra el régimen militar, de alguna manera se nutrieron de esas ideas que circularon en la época y retroalimentaron a muchas personas en la resistencia al control y la normalidad impuesta por la institucionalidad del país.

La investigación Del estadio a la calle, publicada por la Universidad de Chile, destaca el papel de las barras bravas durante el estallido social ocurrido entre el 18 de octubre de 2019 y marzo de 2020, donde tuvieron una presencia importante en las manifestaciones en la Plaza Dignidad.

En los muros del Centro Cultural Gabriela Mistral apareció un letrero diciendo “Perdimos mucho tiempo peleando entre nosotros”, sobre un fondo con los colores del Colo Colo, Universidad de Chile, Santiago Wanderers, Cobreloa y Unión Española.

En diciembre del mismo año, el segundo gobierno de Sebastián Piñera, aún encerrado en la teoría del “enemigo poderoso” contra el cual había que luchar, trató de demostrar la participación de las barras bravas en hechos delictuales ocurridos en el contexto de las movilizaciones.

Sucios, feos y malos encabeza un trabajo de la Universidad Andrés Bello, donde afirma que el sistema y los principales medios de prensa aprovechan los desmanes perpetrados por estos grupos para estigmatizar también al mundo popular y hacerlo, de alguna manera, responsable de muchos de los males que aquejan a la sociedad.

Como quiera que sea, es un problema más allá del ámbito deportivo, o futbolístico en particular, y tiene muchas dimensiones para analizar.

arb/car/eam

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