Lo que hasta entonces era muy común escuchar tras una prueba de embarazo u otras asociadas a diagnósticos médicos, o simplemente para levantar el ánimo ante una dificultad, en 2020 marcó tendencia en el mundo como símbolo de miedo, dolor, muerte e incertidumbre.
Desde grandes líderes, presidentes, políticos, deportistas y artistas famosos, hasta la persona más humilde tuvieron que lidiar con los estragos de esta pandemia que trastocó la vida, pospuso sueños, desordenó el tiempo, provocó encierros involuntarios y ratificó el valor de la higiene personal.
Es así como proliferaron las zonas de desinfección en los hogares, hasta ahora propias de los hospitales, en las que absolutamente todo es sometido a los efectos del alcohol, cloro o desinfectante, mientras los zapatos descansan a la entrada de las casas y la ropa del día en tendederas, luego de ser lavadas.
Como un tsunami, huracán o poderoso terremoto esta enfermedad arrasó con empleos, conciertos, graduaciones, viajes y bodas; sumió en la pobreza a millones de personas; reveló las desigualdades más profundas de las sociedades, la fragilidad de la salud y la educación y obligó a la ciencia a reducir los tiempos de investigación y desarrollo en la búsqueda de la inmunización.
Y en esa carrera desenfrenada, liderada por compañías farmacéuticas de renombre, no faltaron las rivalidades por ser el primero o lograr la vacuna más efectiva, ni tampoco los países que empeñaron su futuro con préstamos para comprar las primeras dosis, en aras de proteger a la población más vulnerable.
Quédate en casa, el lema que todavía desanda el mundo en múltiples idiomas, no solo representó la mejor manera de evitar el contagio, sino también de disfrutar la estancia en familia y hacer múltiples tareas pospuestas.
Otros, en cambio, aprovecharon la cuarentena obligatoria para aprender idiomas y tocar algún instrumento a través de clases virtuales, preparar una exquisita comida o simplemente para reinventarse y no quedar atrás con la llegada de la “nueva normalidad”, otra de las frases célebres.
Durante esta etapa, la solidaridad entre vecinos estuvo a prueba y hubo quien tomó lo que necesitaba y donó lo que podía, desde libros, discos de música y hasta comida, para juntos paliar el impacto de la crisis sanitaria.
Tampoco faltaron las iniciativas para aliviar el estrés del encierro como los conciertos que ofrecieron artistas aficionados de la Policía Nacional en los barrios de la capital panameña, en una calle vacía como escenario y el público expectante desde los balcones de sus casas.
Pero el aporte de la Covid-19 a la Lengua Española no termina ahí: pospandemia, repunte, inmunidad de rebaño, burbuja familiar y confinamiento, esta última la palabra de 2020 según la Fundación del Español Urgente, engrosaron muy tempranamente el diccionario.
Un nuevo artículo de vestir se incorporó al atuendo cotidiano: mascarilla, barbijo, nasobuco o tapaboca, denominado así de acuerdo con el tipo, uso o costumbre del habla, que varias instituciones rápidamente confeccionaron con la identificación corporativa correspondiente.
Las mujeres, por su parte, combinaron diseños y colores con la ropa que visten, bajo el convencimiento de que esa prenda llegó para quedarse, al menos por unos meses más.
En calles, transportes públicos, tiendas, supermercados y en los lugares más insospechados emergió una cultura de autocuidado e higiene no común hasta la llegada del virus maligno, que incluyó también el uso de guantes de látex, espejuelos de protección y pantallas plásticas.
Ritual al cual se sumó el caminar sobre una alfombra con desinfectante antes de entrar a cualquier establecimiento, mientras un custodio circunspecto con guantes y el rostro cubierto por una mascarilla aplica gel alcoholado a las manos y toma la temperatura corporal de los recién llegados, medidas que semejan el acceso a una sala hospitalaria.
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Esther, Paco y Rosa fueron algunos de los personajes virtuales creados en Panamá para asistir a las personas en temas bancarios, de salud y educación, entre otros servicios, como parte de la propuesta digital del Gobierno que incluyó clases y presentaciones culturales a distancia, videoconferencias, compras electrónicas y teletrabajo.
Nunca antes la inventiva humana estuvo más aprueba como en esta crisis sanitaria, en la que algunos países como Panamá adoptaron medidas restrictivas de movimientos en la calle y compras por sexo, en una estrategia desesperada por frenar el contagio.
Las señales, propias de juegos infantiles, laberintos y acertijos, sirvieron para marcar el necesario distanciamiento físico, otra de las expresiones del momento junto al lavado frecuente de las manos.
En medio de la parálisis inicial ante lo desconocido, la naturaleza recuperó su verde esplendor, las aves cantaron más alto, la tierra respiró por un momento y la fauna salvaje se aventuró a caminar por áreas, antes solo exclusivas para autos y personas.
Sin embargo, fue la muerte quien más terreno ganó en esta historia y otro de los ciclos de la vida cotidiana que la Covid-19 cambió. Ahora los fallecidos viajan prácticamente solos a los cementerios, pues las medidas sanitarias regulan en muchos países como Panamá la presencia de familiares y amigos en los entierros.
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Un ejército de desempleados, que en el caso de la nación istmeña podría llegar a la cuarta parte de la población económicamente activa, forma parte del incierto futuro que dejó la pandemia, aunque los sueños todavía perduran.
La imagen cargada de nostalgia cuando la ciudad apagó su bullicio y se encerró en sí misma ante el peligroso e indeseable visitante, era solo el visible ropaje externo; ahora, como quien sale a ver el desastre tras una poderosa tormenta, hay que escribir la crónica al revés.
MÉDICOS DE CUBA OFRECEN ESPERANZAS EN PANAMÁ
La nación istmeña amaneció en silencio el primer día de 2021, pero con esperanzas en un futuro mejor y con los deseos de derrotar al SARS-CoV-2, el coronavirus que enlutó a más de un cuarto de millón de familias panameñas en 2020.
Y en ese intento desesperado por revertir la compleja situación sanitaria con elevados números de infectados, muertos y hospitalizaciones en 10 meses de pandemia, no son pocos los que apelan al apoyo de los médicos de Cuba, cuando la Covid-19 afecta a más del seis por ciento de la población total.
“Manifiesto la esperanza que siento por el arribo al país de la brigada Henry Reeve, la cual brindará atención al pueblo panameño en estos momentos que confrontamos una catástrofe humanitaria por la Covid”, expresó la vicepresidenta del Frente Amplio por la Democracia, Maribel Gordon.
La académica panameña fue la que en noviembre de 2020 postuló a este contingente al premio Nobel de la Paz ante el comité noruego, “consciente que lo brindado por Cuba constituye una fuerza solidaria a favor de la vida y la paz social; consciente de que ningún país puede, por sí solo, enfrentar esta pandemia”.
Por su parte, el secretario general del Sindicato Único Nacional de Trabajadores de la Construcción, Saúl Méndez, dio las “gracias al pueblo cubano, que se solidariza con el mundo, a su revolución, a sus dirigentes y fundamentalmente a ese pueblo heroico cubano que ha mostrado al mundo que es capaz de tener su propio camino, su propio destino”.
Desde su cuenta en Twitter el Frente Amplio por la Democracia ofreció “un caluroso saludo a la brigada médica cubana Henry Reeve, cuyos integrantes arribaron “con su espíritu solidario y su carácter revolucionario que, como aquel “amigo sincero que (me) da su mano franco” de José Martí, vienen a darnos luz en tan difícil momento”.
Pero las enhorabuenas también llegaron a través de agradecidos como Aquilino Villar, quien en redes sociales escribió: “Que diferencia de formación y humanidad. Un diciembre los yankys nos mandan un ejército con bombas, balas y nos masacran… Este dic (diciembre), Cuba nos manda un ejército de hombres y mujeres de batas blancas con generosidad y deseos de salvar vidas”.
Otros como Cecilio Simon, resaltó “la valentía” del gobierno nacional al contratar a los especialistas de la isla caribeña, “ante un sistema de salud público y privado colapsado”, en un artículo publicado en Bayano Digital.
Al finalizar el 2020, el virus nos arrancó la vida de dos personas por hora, aseguró el analista, quien fue enfático al escribir que muchos de esos decesos no hubieran ocurrido con la organización del sistema de salud diseñado por el general Omar Torrijos, el cual fue privatizado a partir de 1979.
“Muchas de esas muertes se pudieron evitar si los médicos especialistas, con una formación mercantilizada, atendieran sin temor a sus pacientes afectados por el virus, haciendo valer su juramento hipocrático”, sentenció.
“Que el venidero año 2021 fortalezca nuestro espíritu de lucha por un mundo mejor, el cual sabemos hoy que es posible, y donde se priorice el cese del bloqueo a Cuba y la fraternidad entre los pueblos. Con Cuba todo, sin Cuba nada, porque Cuba salva”, afirmó Javier Medina, uno de los amigos de la isla por estos lares.
(*) Corresponsal jefa de Prensa Latina en Panamá