“Desespero”, es la primera frase que un reportero logra arrancarle a un emigrante que acaba de emerger de la jungla con su esposa e hija, y después balbucea: “muchas cosas nos pasaron… violaciones, muertos… un grupo armado agarró a las mujeres… y nos apuntaron y las violaron…”.
Las anécdotas refieren escenarios donde los cadáveres humanos son la advertencia de que el peligro está a cada paso, mientras la ayuda dependerá no solo de la solidaridad, sino de las posibilidades reales de agotados compañeros de viaje, ocupados en salvar su propia vida.
Una larga y discontinua fila de viajeros irregulares se adentra a diario en esa floresta desconocida, a veces bajo un riesgo asumido de antemano y otras sin conocer la trampa mortal que representa una ruta hasta ahora tan respetada como su nombre lo indica: Tapón del Darién.
Las emboscadas de los seres vivos que tienen la jungla como su casa, están en cualquier parte y los agresores (o más bien defensores) van desde las pequeñas ranas venenosas hasta los temibles reptiles y jaguares, con trincheras hechas por las centenarias raíces, caudalosos ríos y los accidentes geográficos.
De lo agreste del camino da fe el estado físico en que los sobrevivientes salen del bosque tras cubrir el trayecto desde Colombia hasta Panamá, calculado en unos 80 kilómetros en línea recta, que les puede tomar entre cinco y ocho días según su resistencia y orientación en busca de la trocha más rápida.
Bajo Chiquito es una aldea indígena que no aparece en los mapas, pero es el epicentro de la peor crisis migratoria de esta región donde se enlazan Sur y Centroamérica, paso de una improvisada ruta terrestre con Estados Unidos como meta final.
Esta es la primera meta volante en Panamá, tras lo que muchos llaman el infierno del Darién, pero aún deberán avanzar horas en rústicas piraguas, pagadas a precios de confortables autobuses, para encontrar un lugar donde recuperar energías y seguir con rumbo Norte.
ANTILLANOS NO PARTEN DESDE SUS PAÍSES DE ORIGEN
Este es el drama que viven miles de personas decididas a arriesgarse a una emigración irregular, esa que sueña ver disminuida el ecuatoriano Santiago Paz, jefe de misión en Panamá de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de Naciones Unidas.
El experto analizó las características de la actual avalancha migratoria en diálogo con Prensa Latina, en el cual explicó que este tipo de movimientos irregulares son cíclicos y se contraen en la temporada lluviosa, en medio de la cual la región se encuentra en estos meses.
Las crecidas de los ríos y zonas fangosas agregan dificultades adicionales a la travesía, que se torna más peligrosa por la presencia de grupos criminales dedicados al trasiego de drogas y al tráfico de personas, sin embargo, se ha visto un notable incremento del flujo a pesar de tales condiciones, explicó.
En el 2020, cuando surgió la pandemia de Covid-19, los países cerraron sus fronteras como medida sanitaria, lo que restringió el movimiento transnacional y por ello, tras la apertura parcial entre países, se produjo la oleada migratoria irregular impulsada por la crisis económica, aseguró.
“Los flujos que fueron represados se han visto motivados a retomar y a continuar su ruta”, dijo Paz al analizar el fenómeno de la explosión actual con grupos principalmente de haitianos, quienes buscan un reasentamiento después que en el 2010 migraran a Brasil y Chile.
Analizó que las múltiples construcciones brasileñas para el Mundial de Fútbol de 2014 y la Olimpiada de 2016 contaron con mano de obra haitiana, lo cual resultó un atractivo para escoger a ese país como destino migratorio, además del desarrollo económico pujante, elemento que también los hizo asentarse en territorio chileno.
“Mucha de la población haitiana que está circulando por la región, camino hacia el Norte, no tiene su principal país de origen ahora en Haití, sino que vemos que han partido desde Brasil o de Chile”, afirmó.
MOTIVADOS POR “EL SUEÑO AMERICANO”
“La gente se ve motivada por lo que se conoce como el sueño americano, y piensan que llegando a Estados Unidos y también en algunos casos a Canadá, pueden alcanzar bienestar para ellos y sus familias, condiciones de educación y de salud mejores a las que tienen en los países donde ellos han vivido”, opinó.
Paz ve en la información trasmitida por personas que hicieron la travesía un estímulo para escoger la peligrosa ruta, pues aconsejan que puede ser una alternativa viable y “así que háganlo”.
Al evaluar el movimiento de las personas y sus causas, el experto consideró que no solo debe quedarse en las cifras, sino conocer cuáles pueden ser las motivaciones, adónde quieren llegar y saber sus aspiraciones, para después de un análisis completo gestionar políticas migratorias regionales y nacionales.
Hay que pensar en las personas, muchas de ellas arriesgan sus vidas, no solo los bienes que venden para costear la travesía y llegar a su sueño, precisó Paz y aseguró que esos peligros se pueden evitar con el establecimiento de una “migración regular, ordenada y digna”, lo cual promueve la OIM.
“La migración es buena y es positiva”, sentenció y explicó que enriquece la cultura e impulsa desarrollo, integración, inclusión y cohesión social.
EL SUEÑO ROTO
El caótico fluir de migrantes de Sur a Norte dista mucho aún de algún orden, salvo excepciones entre algunos países que lograron acuerdos como Colombia, Costa Rica y Panamá, mientras una avalancha humana se precipita sobre la frontera sur de Estados Unidos con escenas de cacería humana en la línea divisoria de ese país.
Después de inculcar al mundo el sueño americano como meta, ahora los voceros gubernamentales del gigante norteño tratan detener el alud con discursos amenazantes de deportaciones, como el de Katherine Dueholm, subsecretaria del Departamento de Estado en recientes declaraciones al diario La Estrella de Panamá.
“No es el momento para iniciar el trayecto”, “la ruta es peligrosa”, “pueden ser devueltos”, “pueden perder la vida, ser asaltados o ultrajados”, “no es una ruta abierta”, “no hagan el viaje”, fueron sus frases no escuchadas por la caravana ininterrumpida que la desafía.
De enero hasta agosto del presente año, 70 mil 376 extranjeros ingresaron de forma irregular a Panamá a través de la Selva de Darién, con incrementos mensuales que estableció un récord en agosto pasado con 25 mil 361, más de la tercera parte de todos los arribos por esa región en el período.
El entusiasmo desaparece en los caminantes cuando al sentirse sobrevivientes del desconcierto vivido en la jungla, despiertan en una realidad que los coloca en una fina línea entre la vida y la muerte, mientras por delante quedan miles de kilómetros antes de llegar a la puerta cerrada de “la tierra prometida”, donde el sueño podría terminar en pesadilla.
arb/orm
Este trabajo contó con la colaboración de PLTV, el departamento de Fotografía, la editora Amelia Roque, el jefe de la Redacción Internacional, Antonio Rondón, y el webmaster Diego Hernández.