Por Karina Marrón González
Corresponsal jefa en Angola
Teixeira, quien durante la guerra (1975-2002) integró las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola (Fapla), devenidas luego en Fuerzas Armadas Angoleñas (FAA), presentó con entusiasmo a su antiguo contrario de las FALA, brazo armado de la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (Unita).
“Es cierto. Los hermanos estábamos de un lado y de otro, pero después del Memorando de Entendimiento de Luena nos unimos con un propósito: revivir la patria en términos de desarrollo”, afirmó por su parte Tchindandi, quien es conocido por su apodo de “Black Power”.
La historia de estos hombres es apenas un fragmento de lo que vivió Angola durante los 27 años que transcurrieron desde el primer enfrentamiento hasta que el 4 de abril del 2002 la cúpula militar de las FAA y las FALA rubricaran el Memorando de Entendimiento de Luena, complementario de los Acuerdos de Lusaka, poniendo fin a la guerra.
Las luchas por el poder que florecieron incluso antes de la declaración de independencia (11 de noviembre de 1975), las diferentes visiones de cómo debía ser la República, así como las apetencias foráneas sobre las riquezas y el territorio de esta nación atizaron las llamas de un conflicto que costó numerosas vidas y retrasó el desarrollo.
Resulta un pasado difícil de superar, pero para personas como Teixeira y Tchindandi la clave está en aprender de esa etapa para no cometer los mismos errores.
“Es necesario que la nueva generación angoleña estudie con generosidad esta historia, porque nosotros nos vamos; los hombres se van, la historia se queda. Ellos tienen que estudiar rigurosamente esta historia para que no se pierda”, significó Teixeira, quien fue gobernador de la provincia de Cuando Cubango (2008-2012).
Con su criterio coincidió el también general retirado Francisco Lopes Gonçalves Afonso, “Hanga”, quien en conversación con Prensa Latina insistió en la necesidad de contarle a la juventud lo que se vivió durante la guerra, las personas que perdieron la vida, para que no vuelva a repetirse, “no se puede morir por gusto”, subrayó.
Veterano de numerosas batallas, entre ellas, la de Cuito Cuanavale (15 de noviembre de 1987- 23 de marzo de 1988), que con la derrota de las tropas sudafricanas cambió el curso de la historia del África Austral, “Hanga” recordó que actualmente no existe necesidad de pelear.
“Hay mucho territorio libre. Hay que sembrar, hay que trabajar, hay mucha agua, mucho verde, hay de todo para que la gente viva feliz, no hay necesidad de luchar. Aquí hay para todos, hay que bajar las ambiciones y ser más empáticos, entender más el sufrimiento del prójimo para que eso no vuelva a suceder”, apuntó.
La lucha que hemos tenido entre nosotros no hace falta repetirla, enfatizó y refirió cuánto queda por hacer en el país para garantizar que Angola vaya bien.
“Hoy nuestra lucha es intelectual”, dijo por su parte “Black Power”. “Hay que pasar la historia a los jóvenes, consolidar el patriotismo y hacer de nuestros hijos no herederos que lo reciben todo, sino sucesores capaces de continuar nuestras ideas de unidad nacional, reconciliación total, paz, siempre paz y trabajo”.
ABRAZAR Y PERDONAR
El 4 de abril de 2002 el entonces jefe del Estado Mayor de las FAA, general Armando da Cruz Neto, en representación del Gobierno angoleño, y el jefe del alto mando de las FALA, general Geraldo Abreu Muendo “Kamorteiro”, por la Unita, firmaron los Acuerdos de Paz y Reconciliación Nacional. La muerte del líder de la Unita, Jonas Savimbi, el 22 de febrero de ese año, había marcado un punto definitivo, el cual facilitó el proceso que desembocó en la rúbrica del documento y el callar definitivo de las armas.
Las cúpulas de ambos mandos, enfrentados desde 1975, no solo avanzaron en la aplicación del alto el fuego, sino que dieron un paso mayor al incorporar a los militares a las fuerzas armadas nacionales con el propósito común de defender al pueblo angoleño y al país.
Denominado Día de la Paz y la Reconciliación Nacional, el 4 de abril se convirtió en mucho más que una jornada festiva, pues se elevó como un símbolo de las aspiraciones de unidad y de lucha en pos de una sociedad más próspera para todos.
No en balde en Angola es considerado como uno de los mayores logros populares tras la independencia nacional, proclamada el 11 de noviembre de 1975, pues permitió además la reconstrucción del país, el desarrollo de infraestructuras viales, la extensión de servicios básicos y la construcción de viviendas, entre otros asuntos.
Sin embargo, no se borran 27 años de confrontaciones, conflictos y pérdidas de personas queridas con la firma de un documento, de ahí que queden todavía muchas heridas por sanar.
En 2019 se creó la Comisión para la Implementación del Plan de Reconciliación en Memoria de las Víctimas de Conflictos Políticos (Civicop), que entre sus propósitos tiene la emisión de certificados de defunción y la construcción de un memorial único para todas las víctimas.
Coordinada por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos e integrada por representantes de diferentes partidos, iglesias y organizaciones socioprofesionales y de la sociedad civil, así como académicos, el programa de la Civicop apunta esencialmente a unir a los angoleños.
En ese propósito, entre sus acciones fundamentales están la identificación de las personas que perecieron en los conflictos políticos, su caracterización histórica, la búsqueda e identificación de los restos mortales, su entrega a las familias y los homenajes.
Desde abril de 2021 hasta el 13 de marzo de 2024 la Civicop registró tres mil 589 nombres de víctimas de conflictos políticos en el país y aún está en la búsqueda de 821 personas, una labor no exenta de contradicciones.
Señalamientos de irregularidades en la búsqueda y certificación de los restos mortales, cuestionamientos a la técnica de laboratorio empleada para estas funciones y hasta del prestigio y conocimiento de los especialistas que participan en el proceso ensombrecen el trabajo de la institución.
Las amenazas de abandonar ese mecanismo, como el anuncio realizado el pasado 21 de diciembre por el presidente de la Unita, Adalberto Costa Júnior, igualmente lastran una de las entidades que más debe contribuir a cerrar las heridas de un pasado reciente.
“En la guerra estuvimos en lados diferentes, pero hoy deberíamos estar unidos por el propósito de ver esta Angola cada vez mejor”, nos recuerda “Black Power”, quien hoy conversa y bromea con quienes antiguamente solo compartía el fuego de las balas.
arb/kmg