Si bien mucho evolucionó la Humanidad hasta la fecha, administraciones norteamericanas contemporáneas siguen empleando en sus relaciones con América Latina una política cuyos inicios datan de 1823.
Una y otra vez la utilizan ahora como base para justificar acciones: la tan llevada y traída Dotrina Monroe, con su significación más conocida de“América para los americanos”, buscaba en sus comienzos asegurar el dominio de Washington en tierras que fueron colonias de metrópolis europeas, como España.
Casi dos siglos después del planteamiento de esa idea, en pleno siglo XXI, el entonces secretario de Estado norteamericano, John Kerry, en un discurso ante la Organización de Estados Americanos (OEA) en 2013, dio por muerta a la Doctrina Monroe al asegurar que su era había terminado.
Un lustro posterior, en septiembre de 2018, al hablar en el debate de alto nivel de la Asamblea General de la ONU, el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, la “revivió”.
Aquí en el hemisferio occidental, estamos comprometidos a mantener nuestra independencia de la intrusión de potencias extranjeras,manifestó en referencia al apoyo de China y Rusia a varias naciones latinoamericanas.
Según indicó Trump en esa oportunidad, la política formal de Estados Unidos desde el presidente James Monroe (1817-1825) dicta que“rechacemos la interferencia de naciones extranjeras en este hemisferio y en nuestros propios asuntos”.
De un plumazo se borraron las palabras de Kerry, quien formó parte del gabinete de Barack Obama (2009-2017), mientras Joe Biden era por aquella fecha el vicepresidente de Estados Unidos.
En enero de 2021, Biden asumió la presidencia de la nación norteña y son muchas las interrogantes que surgen sobre cuál será su posicionamiento hacia América Latina y el Caribe durante los próximos cuatro años.
¿Pretenderá volver a “enterrar” la Doctrina Monroe? ¿Qué políticas guiarán sus relaciones con la región? Los cuestionamientos son muchos,al igual que las expectativas.
Prensa Latina pretende, en esta nueva sección de Escáner, despejar algunas interrogantes y también, por qué no, generar otras tantas.
AMÉRICA VS. HEMISFERIO OCCIDENTAL
Primero, habría que remontarse al tercer presidente de Estados Unidos, Thomas Jefferson (en el poder de 1801 a 1809), quien formuló la idea del “Hemisferio Occidental” para referirse al continente americano.
En síntesis, postulaba que las poblaciones del hemisferio americano, de norte a sur, tienen una relación especial inherente, única y natural entre sí, bien diferenciada cualitativamente y separada de sus vínculos con el mundo extracontinental, explicó a Escáner el investigador cubano Raúl Rodríguez.
Partiendo de ahí es que cuando muchos políticos e intelectuales estadounidenses se refieren a su país lo hacen en términos de “América”. Ellos, Estados Unidos, son América. El resto, somos el “Hemisferio Occidental”, observó el especialista.
Sobre esta idea se basó la doctrina elaborada por John Quincy Adams, entonces secretario de Estado, y presentada por Monroe en 1823, la cual usualmente se simplifica en “América para los americanos”, recalcó el también director del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (Cehseu) de la Universidad de La Habana.
Esta entidad fue creada en 1987 y actualmente es la única institución académica dedicada a la investigación sobre la nación norteña dentro de la Educación Superior en Cuba.
Pero en realidad, dicha doctrina parte de la frase: “Los Continentes Americanos, por la libre e independiente condición que han asumido y que mantienen, no deberán ser considerados ya como susceptibles de futura colonización por cualquiera de las potencias europeas”.
REELABORACIONES Y AJUSTES
La Doctrina Monroe es uno de los tantos medios con los que Estados Unidos expande su afán hegemónico sobre la región de América Latina y el Caribe desde etapas tempranas de su existencia como nación, destacó Rodríguez.
A lo largo de los años, añadió, esa política ha tenido reelaboraciones y ajustes.
Tal es el caso del Panamericanismo, muy cuestionado por el Héroe Nacional cubano, José Martí, pues se constituyó como una manera de institucionalizar el dominio imperialista sobre los pueblos latinoamericanos al comenzar la última década del siglo XIX.
Esto se mantiene en el contexto de la transición hacia la etapa imperialista en Estados Unidos y continúa hasta nuestros días,incluyendo la creación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, en 1947, y de la OEA, en 1948, expuso el experto.
Ambos son pilares del sistema que actualmente componen el Banco Interamericano de Desarrollo y una multitud de otras entidades.
Más recientemente, indicó Rodríguez, la idea del Hemisferio Occidental ha constituido la base conceptual para la realización demás cumbres regionales y encuentros periódicos de jefes de Estado y de Gobierno que vienen celebrando con regularidad desde la Cumbre de las Américas, de Miami, Estados Unidos, en 1994.
Actualmente, el rasgo fundamental de la vigencia de la Doctrina Monroe es el fortalecimiento del sistema interamericano, con énfasis en su componente económico, político, institucional y militar.
Todo ello para consolidar un bloque que permita contrarrestar la ascendencia económica y tecnológica de China y el reto político, diplomático y científico que representa Rusia, planteó el director del Cehseu.
Además, se busca unificar y extender el modelo de democracia representativa y el fundamentalismo del mercado, es decir, el modelo capitalista estadounidense como fórmula para todo el continente,subrayó.
“Recuérdese que la región del mundo que inspiró la primera formulación doctrinal de política exterior en Estados Unidos -el monroísmo- fue, justamente, América Latina”.
“Ahí radica el viejo pretexto de que el poderoso vecino del Norte protegía los intereses de nuestros países ante las apetencias de las viejas potencias coloniales europeas”.
Pero ahora lo reviven para argumentar las objeciones ante la presencia china y rusa en el continente y, como queda claro, lo que está en juego en realidad es la voluntad hegemónica estadounidense de prevalecer en la disputa geopolítica que tiene lugar en América Latina, indicó Rodríguez.
VIEJAS POLÍTICAS QUE SE RESISTEN A DESAPARECER
También hace casi 200 años, el presidente norteamericano James Polk decidió, en 1846, que el “destino manifiesto” de su país era expandirse, y la emprendió en una guerra contra México.
México perdió más de la mitad de su territorio a manos de los estadounidenses, que hicieron suyas tierras que conforman en estos momentos California, Utah, Nevada, Arizona y Nuevo México.
Después, en 1898, el presidente norteamericano William McKinley invadió colonias españolas en el Caribe, como Cuba y Puerto Rico (en este último territorio siguen hasta la fecha).
Haití, República Dominicana, Panamá, Granada, Nicaragua, Guatemala… figuran en la larga lista de países que fueron invadidos y ocupados por Washington.
Mientras tanto, la norteamericana Agencia Central de Inteligencia ha respaldado golpes militares en Argentina, Chile, Guatemala, Haití, Honduras,y más recientemente en Venezuela y Bolivia, según revelaron sus propios analistas.
Cuando en 2018 Trump invocó por su nombre a la Doctrina Monroe, expertos del área advirtieron que la sola mención de esa política despertaba la memoria histórica de las numerosas intervenciones militares y económicas impulsadas por Washington en América Latina.
Para Abraham Lowenthal, director fundador del Consejo del Pacífico de Política Internacional, desde Estados Unidos se maneja a América Latina como un problema “interméstico”, marcando la idea con ese rejuego de palabras que se trata, a la vez, de un asunto internacional y doméstico.
Históricamente, los líderes de la nación norteña perciben a Latinoamérica como una especie de extensión de su territorio, el llamado “patio trasero”.
Dada la situación geográfica, los países del área constituyen la fuente más cercana para obtener materias primas y recursos naturales,y también en términos geopolíticos, son considerados de importancia para la seguridad nacional de Estados Unidos, según Jorge Hernández, especialista del Cehseu.
Los intereses estadounidenses en la región parten de una concepción geopolítica y de la necesidad de construcción de una esfera de influencia,una vez que la nación norteamericana llegó al estadio imperialista, consideró.
Invasiones, intervenciones, establecimientos de bases militares, saqueo de recursos naturales, injerencia en asuntos internos de otros países, planes de subversión, sanciones y bloqueos… son elementos de una estrategia de Washington, que se repite, con una u otra variante, a lo largo de la historia, la más lejana y también la reciente.
arb/ifb
En este trabajo colaboraron Diony Sanabia, Martha Andrés Román y Richard Ruiz Julién, periodistas; Amelia Roque, editora; David Reyes, editor de televisión; y Wendy Ugarte, webmáster.