viernes 27 de diciembre de 2024
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ESCÁNER: Falacias y realidades migratorias sobre el continente negro (+Fotos +Info +Video)

Luanda (Prensa Latina) Historias cotidianas de naufragios y muertes en frágiles embarcaciones hacen creer que la mayoría de los migrantes africanos intenta salir del continente, pero la realidad es distinta, aunque también signada por el drama diario de la subsistencia.

El más reciente informe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) señaló que en 2019 más de 21 millones de africanos vivían fuera del suelo natal, pero dentro del territorio de su continente, lo que representó un aumento en relación con 2015, cuando la cifra estimada fue de 18,5 millones.

Al mismo tiempo, creció el número de residentes en otras zonas del planeta, al pasar de aproximadamente 17 millones en 2015 a cerca de 19 millones en 2019, precisó el organismo vinculado a las Naciones Unidas.

 

No todas las subregiones muestran patrones semejantes en cuanto al tema en análisis y, en conjunto, África para nada ocupa la primacía en lo referido a la salida al exterior de sus habitantes.

Otras compilaciones estadísticas de la OIM y la Unión Africana calcularon que, con un saldo mundial de 258 millones de migrantes, apenas 36 millones eran oriundos de esta parte del orbe; es decir, solo un 14 por ciento.

 

Dentro de África, buena parte de las salidas al exterior ocurren en la región norteña: en 2019, ilustró la OIM, Egipto tenía la cifra más alta de nacionales residentes en el extranjero, seguido de Marruecos, Sudán del Sur, Somalia, el Sudán y Argelia.

Algunos de los mayores corredores, precisó la fuente, vinculan a territorios como Argelia, Marruecos y Túnez, a Francia, España e Italia, lo cual refleja en alguna medida los vínculos poscoloniales y la proximidad geográfica.

En tanto, los que van de Sudán del Sur a Uganda y de Somalia a Etiopía, son el resultado de los desplazamientos a gran escala causados por conflictos internos, señaló el informe.

También existen importantes rutas de movimiento laboral hacia los estados del golfo Pérsico, por ejemplo, de Egipto a Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos.

CORREDOREDORES MIGRATORIOS INTERNOS

No obstante, más de la mitad de los principales corredores migratorios en África son internos. El de Burkina Faso a la vecina Costa de Marfil constituye el segundo más grande de todo el continente, apreció la OIM.

Para el área subsahariana, los expertos avalan la primacía de los desplazamientos intrarregional y hacia otras zonas del territorio continental; sin embargo, la realidad suele ser tergiversada, sustentaron las investigadoras cubanas María Elena Álvarez y Evelyn López, del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García, en La Habana.

En un artículo titulado “Las migraciones africanas en la contemporaneidad: singularidades más relevantes”, ambas profesoras fundamentaron que los medios de comunicación occidentales, así como los discursos políticos, en particular los de la extrema derecha, manipulan el fenómeno.

“Más que tratarlos como migrantes los clasifican como forasteros peligrosos”, lamentaron las académicas en un resumen investigativo publicado en la edición No.3 (2019) de la revista cubana Política Internacional.

De acuerdo con el experto Mbuyi Kabunda, citado por Álvarez y López, Costa de Marfil, Nigeria, República Democrática del Congo, Sudáfrica, Kenya, Botswana y Zambia siempre han sido y son tierras de inmigración, y han acogido a más inmigrantes africanos que Europa.

Mientras las poblaciones de Malí, Burkina Faso y Níger, países emisores más activos, migran tradicionalmente hacia los estados del golfo de Guinea, un poco más dotados.

Por lo tanto, existe una polarización de movimientos migratorios hacia los países con altos índices de crecimiento económico y políticamente más estable e, incluso, ocurren desplazamientos contrarios en el caso de producirse depresiones o conflictos en naciones receptoras, explicó Kabunda.

De igual modo, abundó, las guerras de África central –Grandes Lagos– y occidental –región del río Mano– convirtieron a países como Angola, República Democrática del Congo, Sudán, Ruanda, Congo Brazzaville, Liberia, Sierra Leona y Costa de Marfil en exportadores de refugiados y emigrantes hacia las naciones vecinas u otras regiones del continente.

Territorios petroleros como Nigeria, Libia o Gabón y los que cuentan con más recursos como Kenya, Costa de Marfil, Sudáfrica o Botswana, son receptores de trabajadores de diversos estados, aledaños o procedentes de otras zonas del continente, ante las consecuencias de las crisis y los efectos de los programas de ajuste neoliberal, sopesaron las investigadoras Álvarez y López.

Al mismo tiempo, insistieron, hay países que históricamente han sido receptores: Costa de Marfil, Nigeria, República Democrática del Congo, Sudáfrica, Kenya, Botswana y Zambia.

VERDADES SOSLAYADAS

La mayoría de las migraciones africanas, opinaron las analistas, no están asociadas ni al conflicto ni a la pobreza extrema per se: “No suelen migrar los que menos tienen, sino los que han conseguido cierto nivel adquisitivo como para poder asumir los costos del desplazamiento”.

Esta lógica también impera a escala estatal; no son los países más pobres los que emiten más migrantes, sino los que han adquirido un cierto grado de desarrollo.

La mayoría de los africanos, argumentaron,“solo migra si tiene capacidades y aspiraciones personales para ello. Los que cubren distancias más largas suelen contar con ciertos recursos económicos y estar alfabetizados y cualificados, mientras que los más pobres y con menor nivel de escolaridad tienden a migrar menos y a destinos más cercanos”.

Tal tendencia denota el abusivo robo de cerebro a los estados más empobrecidos, que ven salir año tras año a sus profesionales hacia otras tierras prometedoras de mejor futuro, según reconocen evaluaciones de las Naciones Unidas.

Para comprender las raíces del fenómeno no basta con reconocer los factores políticos y económicos como la búsqueda de empleo y de mejores oportunidades, la inseguridad alimentaria y la discriminación.

Asimismo, resulta pertinente abordar los aspectos socioculturales, entre ellos los sistemas educativos, la etnicidad, el idioma y las características personales y familiares del migrante, aconsejaron los peritos.

A lo anterior, habría que sumar en el contexto africano las condicionantes medioambientales, demográficas y climáticas, las movilidades tradicionales del trabajo temporal y por mano de obra hacia las minas, y las cuestiones étnicas transfronterizas de grupos con afinidades lingüísticas y culturales, sopesaron Álvarez y López.

INCIDENCIAS DEL TERRRISMO Y OTROS DILEMAS

En ese escenario, apuntaron, figura, además, la creciente incidencia del terrorismo en los desplazamientos forzados, esencialmente en el norte del continente, en las zonas de la línea del Sahel, en Nigeria y Somalia, y en los países fronterizos con ellos.

Según alertó la OIM, las más importantes rutas para el tráfico de migrantes desde, hacia y dentro de África del norte están cadavez más concentradas en manos de unas pocas redes de la delincuencia organizada.

Ayudados por traficantes, los migrantes subsaharianos se embarcan con frecuencia en viajes muy peligrosos hacia el norte, que incluyen el cruce por el desierto del Sahara, lo que agrava aún más el conflicto, acotó la institución.

A juicio del Foro Panafricano sobre Migraciones, tampoco puede desconocerse que la rápida evolución de la Covid-19 y las medidas restrictivas para contener la propagación de la pandemia, afectaron aún más la movilidad regional debido a la reducción o la suspensión de los movimientos migratorios.

Ello tendrá consecuencias socioeconómicas de gran alcance, incluso en los flujos de remesas a la región, juzgó la entidad.

Proyecciones avaladas por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad) indican que en 2050 África concentrará el más alto crecimiento demográfico, lo que entrañará notables consecuencias para la migración internacional.

La cuestión, sopesó el organismo, no es si habrá desplazamientos de población (una práctica consustancial al ser humano), sino hacia dónde se orientarán y en qué circunstancias y condiciones sucederán, a fin de liberar el potencial económico de los movimientos migratorios, los cuales pueden favorecer la producción, el consumo, el comercio y el aporte de conocimientos y competencias para estimular la productividad.

“La migración no es ni una carga ni una panacea para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible”, evaluó la Unctad.

Abundan los llamados a reforzar la cooperación internacional para asegurar los movimientos humanos ordenados, legales y seguros, en una época signada por la globalización de las relaciones económicas, financieras y mercantiles, pero como dice el refrán: “Del dicho al hecho, hay un buen trecho”.

arb/mjm

*Este trabajo contó con la colaboración de PLTV, el departamento de Fotografía, la editora Amelia Roque, el jefe de la Redacción Internacional, Antonio Rondón, la community manager Gissell Hernández y la webmaster Wendy Ugarte.