Por Joel Michel Varona
Corresponsal jefe en Haití
En esa línea, el académico haitiano Enomy Germain aseguró que el país tendrá por sexto año consecutivo un crecimiento negativo, porque, entre otros factores, la inseguridad provoca el bloqueo sistemático del comercio en la nación antillana.
El exprofesor del Centro de Técnicas de Planificación y Economía Aplicada explicó que la contracción experimentada por Haití en 2023 dificultará el avance del sector en este año, que comenzó con un Producto Interno Bruto (PIB) negativo de 1,9 por ciento.
Los principales retos siguen siendo la inflación, los problemas con el suministro y la distribución de productos petrolíferos, y la depreciación de la moneda nacional, combinados con un clima de inseguridad persistente.
Todo ello pone en peligro la aplicación de los programas y proyectos que deberían desarrollarse para alcanzar los objetivos de crecimiento y reducción de la pobreza.
Otro problema que daña la economía de Haití es el retroceso de la inversión privada y el bajo ritmo de ejecución del Programa de Inversión Pública, elementos impedidos de ser catalizadores del crecimiento.
Las exportaciones, que representan un promedio del 40 por ciento del PIB, disminuyeron en torno al 21,6 por ciento en los primeros cinco meses del pasado año.
Haití exporta productos textiles como camisetas, ropa de mujer, de hombre, suéteres tejidos y camisas para caballeros no tejidas, cacao, café y mango, y estas producciones tienen como destino final Estados Unidos, Canadá, México, Tailandia y Francia, entre otros.
Además, los fenómenos naturales derivados del cambio climático influyen en los resultados económicos.
El Índice General de Precios al Consumidor, que se situaba en 373,6 por ciento en febrero anterior, subió a 391,3 puntos en marzo, un incremento que hoy afecta a la población.
Según el Instituto Haitiano de Estadística e Informática “ese aumento mensual puede considerarse muy fuerte si se tiene en cuenta que el +4,7 por ciento en marzo frente al +3,1 por ciento del mes anterior (+7,8 en dos meses).
Tales cifras tienden a empeorar la crisis humanitaria que vive Haití, pues la población puede sufrir los efectos de la hiperinflación económica.
La fuente explicó recientemente que muchos sectores que dinamizan la economía apenas están funcionando, incluso el puerto y aeropuerto cerrados traen consigo una desaceleración de las actividades comerciales, especialmente de las importaciones y exportaciones.
En su informe, la institución plantea que para revertir esta situación es vital alcanzar la estabilidad política, poner punto final a la violencia de las pandillas, además de desbloquear las principales carreteras nacionales para el transporte de mercancías y el movimiento de personas.
REMESAS, SOLUCIÓN FAMILIAR Y NO COLECTIVA
La economía aquí tiene otro aspecto a analizar y es el papel de las remesas. En tal sentido el Banco de la República de Haití (BRH) consideró que el flujo de este capital movido desde la diáspora es un apoyo vital para el país.
Según un informe del BRH, el envío de dinero de la comunidad haitiana desde el exterior es equivalente al 20 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).
“En 2023, estos envíos ascendieron a tres mil 280 millones de dólares estadounidenses, una ligera disminución de 129,8 millones (-3,8 por ciento) frente a los tres mil 410 millones del año anterior”, precisó la entidad bancaria.
Tal situación se debe a una tímida reactivación de las actividades económicas en los principales países emisores de remesas.
Los depósitos en dólares en bancos comerciales aumentaron un 23,4 por ciento entre 2021 y 2023, lo que refuerza el vínculo entre la inestabilidad política y social con la desconfianza de los agentes económicos.
Puntualiza el BRH que los depósitos convertibles en moneda extranjera entre 2021 y 2023 ascienden a aproximadamente tres mil 600 millones de dólares. Los que más aportaron en este apartado fueron los haitianos radicados en Chile y Brasil, comentó la entidad bancaria.
La institución llamó la atención sobre la dependencia de una parte considerable de la población de las remesas, utilizadas para comprar comida, pagar la renta de la vivienda, servicios de salud y los colegios de niños y adolescentes.
Sin embargo, el Instituto Haitiano de Estadística e Informática consideró que las remesas enviadas por la diáspora alivian hoy la crisis de los hogares, pero no curan la que vive Haití.
Actualmente el país caribeño realiza nuevos cálculos para medir el PIB, y las remesas están por debajo del 20 por ciento, pero siguen siendo un soplo de aire fresco para sus habitantes.
Las remesas proporcionan al país cuatro veces más finanzas que las procedentes de las exportaciones, y casi 100 veces más recursos que los recibidos a través de la inversión extranjera directa, aseguró la entidad.
“Haití es uno de los países del mundo más dependientes de las remesas de la diáspora, un signo de una economía moribunda, no dinámica, poco diversificada, que es incapaz de generar riqueza e ingresos para sus ciudadanos por sí sola”, aseguró el economista Etzer Emile.
Afianzan la supervivencia de las familias beneficiarias sin mucho impacto en el crecimiento económico y el empleo, subrayó Emile.
En 2022, los datos del Banco Mundial indicaron que Haití fue el tercer país de América Latina y el Caribe más dependiente de las remesas, después de El Salvador y Honduras.
Ensombrecido por la violencia de las pandillas, los secuestros y hechos de sangre, esta nación del Caribe experimenta una emigración significativa, y el número de nacionales residentes en el exterior sigue en aumento, con un estimado de más de 1,2 millones, principalmente en Estados Unidos.
Su panorama económico también está marcado por el incremento del índice de desempleo, ligado a un decrecimiento de las actividades empresariales que sufren la recesión.
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